Esta semana se cumplen 70 años de la creación del Banco Central del Paraguay, la institución del sector público de mayor prestigio, tanto por su profesionalismo como por el éxito alcanzado en el cumplimiento de su misión.
Si la principal misión de un Banco Central es mantener la estabilidad de su moneda, el hecho de que el Paraguay mantenga la misma moneda, el guaraní, desde 1943 es la mejor prueba del cumplimiento de dicha misión.
Desde hace muchas décadas, por motivos profesionales, he tenido que viajar constantemente al exterior y estos viajes me han permitido apreciar el valor incalculable que tiene para un país el poseer una moneda sana y estable.
Lo apreciaba mucho más cuando visitaba el Brasil o la Argentina, dos países terriblemente irresponsables en el manejo macroeconómico, con permanentes déficits fiscales, default de sus deudas y altas inflaciones.
Desde el año 1952 hasta la fecha, la Argentina cambió cuatro veces su moneda y le sacó 13 ceros a esta; por su parte, el Brasil cambió siete veces su moneda y le sacó 15 ceros, mientras que el Paraguay tiene la misma moneda desde hace casi 80 años.
Sin una moneda estable no es posible que crezca el ahorro y, consecuentemente, los créditos y las inversiones productivas, lo que reduce el crecimiento económico y el desarrollo social.
Nuestro país ha ido construyendo desde el año 1952 una institución, el Banco Central, que nos ha brindado la estabilidad de nuestra moneda en todas estas décadas. En esta historia han habido luces y sombras, pero el resultado final ha sido ampliamente positivo.
Algo determinante fue que las bases del Banco Central que hoy tenemos fueron construidas gracias a la cooperación técnica de expertos del Federal Reserve de Estados Unidos y del Fondo Monetario Internacional y que los técnicos pudieron trabajar con poca injerencia de la politiquería local —tal vez por el blindaje internacional—, lo que hizo posible el profesionalismo que esta institución hoy tiene.
Por supuesto que no todo fue color de rosa en estos 70 años. Hubo momentos en que la injerencia política fue muy fuerte, como cuando el enfrentamiento entre oviedistas y argañistas, que nos llevó al trágico Marzo Paraguayo, infectó la institución.
También hubo errores del Banco Central cuando con la llegada de la democracia en 1989 realizó un descontrolado proceso de liberación del sistema financiero, dando licencia para operar como banco o financiera casi a cualquiera que lo pedía, lo que nos llevó posteriormente a las sucesivas crisis financieras.
En su rol de mantener una moneda estable, el Banco Central hizo un muy buen trabajo, pero tuvo errores en su rol de supervisión del sistema financiero, no pocas veces debido a nefastas influencias políticas.
Los desafíos que tiene por delante esta institución son enormes, ya que a sus tradicionales responsabilidades de controlar la inflación y supervisar el sistema financiero, se le agregan el de acompañar con normativas la actual revolución digital, prevenir los temibles ciberataques y el lavado de activos.
Yo creo que con profesionalismo estos desafíos podrán ser enfrentados.
A lo que sí le temo es a que esta institución pueda ser afectada por la ola de populismo y politiquería que ha llegado al Paraguay, como tristemente estamos viendo con la actual crisis del combustible.
Siempre recuerdo las palabras que una vez me dijo el ex presidente del Uruguay Julio María Sanguinetti: “Eviten que la política desbarranque a la economía”.
No debemos permitir que la política deteriore a una institución trascendente para el desarrollo de nuestro país y una de las pocas de las que hoy podemos estar orgullosos.