“ Secuestro en Ñu Guazú. Esta mañana en el Parque Ñu Guasu, Edith Debernardi, nuera del ex presidente de la ANDE, Enzo Debernardi, fue secuestrada por tres sujetos armados ya cara descubierta ”, aparecía al día siguiente en la tapa de Última Hora.
El secuestro de María Edith Bordón de Debernardi se produjo a plena luz del día y frente a varios testigos, quienes al igual que las autoridades, no imaginaban que este solo sería el puntapié inicial para el establecimiento de la industria del secuestro en el Paraguay.
El día del secuestro
María Edith, apodada Nika, acostumbraba caminar por las mañanas en el Parque Ñu Guazú y ese día no fue la excepción. Antes, pasó a buscar a su amiga Elizabeth Gunther de Niedhammer. Ninguna imaginaba que la camioneta Jeep Cherokee en la que viajaban ya era seguida por un grupo de delincuentes.
Tras cumplir con su rutina, alrededor de las 9:15 de la mañana, Nika y su amiga fueron hasta uno de los estacionamientos del parque. La conversación de amigas se vio abruptamente interrumpida por tres sujetos armados, quienes de forma violenta subieron a María Edith a su propia camioneta. La amiga fue empujada por uno de los secuestradores antes de emprender la huida.
Entonces, la palabra secuestro no formaba parte del imaginario y María Edith pensó que se trataba del robo de su vehículo. Elizabeth Gunther no perdió el tiempo y dio aviso al esposo de Nika, el ingeniero Antonio Debernardi, quien automáticamente movió sus influencias para que se inicie la búsqueda.
Apenas pasó pocas horas del secuestro, la fiscala Rosa Noguera ya había realizado unos 20 allanamientos y la Policía Nacional realizaba sobrevuelos de helicóptero por las inmediaciones de Ñu Guazú. La influencia del apellido Debernardi se hacía sentir.
A las 11:00, la Policía logró ubicar la camioneta de María Edith en las inmediaciones del Club Internacional de Tenis, pero nada se sabía del paradero de Nika y sus secuestradores.
Envuelta con una bolsa
Según los relatos que realizó María Edith tras su liberación, sus captores la subieron a la parte trasera de su vehículo. Tres cambios de vehículos se realizaron hasta llegar al lugar donde la mantuvieron en cautiverio.
“Me sacaron el zapato, me metieron en una bolsa, me esposaron por atrás y me quitaron los zapatos. Anuncio Martí era el hombre malo. Me pegaba con la culata de una pistola. Pusieron música dentro de los vehículos para que no se escuchen mis gritos ”, rememoraba.
El recorrido desde el lugar del secuestro hasta la vivienda donde la mantuvieron en cautiverio fue de unos 40 minutos y ella estuvo en todo momento con el rostro cubierto.
Durante 17 días dentro de un pozo
El nivel de crueldad utilizado por los secuestradores dejó profundas huellas en María Edith. Según sus declaraciones realizadas ante el Ministerio Público, los primeros días de cautiverio fueron terribles.
“Llegamos a una casa, y uno de ellos me bajó y sentó en el piso. Después me llevaron a una cama (…) Me metieron a un pozo y ahí me destaparon los ojos. Fue recién ahí que entendí que se trataba de un secuestro”, relató Edith.
En sus posteriores declaraciones a los medios, la víctima dijo que sus captores la atormentaban constantemente y a menudo sufría degradación. “Después de 16 días me llevaron al baño”, refirió.
“Me hacían tener miedo. Me dijeron que cuando quería decir algo debía hacerlo por escrito. Me decían que había dinamita. Yo hacía mis necesidades en un baldecito. Por horas me llevaban arriba, pero cuando llegaba gente a la casa, me metían al pozo ”.
María Edith Bordón de Debernardi estuvo encerrada en un pozo húmedo que fue descubierto recientemente en el año 2005, en una vivienda situada en las calles Mencia de Sanabria casi Yataity Corá, del barrio Pinozá de Asunción.
“Nunca vi la luz. Realmente uno siente mucho temor porque eran hombres armados y se notaba que algunos eran violentos”, dijo Edith.
El día de la liberación
A María Edith le habían dicho desde un principio que su esposo, Antonio Debernardi, no colaboraba con el pago de su rescate. Sin embargo, el contacto de los secuestradores fue tras 17 días del plagio. El pedido de los captores era de USD 1millón.
Las negociaciones se realizaron con el asesoramiento de la empresa de seguridad inglesa Control Risck Group, contratada por la familia Debernardi, mientras que la Policía desplegaba más de 300 efectivos en la búsqueda.
Las pruebas de vida entregadas a la familia fueron dos fotos, para las que obligaron a Nika a posar, y algunas cartas escritas de puño y letra por la víctima.
El primer pago de USD 400.000 se realizó el 14 de enero de 2002, mientras que el segundo para completar el dinero solicitado fue el 18 de enero del mismo año. Para ello, fueron designadas dos personas allegadas a la familia. Antes, cada billete fue fotocopiado por la Fiscalía.
Finalmente, el 19 de enero de 2002, Antonio Debernardi recibió la llamada esperada donde se le comunicaba que su esposa sería liberada.
Sus secuestradores pidieron a María Edith que vista ropas de hombre. Le taparon los oídos con algodón y los ojos con curitas, le pusieron un kepis y lentes oscuros, y la alzaron a un vehículo en marcha.
“Sentí que la calle era accidentada, parecía ser de tierra y luego me dieron muchas vueltas, por aproximadamente una hora y media”, recuerda.
