Sus familiares, la noche del sábado en la funeraria de Presidente Franco, hasta donde su cuerpo fue llevado para los trámites de rigor, dijeron lo contrario, aunque reconocen que actuaba al margen de la ley al admitir que sabían que se dedicaba al contrabando y que llegó a manejar una buena cantidad de dinero. Sobre los asaltos, señalan que no saben y negaron que esté involucrado en el caso de abuso sexual en menores.
Para la Policía, capturar a Cabrera era una prioridad. Se formaron equipos especiales, se llevaron a cabo investigaciones meticulosas y se planearon operativos cuidadosamente. Pero Cabrera no era alguien fácil de atrapar. Siempre estaba un paso adelante, siempre escurriéndose entre los dedos de la Justicia.
Finalmente, el día esperado llegó. Una orden de allanamiento en una vivienda en Villa Alta de Puerto Irala, sur de Alto Paraná, rodeado de una zona boscosa, desencadenó un enfrentamiento violento.
Cabrera, alertado por la presencia policial, no dudó en abrir fuego contra los agentes. Fue un tiroteo frenético, con balas silbando a través del aire y el eco de la violencia resonando en la tranquila tarde del sábado último en Alto Paraná.
Pero la policía no se amilanó. Respondieron al fuego, sabiendo que estaban luchando contra un hombre peligroso y despiadado, según los antecedentes. En medio del caos, Cabrera recibió cuatro disparos mortales. Su reinado de terror llegaba a su fin. En su poder se encontraron una pistola calibre 9 mm con dos cartuchos en el cargador y uno en la recámara, además de un teléfono celular.
Sin embargo, la sombra de Cabrera se extendía más allá de su propia muerte. Los rumores de que pagaba por protección policial fueron instalados por los familiares mientras esperaban la entrega del cuerpo en la Funeraria Núñez. Denunciaron que él regularmente había sobornado a agentes para evitar ser capturado.
UN DETENIDO. Junto al abatido Cabrera, estaba Juan Esteban Zacarías Medina, un joven de apenas 18 años, detenido en la misma operación. Se presume que era parte de la banda de Cabrera.
El fiscal Alcides Giménez, enfrentando el cuerpo de Cabrera en la funeraria, reflexionaba sobre la magnitud de su imperio delictivo. Dijo que no solo operaba en el sur del departamento, sino que su influencia se extendía a lo largo de todo Alto Paraná e incluso traspasaba fronteras, con órdenes de extradición pendientes en Argentina.
Ahora, con Cabrera abatido y un cómplice bajo custodia, la Fiscalía encamina el trabajo de desenmarañar la red de crimen y corrupción que había tejido, llegando hasta los demás miembros de la banda.
“Efectivamente, el señor Cabrera tenía un gran prontuario en el área delictiva; tal es así que se armó un equipo de trabajo a los efectos de procurar su captura. A mí me cupo desarrollar una de las causas, en la que presumiblemente estaba involucrado“, señaló el fiscal respecto al caso del robo del cajero del Supermercado Stock.
Por su parte, el comisario Wilfrido Maldonado, jefe de Investigaciones de Hechos Punibles de Alto Paraná, relató que era un criminal con todas las letras y que las 24 horas planificaba los hechos a cometer. “Él tenía un grupo que lideraba y para nosotros es un operativo altamente positivo”.