Por Bernardo Neri Farina
Uno de los personajes más curiosos, y al mismo tiempo temidos y herméticos de la era stronista, fue el doctor Antonio Campos Alum, titular de la Dirección Nacional de Asuntos Técnicos, conocido como La Técnica, un denominativo cuya simpleza se tornaba espeluznante para los presos políticos que iban a parar ahí.
El organismo, aunque dependía del Ministerio del Interior, tenía enorme autonomía y su misión se centraba en la detección y eliminación de elementos comunistas.
Campos Alum, hombre culto, discreto, de perfil bajo, que nunca desplegó actividad política ni tuvo visibilidad pública, preparado por los Estados Unidos en lucha antisubversiva en 1957, interlocutor frecuente de la CIA y el FBI, fue su único director durante todo el régimen de Stroessner.
La Técnica, cuya sola mención hacía estremecer al más valiente, fue organizada y estructurada por un experto estadounidense, el coronel Robert K. Thierry, veterano de la Guerra de Corea y competente instructor de torturadores.
Desplegaba un trabajo represivo de laboratorio y quien era conducido hasta la vieja casona de la calle Chile sabía que le esperaban pruebas muy difíciles de soportar. Las sesiones de suplicio eran bien sofisticadas y quebraban de manera contundente a la víctima. La Técnica era aun más temida que Investigaciones.
Llamativamente, Campos Alum y su Técnica, pese a toda su atrocidad, sobrevivieron incólumes hasta bastante tiempo después del golpe de Estado que derrocó a Stroessner, en febrero de 1989. Solo se cerró el 22 de diciembre de 1992, pocas horas antes de que se descubriera el Archivo del Terror.
El gobierno de Andrés Rodríguez clausuró definitivamente esa mazmorra lúgubre ante la férrea presión que ejerció doña Carmen Casco de Lara Castro, presidenta de la Comisión Nacional de Derechos Humanos y senadora de la nación. Poco después, el juez del Crimen Luis María Benítez Riera ordenaba la detención de Campos Alum.
Pero, curiosamente, Campos Alum se perdió de vista y su recuerdo se fue diluyendo en la memoria colectiva. Y conste que fue, tal vez, el más tenebroso de los torturadores, aunque el menos mentado de ellos.
Murió, seguramente en su cama, el lunes 13 de febrero, a los 92 años -había nacido en Paraguarí, el 16 de junio de 1919- sin que la Justicia le cobrara sus culpas. Fue, inexplicablemente, un horror oculto.