Tras cambiar varias veces de dirección, finalmente los secuestradores dejaron a su víctima en la vereda sobre las calles Coronel Cabrera y Santa Teresa de Asunción, donde se encontró con su familia.
Un hecho punible desconocido en el país
El entonces fiscal general del Estado, Óscar Germán Latorre, recuerda que la noticia del secuestro obligó al Ministerio Público a llevar adelante profundos cambios en sus delineamientos para la investigación.
“Recuerdo que cuando se recibió la noticia estábamos en presencia de un hecho punible desconocido y no teníamos la menor idea de las pautas que requería la investigación. Eso nos obligó a reestructurar el equipo de fiscales que antes era un equipo de Luque”, rememoró.
Para el ex titular del Ministerio Público, a partir del secuestro de Nika, y con el asesoramiento colombiano, se inició un aprendizaje y se establecieron nuevas pautas en la investigación.
“Las nuevas pautas de investigación que nos permitieron determinar que los mensajes de los secuestradores llegaban a personas vinculadas a las familias y pusimos observancia en ellos para ver si en alguno de los domicilios llegaba algún mensaje. Se dice de que en todo secuestro hay un familiar involucrado”, explicó Óscar Latorre, ex fiscal general del Estado.
Juan Arrom, Anuncio Martí y Víctor Colmán
Óscar Germán Latorre relató que en coincidencia con la vigilancia de los domicilios de los allegados a la familia, aparece Marcos Álvarez, quien se presentó como un referente del movimiento de izquierda Patria Libre, quien les dijo que Juan Arrom, Anuncio Martí y Víctor Colmán aparecieron en su domicilio con una bolsa llena de dinero.
“Ellos le pidieron que les guarde una bolsa que contenía dinero y en tono de broma les preguntó si no era el dinero del secuestro. Eran como USD 350.000. Él contacta con la Fiscalía y cuando se examina el dinero, se constata que coincidían con las fotocopias del dinero que Antonio Debernardi entregó a los secuestradores como pago por la liberación”, recordó.
El ex fiscal general del Estado dijo que el encargado de la vigilancia de la casa de Juan Arrom informó que este salió de su casa y poco tiempo después aparece un nuevo mensaje de los secuestradores. “Las evidencias eran irrebatibles”, dijo.
El Ministerio Público entendió que efectivamente había un grupo político que había introducido el sistema del secuestro para obtener dinero y financiar su lucha contra el poder gobernante.
Tras su declaración y por recomendación de la Fiscalía, Marcos Álvarez desapareció y esto coincidió con que Juan Arrom desaparece de la escena. Días después, Arrom y Martí aparecen en la casa donde dicen que fueron privados de su libertad y fueron víctimas de tortura.
“El escenario era propicio para un escándalo y desembocó en una crisis política que obligó a la renuncia del ministro del Interior y la destitución de otros funcionarios, sin que tengan nada que ver”, relató Latorre.
Participación de las FARC en el secuestro
Germán Latorre mencionó que una vez que llegaron algunos informes desde Colombia se tuvo acceso a correos entre Juan Arrom y referentes de las Fuerzas Revolucionarias de Colombia (FARC).
“Esos correos del año 1999 revelan cuando Arrom contacta con ellos para proponerles el negocio del secuestro. Se evidencian los contactos con (los ex líderes de las extintas FARC) Rodrigo Granda y Raúl Reyes, el financiamiento de la (guerrilla colombiana) FARC para concretar el secuestro y el monto que recibieron los colombianos por el asesoramiento para el secuestro de María Edith” , descrito.
El ex titular del Ministerio Público señaló además que cuando la actual líder del EPP, Carmen Villalba, cae en Sanguina Cué, San Pedro, en julio del 2003, fueron incautadas evidencias que tenían documentos encriptados, entre ellos, el manual de secuestros y el inventario de un arsenal que nunca se ubicó.
“La Policía alemana nos ayudó a decodificar esos archivos y ahí estaban informes sobre la vigilancia que ellos realizaban sobre nosotros. Solo ahí comprendimos de que no se trataba de un secuestro nada más, que había toda una estructura organizada y estaba varios pasos por delante de nosotros ”, reconoció Óscar Latorre.
María Edith pudo reconocer a Carmen Villalba y Alcides Oviedo, cabezas del EPP, como personas que tuvieron participación activa durante su secuestro.
Pocas horas después de la liberación de María Edith, aparecieron las órdenes de captura contra los primeros identificados como partícipes del secuestro.
El siguiente secuestro fue el de Cecilia Cubas, quien fue enterrada viva por los integrantes del brazo armado de Patria Libre, actualmente autodenominado Ejército del Pueblo Paraguayo (EPP), en el 2004.
Condenados
José Tomás Rosa, su esposa Nidia Espínola y De los Santos Saldívar fueron los primeros condenados por el caso. Rosa fue asesinado en enero del 2011.
Por su parte, Alcides Osmar Oviedo Brítez, Carmen María Villalba Ayala y Aldo Damián Meza Martínez fueron condenados a 18 años de prisión. Sin embargo, siguen prófugos Juan Arrom, Anuncio Martí y Víctor Colmán, quienes actualmente están refugiados en Finlandia.
Los prófugos denunciaron al Estado Paraguayo ante la Corte Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), órgano judicial autónomo de la Organización de los Estados Americanos (OEA), por supuesta tortura. En tanto, el organismo internacional falló a favor del Estado.
Tras la liberación de María Edith, la familia acusó de cómplice a Marina Arrom, hermana de Juan Arrom. La mujer estaba casada con Guillermo Debernardi, hermano del empresario.