07 sept. 2024

Catorce perlas en el odre

Carolina Cuenca

El 28 de julio celebramos el Día de los Abuelos en honor a Santa Ana y San Joaquín, los abuelos de Jesús. Justamente, en el Salmo 56,9 habla el rey David a Dios así: “De mi vida errante llevas tú la cuenta, ¡recoge mis lágrimas en tu odre!”, otros traducen “en tu redoma” en vez de odre, porque este hace referencia al recipiente de cuero para transportar vino y otros líquidos y aquella se refiere a la vasija de cuello alto que también se relaciona con las lágrimas recogidas en momentos de la vida.

Los abuelos, sin duda, tienen sus odres cargados de experiencia y de aprendizajes. Esas lágrimas tienen un peso, una sabiduría, un arandu, y son un tesoro, porque implican la vida misma, con sus alegrías y sus tristezas más genuinas. He ahí una herencia cultural que nos dejan los abuelos encapsulada en perlas preciosas.

En honor a los abuelos paraguayos, podríamos rescatar catorce perlas transparentes de sus odres.

1. El valor de la palabra. Dar la palabra era hacerse responsable de una acción presente o futura, era un deber que comprometía el honor. Por ejemplo, mi abuelo materno se mudó con su familia de un pueblo a otro por cumplir con su palabra dada. La palabra antecedía y sobrepasaba con creces a los documentos, sus letrados y su palabrerío.

2. El significado del mito. Como decía Tolkien, “así como el habla es invención sobre objetos e ideas, el mito es invención sobre la verdad”, a diferencia de los modernos que solo vemos “hermosas mentiras” en los mitos, para los abuelos la grandeza de los mitos no radica en su historicidad, sino en su relación trascendente con lo verdadero.

3. El avañe’ê. El guaraní de los abuelos es el idioma personal del ñomongeta (conversación), del remiandu (sentimiento), del kera’yvoty (sueños) y del rembipota (deseo).

4. El sentido del misterio. No como contradicción, sino como realidad inabarcable en su totalidad. Los abuelos no solo tienen presente la póra o el caso, sino también la insistente cotidianeidad de esos factores no mensurables de la realidad, la tragedia, el destino y el milagro.

5. El karai y kuñakarai reko. El porte noble que rechaza honores vanos y que no requiere de pilchas para darse su lugar en el mundo.

6. El humor de Peru Rima. De la altanería de los poderes mundanos, los abuelos saben reírse, mostrando con gracia el poder de los sin poder.

7. La plegaria materna. “Eñatende cherehe porque nde avei ko sy”, dice la canción y a quién no conmueve aquella abuela paraguaya que con su humilde akâ hoja pide la bendición divina para los suyos y se la da con el rovasa.

8. El jopói como regla de oro. Quién no ha visto en acción ese exigente “hacer a los otros lo que queremos que nos hagan” en mil formas solidarias de la vida comunitaria.

9. La hospitalidad del kambuchi. El agua como el buen recibimiento en la casa no se le niega a nadie porque todos la recibimos gratis también, para ello el cántaro campesino está lleno y disponible en el lindero de la casa de los abuelos.

10. La gracia de Dios no se tira. Para los abuelos, la comida es fruto de gran esfuerzo, no se vale desperdiciarla, hay que servirse lo justo, agradecer y saber convidar.

11. La esperanza vestida de providencia. Los abuelos cuentan con que San Francisco llene de nuevo la olla familiar al día siguiente, ellos saben esperar de la vida regalos inesperados.

12. El gesto como cultura. Para los abuelos, más que palabras vacías, “obras son amores”.

13. La vida como peregrinación. La caminata anual y masiva al santuario de Caacupé es una enseñanza de vida de los abuelos, estamos de paso en el mundo y nadie es tan autónomo, todos necesitamos luces, protección y guía.

14. Saludo a lo 13 Tuyuti. Los abuelos paraguayos merecen que valoremos las perlas de sus odres, reavivemos en cada generación su legado y, como soldados respetuosos ante los héroes de carne y hueso, llevemos la mano a la visera ante sus canas.

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