Amanece a orillas del río Paraguay en el Pantanal. Dos niños indígenas juegan sobre un viejo bote de madera, que está atracado frente a Puerto Diana. Ambos tendrían entre 10 y 12 años. Mientras uno de ellos permanece sentado con timidez, el otro se lanza al agua, de espaldas, sin complejo alguno. Es temprano, cierto, pero hace calor. Esta es una de las tantas escenas que regala el día a día de las comunidades indígenas que viven en territorios del Gran Pantanal, lado paraguayo. Una extensa tierra de abundante riqueza en fauna y flora, que hoy busca ser un patrimonio mundial.
A lo largo de la ribera del río Paraguay que lleva al Pantanal, de lado a lado hay mucho verde. Pero lo que más resalta a lo lejos, en medio de la densa vegetación, son las elevadas palmeras. Cuando se navega a contracorriente, con dirección a Bahía Negra, hay un horizonte infinito de aguas calmas que se une con el cielo. Y justamente esto último es lo único que varía en el paisaje, mientras el resto sigue en la verde monotonía. De día uno se deleita con el amanecer, las nubes algodonadas que se espejan en el agua o los degradados colores del atardecer. De noche, en cambio, el cielo asombra con otro tipo de espectáculo: el de las constelaciones. Las estrellas se juntan o dispersan, y hacen una armonía perfecta.
Pero el Pantanal paraguayo es más que naturaleza. No solamente dispone de una belleza única, en lo profundo también se produce una inmensa biodiversidad. Teniendo en cuenta esto, desde el 2008 se busca que sea un sitio patrimonial para el mundo. Como Paraguay abarca solo una parte del Gran Pantanal de Sudamérica, que comparte territorio con Bolivia y Brasil, entonces se pensó en ejecutar un proyecto con esos dos países. Pero en ese momento, el plan no prosperó.
Sin embargo, hace dos años se realizó otro intento y se conformó un equipo técnico entre instituciones del Estado y una organización medioambiental buscando poner en marcha el proyecto de candidatura del Pantanal paraguayo, para que sea declarado Patrimonio Natural de la Humanidad. El proyecto se denomina “Desarrollo de un plan de gestión sostenible y participativo para el Pantanal” y su ejecución está encabezada por la Secretaría Nacional de Turismo (Senatur), que cuenta con la colaboración de la Secretaría Nacional de Cultura (SNC), la Secretaría del Ambiente (SEAM), la Comisión Nacional Paraguaya de Cooperación con la Unesco, la Gobernación de Alto Paraguay, el Instituto Paraguayo del Indígena (INDI), la Secretaría Técnica de Planificación (STP) y la Asociación Guyra Paraguay.
Cada institución envía a sus respectivos representantes para realizar una misión técnica al Pantanal paraguayo, puesto que dentro de su extensión habitan pueblos originarios. La tarea consiste en socializar con ellos sobre las intenciones de postular algunas de sus tierras a la Unesco, como Patrimonio Natural de la Humanidad. Es parte del proceso del proyecto contar con el consentimiento de quienes habitan en él.
Puerto Esperanza
La comitiva conformada para postular al Pantanal paraguayo como Patrimonio para la Humanidad llega en una embarcación a la primera comunidad indígena, que está ubicada en la ribera izquierda del río, camino a Bahía Negra: Puerto Esperanza. Allí viven aproximadamente 83 familias de la nación Yshir, según los últimos datos de la Dirección General de Estadística, Encuestas y Censos.
El viaje se hace en barco, ya que por tierra es imposible. Las condiciones no dan. Hace cuatro meses que los caminos están fangosos, por lo que no hay forma de desplazarse vía terrestre en la zona.
Con la llegada de los visitantes, hay muchas miradas curiosas. Solamente los líderes tienen conocimiento de la razón por la cual esta comitiva de técnicos llega hasta su pueblo, los demás no entienden por qué. Para estar al tanto de lo que se plantea, uno tiene que participar previamente de una reunión, que se hace en cumplimiento de la ley 234, que ampara la autodeterminación de los pueblos indígenas. La reunión tiene un nombre formal y legal: le llaman “Consulta previa, libre e informada”, cuyo objetivo es contar con el consentimiento de los pueblos originarios para la postulación del Pantanal.
