El cardenal Adalberto Martínez Flores, arzobispo de Asunción, imploró a Jesucristo resucitado para que las prácticas de corruptos se transformen en prácticas honestas, solidarias y que atiendan la necesidad de los pobres, de los excluidos, así como también para que la presencia del Salvador se haga más plena en la vida de todos los cristianos católicos.
Esto, durante la misa de Pascua de Resurrección que se realizó ayer en la Catedral Metropolitana, donde nuevamente el primado de la Iglesia paraguaya se refirió a la realidad nacional, especialmente a lo que refiere a la corrupción que deteriora y mata las células sociales y morales de la nación.
“Que el que roba, que no robe más. El que despoja y oprime, no despoje ni oprima más. Y debemos comparar estas palabras con Efesios 4:28, que el poder opresor se transforme en poder servidor, poder servir siempre y no servirse del poder”, indicó Martínez.
Siguiendo su fuerte crítica a los corruptos, el purpurado sostuvo que desde la Iglesia no se cansarán de repetirles que a los hijos hay que darles de comer pan limpio del trabajo honesto y no el pan sucio contaminado por la corrupción, de robos y apropiaciones ilegítimas de bienes ajenos. “Dar de comer el pan sucio a los hijos, imagínense. ¿De qué se pueden alimentar los hijos si no de la misma corrupción de aquellas manos que les dan de comer?”, lamentó.

En este contexto, el cardenal Martínez hizo un llamado urgente a la transformación y conversión de aquellos que perpetúan atropellos a la vida humana, la familia y la dignidad de las personas, instando a los fieles a convertirse en defensores de la vida desde el vientre materno hasta la plenitud de la existencia, asegurando el respeto y los derechos de cada individuo en todas las etapas de su desarrollo.
También se refirió a los explotadores y transgresores de la tierra, el agua y el medioambiente en general, llamándolos a abandonar sus ‘‘perniciosas prácticas’’ y convertirse en defensores de la ecología ambiental y humana, destacando la importancia de preservar nuestra casa común para las generaciones presentes y futuras.
“Que los inescrupulosos, factores de sociedades zombies, mercaderes de drogas y sustancias ilegales que embotan y niegan horizontes del futuro y vida plena de las familias, jóvenes y niños, que estos factores se transformen y resuciten y depongan sus ambiciones y codicia por el bienestar común y la salubridad pública”.
En casa, ¿cómo andamos?
El cardenal no dejó de lado la crítica hacia ciertos miembros de la Iglesia que, según manifestó, lejos de servir al pueblo de Dios, se aprovechan de su rol pastoral para beneficio propio, incluso a costa de los inocentes. Instó a estos líderes religiosos a abandonar sus prácticas “depredadoras y a buscar el perdón y la conversión sincera”.
Asimismo, para finalizar su prédica insistió que en esta Pascua sean todos anunciadores y constructores de paz, de comunión, de la no violencia, del irrestricto respeto a la dignidad y vida humana como lo fue Jesús, quien está en aquel encerrado en sus miedos y enfermedades, en los que caminan y duermen a la intemperie, en los basureros; en los desplazados de sus tierras y esposados por las injusticias.