Así lo han demostrado los investigadores del Centro de Cáncer Abramson de la Universidad de Pennsylvania (EEUU) en un ensayo clínico fase I (valida la seguridad de un fármaco) publicado hoy en Science.
El ensayo, realizado en coordinación con el Instituto Parker de Inmunoterapia del Cáncer y con la Facultad de Medicina de la Universidad de Stanford, confirmó que las células T extraídas de varios pacientes y modificadas genéticamente con la técnica Crispr/Cas 9, eran capaces de prosperar y matar al cáncer varios meses después de ser manipuladas y trasfundidas en los enfermos.
El ensayo se hizo en tres pacientes de 60 años con cánceres avanzados que no respondían a los tratamientos estándar, dos tenían mielomas múltiples y un tercero sarcoma metastásico, todos ellos refractarios.
“Nuestros datos de los tres primeros pacientes inscritos en este ensayo clínico demuestran dos cosas importantes que, hasta donde sabemos, nadie ha demostrado antes”, destaca Carl June, del Centro de Cáncer Abramson: que “podemos realizar con éxito múltiples ediciones con precisión durante la fabricación” y que esas células “tienen una capacidad sostenida para atacar y matar tumores”.
Terapia celular CAR T
El estudio, liderado por Simon F. Lacey, está estrechamente relacionado con la terapia celular CAR T (que ayuda al sistema inmunitario de un paciente a reconocer, atacar y destruir las células tumorales) pero con algunas diferencias claves.
Como en la CAR T, los investigadores comenzaron por recoger las células T de la sangre de un paciente pero en lugar de armarlas con un receptor contra una proteína, el equipo utilizó la edición Crispr/Cas9 para eliminar tres genes.
Las dos primeras modificaciones genéticas sirvieron para eliminar los receptores naturales de una célula T y convertirla en un linfocito T sin restricciones y con mayor capacidad de lisis (ataque).
“La terapia CAR T consiste en poner una proteína para que el linfocito o la célula receptora tenga una diana que le lleve adonde tú quieras, pero este grupo ha ido más allá y, antes, realiza un paso clave: le quita las vías de señalización para que tenga menos frenos y pueda ser más efectivo”, explica a EFE Antonio Pérez Martínez, jefe de oncología pediátrica en el Hospital La Paz de Madrid.
En una tercera fase de edición, los investigadores eliminaron la señal PD-1, un punto de control natural que a veces bloquea a las células T para que no hagan su trabajo.
“Con este paso, los investigadores consiguieron un linfocito del propio paciente con una capacidad citotóxica basal más elevada” pero, además, y pese a hacer una triple modificación genética con Crispr, “el linfocito seguía vivo y seguía siendo efectivo”, subraya el investigador español.
En un último paso, los investigadores le insertaron un CAR T, un lentivirus específico para que la célula reconozca a un antígeno tumoral llamado NY-ESO-1 que principalmente se expresa en tumores sólidos, campo en el que, hasta ahora, la terapia CAR T no había tenido éxito.
Varios meses después de la transfusión, los investigadores extrajeron sangre de los pacientes y vieron que las células seguían siendo capaces de matar tumores.
“En estudios anteriores, estas células perdían su función en cuestión de días, por lo que el hecho de que las células editadas por el Crispr en este estudio conservaran la función antitumoral durante un periodo de tiempo significativamente más largo después de una sola infusión es muy alentador”, destaca June.
El estudio es una ‘prueba de concepto’ que demuestra que la tecnología Crispr/Cas 9 puede editar múltiples genes al mismo tiempo en humanos, “lo que ilustra el potencial de esta tecnología para tratar muchas enfermedades que antes no podían ser tratadas o curadas”, explica June.
Para Pérez Martínez, este estudio es “un cambio de paradigma y un claro ejemplo de la medicina del siglo XXI. La prueba de que la ingeniería genética y celular no tiene límites”, y la demostración de que este campo “será cada vez más complejo e individualizado” pero “es real” y “ha venido para quedarse y ofrecer nuevos tratamientos hasta hace unos años inimaginables y con perfiles de seguridad altos y un potencial curativo en desarrollo para enfermedades hasta la fecha incurables”.
“Crispr no nació para combatir el cáncer y estamos viendo que es una herramienta precisa y útil con capacidad de transformar un linfocito de un paciente haciéndolo mucho más eficiente”, subraya el investigador español.
“Y es que todas las investigaciones básicas y transversales que inicialmente pensamos que no podían emplearse en cáncer, lo han acabado haciendo. Es un claro ejemplo de la importancia de la investigación básica y de cómo debemos apoyarla todos, incluidos los investigadores traslacionales”, concluye Pérez Martínez.
Estos nuevos datos abrirán la puerta a estudios en etapas posteriores para investigar y extender este enfoque a un campo más amplio más allá del cáncer, según los investigadores.