Hay ancianos, adultos, niños y hasta bebés en brazos. “Queremos que el mundo sepa que ustedes están acá y que se conozca su lugar”, dice en un discurso dirigido a toda la comunidad Édgar García Duarte, representante de la Senatur. Contando a simple vista, hay más de 50 personas.
Mientras García explica lo que conlleva la candidatura, unos ponen caras serias y otros hacen muecas de incertidumbre, pero todos prestan atención. Él invita a participar y los pobladores empiezan a intervenir. Comentan, sugieren, expresan sus puntos de vista. El primero que interviene es un referente de la comunidad, quien deja unas palabras con un tono de ilusión: “Che aikuaa mávapa pe nde gueru” (Yo sé quién los trajo a ustedes), dice y hace una pausa larga. “Ñandejára” (Dios), exclama para cerrar su frase. Eso ayuda a romper el hielo, para que los demás también puedan manifestar sus inquietudes.
Es cerca del mediodía y la reunión continúa. El sol es calcinante. El suelo es seco, blanco y donde hay charcos, se ve que es arcilloso. Hay cotorritas volando en los alrededores y haciendo mucho alboroto. Se las ve en bandadas y sus nidos están por doquier. Una de las especies atractivas de esta localidad es un tipo de chancho, que se parece a un cerdo salvaje, pero en realidad es un cruce con otra raza. Hay al menos uno en cada familia.
En una localidad tan lejana de la realidad que viven las grandes ciudades, no faltan los reclamos a las autoridades ausentes. De este terreno, 1.800 hectáreas yshir fueron invadidas. Esto ocurrió ya en 1985, y desde entonces pasaron 35 años. Todavía nadie toma cartas en el asunto. “Alrededor nuestro, opáma ka’aguy (termina el bosque)”, señala un exlíder, Froilán Barboza, quien también participa de la convocatoria.
Después de muchas preguntas y aclaraciones, toda la comunidad se muestra de acuerdo con el proyecto del Pantanal como Patrimonio Mundial. Si bien esta propuesta no trae consigo beneficios directos, los lugareños entienden que sería un importante recurso con el que podrán conservar sus tierras para la subsistencia y la supervivencia de esta y las próximas generaciones.
Termina el momento de socialización y muchas mujeres ofrecen sus trabajos a los visitantes. Están hechos con karanda’y. Son canastos de diferentes diseños y tamaños. Otra actividad a la que se dedica esta población es la pesca.
Siguiendo aguas arriba
A medida que el barco se va adentrando en el Pantanal, la cantidad de camalotes que aparecen con la corriente del río aumenta. Estas plantas acuáticas se cruzan a lo lejos con el barco o pasan por debajo. En pocas oportunidades se ven aves durante la navegación, aunque tres mbiguá montan un show en pleno río. Vuelan en línea, coordinados y luego van al agua.
Las próximas paradas ribereñas son Karcha Bahlut y Puerto Diana. Así como Puerto Esperanza, son sitios con bosques ancestrales de la nación Yshir.
Karcha Bahlut cuenta con la menor cantidad de habitantes entre los pueblos yshir y tiene algunas peculiaridades. Por una cuestión cultural y patriarcal, los pueblos originarios siempre tuvieron por líder a un hombre. Pero aquí se rompe ese esquema: una mujer con actitud determinante lidera esta comunidad, se llama Nancy Vierci.
Durante la reunión con la comitiva técnica del Proyecto Pantanal, Nancy aprovecha para exigir mecanismos de control para la veda y protección de los bosques, que diariamente sustentan a esta población. Tras ser escuchada y debatir sobre el tema con su comunidad, da su consentimiento para que el Pantanal se postule a la Unesco. Aquí el diálogo se da sin demasiados preámbulos. Concluida la formalidad de acuerdos, los referentes invitan a los visitantes a realizar un recorrido por el pequeño pueblo. Desde una posición se pueden contar las casas, que son pocas: algunas de material y otras hechas de la madera del karanda’y.
