“Siempre hemos pensado que la alegría de nuestra música viene de nuestros ancestros africanos, pero en realidad, nuestros pueblos indígenas son los que han aportado esa exuberancia a la música latina”, explicó Carlos Vives, quien lleva años convertido en una especie de antropólogo de los géneros de la región.
Para celebrar y rescatar ese legado histórico, el cantautor decidió enfocarse en la cumbia, un ritmo que según dice nació en el delta del colombiano Río Magdalena, donde aún habitan los descendientes de la etnia del pueblo Tairona.
Su civilización floreció en las faldas de la Sierra Nevada de Santa Marta, la ciudad natal de Vives, por lo que ha querido hacer de Cumbiana, precisamente, “su territorio ancestral”.
“Imagínate una ciudad como La Habana o San Juan a los pies de una montaña con nieve”, sugirió el artista con un orgullo que plasmó en los 10 temas de su nuevo trabajo.
En ese listado aparecen colaboraciones con artistas, como Rubén Blades, Alejandro Sanz, Ziggy Marley y Elkin Robinson, pero también artistas inesperados, como Jessie Reyez, una joven cantante que le recomendaron sus hijas.
“Estaba buscando una voz femenina para la canción Hechicera y mis hijas, las dos, me dijeron que tenía que ser Jessie. Yo no la conocía, pero estoy feliz con el resultado. Me impresionó”, indicó Vives, quien tiene cuatro hijos. La mayor es Lucía de 24, mientras Elena, de 11, es la primera de su matrimonio con Claudia Helena Vásquez.
Elena Vives, precisamente, ayuda a su padre con las voces en varias de las nuevas canciones, entre las que se destaca Rapsodia en La Mayor (Para Elena).
La niña canta junto a Vives en francés y demuestra que no solo ha heredado el amor por la música, sino también su deseo por interpretar y entretener.
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Pero las huellas femeninas no terminan ahí. La producción ejecutiva del disco está a cargo de su esposa, algo que enternece a Vives hasta el punto de decir que en todos sus años en la música, “jamás había sentido a alguien que estuviera tan interesado y preocupado” de lo que hace.
“Eso cambió hasta que conocí a Claudia Helena. Ahora todo es un esfuerzo familiar”, dijo.
Vives sonríe con la frase Amor del bueno, que cae perfecta para describir a la familia que ha armado, pero que va más allá de la sangre e incluye a los 400 empleados con los que cuenta en otros negocios paralelos a la música, como un prestigioso restaurante en Bogotá.
Por ellos, dice, ha perdido el sueño durante el confinamiento obligado por la pandemia del coronavirus, ya que las autoridades colombianas han prohibido la apertura de ese tipo de establecimientos para evitar el avance del virus en el país.
“He descubierto de mí mismo que veo a la gente que me ayuda con lo que soñé y he construido como a mis hijos. Como padre, estoy dispuesto a hacer lo que haya que hacer para seguirles pagando y ayudando aunque no haya ingresos como antes”, afirmó.
Amor a ritmo de cumbia
Ese amor también se le desborda por su Colombia. Y es que no hay Carlos Vives sin el vallenato, las fusiones de guitarras eléctricas y acordeón, sin los ritmos afro.
Poco a poco, ha ido poniendo la lupa sobre las expresiones musicales de su país y lo está haciendo de nuevo con la cumbia, aunque reconoce que “es el género que menos lo necesita”.
Para Vives, la cumbia es tan generosa que la adoptaron en Argentina, en Centroamérica, en México y en el suroeste de Estados Unidos. “En cada lugar donde ha viajado la cumbia se ha fusionado con ese pueblo”, indicó.
Pero como no ha pasado lo mismo con sus creadores, Vives decidió poner su lupa en ellos: “En Colombia y en general en Latinoamérica no apreciamos a nuestras culturas indígenas anfibias que son las que nos han dado la característica cultural de la que estamos más orgullosos: la alegría”.
Eso no significa que Cumbiana es un disco de cumbia, como ya se pudo apreciar en No te vayas y For Sale, los dos primeros sencillos que ya ha promovido, el segundo junto a Alejandro Sanz.
Hay una base del género presente en casi todos los temas, pero al reconocer que es el disco más “atrevido y experimental” de su carrera, el artista recuerda sus investigaciones en bibliotecas de sonidos industriales, su búsqueda por un pop más sicodélico, sus esfuerzos por encontrar ese sitio en el que la cumbia se encuentra con el flamenco, con el reggae y con la salsa.
Así nació Canción para Rubén, que compuso con su colega panameño Rubén Blades, al igual que con El hilo, en el que la cumbia se encuentra con el calipso y el reggae y que dan tono a este esperado trabajo del colombiano.
Precisamente, aunque el equipo de Vives fue el centro de serios debates sobre la pertinencia de sacar el disco en estos tiempos de coronavirus, a sus 57 años Vives tiene cada vez más claro que “hay pocas cosas más poderosas que la música”, más cuando además de alegrar “también dan homenaje a lo mejor de lo que somos”.