Hoy empieza el mes de agosto y la farmacopea tradicional recomienda un brebaje que mezcla distintas hierbas de nuestra flora autóctona, que una vez consumido garantiza el cambio de sangre en todo nuestro cuerpo y la repulsión de la mala onda.
Muchos compatriotas beberán esto convencidos de tales efectos.
Ciertamente, este pensamiento mágico es muy fuerte y arraigado aún, y dice mucho de nosotros. Las soluciones instantáneas nos encantan, aunque no tengan ningún asidero racional ni factual. Inclusive, más de uno lo beberá sabiendo que es una mentira, pero lo hará bajo la certeza de que nada pierde con probarlo, excepto su tiempo.
Esta preferencia por los atajos irracionales parece folclórico para muchos, pero explica nuestro comportamiento cotidiano y, muy especialmente, el político.
Esta idea de que los problemas pueden solucionarse mágicamente es aprovechado por los timadores de turno (entiéndase: los políticos) para engañar a sus seguidores y potenciales votantes. En sus discursos y propuestas, prometen cosas imposibles de lograr o, al menos, muy difíciles de concretar con los recursos disponibles y el contexto social en el que nos desenvolvemos.
De todos modos, logran captar la atención y el voto de muchos compatriotas que semanas, meses o años después, se dan cuenta de que fueron embaucados.
Sin embargo, no aprendemos. Aparecen otros (muchas veces son los mismos, lo que es peor) y el ciclo de promesas falsas se repiten, así como nuestra creencia ciega en ellas.
Esta conexión entre pensamiento mágico y comportamiento cívico es endémica en Latinoamérica y muy pocas veces fue superada. Por el momento tiene mucha fuerza y explica el por qué el populismo, la demagogia y la falta total de escrúpulos son la norma entre nuestros gobernantes.
Ahora que se acerca la renovación del gobierno, muchos están convencidos de que las cosas cambiarán radicalmente en Paraguay.
Así como hoy 1 de agosto creemos que nuestra sangre se renueva y la mala suerte huye de nosotros por beber agosto poty con pyno’i, perdudilla, cepacaballo y quién sabe qué otra hierba, también el 15 de agosto el Paraguay renovará su sangre y los problemas mágicamente desaparecerán. La ignorancia no nos mata, pero nos hace sufrir dice un conocido refrán en guaraní.
Esperanzas hay que tenerlas, sea cual sea el gobierno que asuma. Pero es de ilusos creer que el gobierno de Mario Abdo Benítez revolucionará este país.
Nada profundo puede hacerse sin cambios estructurales ni sistémicos, algo que Benítez y su equipo no lo hará teniendo en cuenta su entorno y sus antecedentes.
En todo caso, el gran cambio vendrá de una política educativa que, entre otras cosas, nos saque de este pensamiento mágico y nos lleve a un pensamiento más racional, a un comportamiento ciudadano donde votemos y elijamos, donde asumamos la responsabilidad y el esfuerzo que significa vivir en democracia, y no dejar todo en manos de unos gobernantes que, para colmo, se aprovechan de nuestra ignorancia e ingenuidad.
Un Paraguay nuevo no vendrá mediante brebajes de fantasía; comprender esto es un primer paso para ir rompiendo otras ataduras mentales y renovar nuestra práctica política.