Más al fondo del pueblo vive un chamán, un anciano quien, de la alegría de ver llegar visitas a su casa, va en busca de su instrumento –un enorme sonajero con plumas–. Ya apenas camina, hace pasos cortos, se seca a cada rato los ojos y habla con dificultad. Igual hace un cántico con mucho ruido para sus visitantes. Otro aspecto peculiar de Karcha Bahlut.
El panorama en Puerto Diana, sin embargo, es un poco más crítico. Son más de 100 familias con quienes conviven habitantes de Puerto Pollo y Puerto Caballo. Aquí hay tres líderes, uno por comunidad, y se observa algo más que casas de karanda’y: también las hay de lapachos. El suelo es igualmente seco y blanco. Incluso hay mayor tecnología: muchas casas tienen antena para canales de cable. El diálogo en este punto del Pantanal se hace un poco más complicado y a la comitiva técnica le cuesta llegar a un consenso. A pesar de eso, es aprobada la idea de que el Pantanal paraguayo sea un Patrimonio para la Humanidad.
De Paraguay al mundo
Si bien las visitas a las comunidades son una formalidad que el equipo técnico del Pantanal cumple para postular el proyecto a la Unesco, ese aspecto ayuda a visibilizar la vida humana que también acoge el Gran Pantanal desde hace cientos de años. Son pueblos que se sustentan de lo que la naturaleza les provee y, por ende –de alguna manera –, son custodios del entorno que los rodea para seguir sobreviviendo. Esto reafirma que el lugar es definitivamente una cuna de diversidad.
Para conocer realmente el Pantanal a fondo, es necesario llegar hasta la Estación Biológica Los Tres Gigantes. Es ahí donde existe la oportunidad de ver distintas especies animales. La temporada ideal es cuando descienden las aguas, en tiempos de sequía.
“En agosto comienza a bajar el nivel del río, en un ciclo normal. Aunque desde hace tres años, con el cambio climático, los ciclos van variando. Pero cuando baja, hay mucha más concentración de peces. También se da el Festival de Aves, donde hay una migración importante de pájaros acuáticos, porque es la época de sequía. Esto se ve entre setiembre y octubre. Los grandes mamíferos también deben andar distancias enormes para beber agua, y ahí podemos verlos. Hoy el agua está en todos lados, por eso los animales no hacen esfuerzos buscando sitios donde beber”, cuenta Rodrigo Zárate, de Guyra Paraguay, quien hace 15 años se dedica a la protección medioambiental.
Actualmente, las amenazas más graves a las que se expone el territorio del Pantanal son la deforestación y el proyecto de hidrovía, que implica canalizar el río Paraguay para que haya mayor eficiencia de navegación. En el lado brasileño se construirán hidroeléctricas que causarían graves impactos en los cauces de agua que llegan hasta ahí. Del lado boliviano, desde el punto de vista de Zárate, se podría recibir la mayor amenaza, con la minería a cielo abierto del Proyecto Mutún, para la explotación de manganeso.
La finalidad más importante del proyecto que se presentará a la Unesco es proteger esta área de todas estas amenazas, ya que el sitio comprende un espacio de 245.000 hectáreas, desde Fuerte Olimpo hasta Bahía Negra.
Este es el Pantanal, un paraíso paraguayo que busca ser Patrimonio Natural de la Humanidad.
Las Misiones Jesuíticas de Jesús y Trinidad hasta el momento son el único Patrimonio Cultural de la Humanidad en Paraguay, declarado por la Unesco en 1993.
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Datos históricos
• Guido Boggiani fue un italiano que realizó una expedición en el Chaco, donde entró en contacto con los indígenas de Alto Paraguay y se interesó en estudiarlos. Él tomó y reveló cientos de fotografías en la selva, que hoy son parte de los registros de la historia. Según el relato yshir, Boggiani murió en manos de sus ancestros, en sus tierras. Pensaron que la cámara fotográfica que usaba les robaba el alma.
• El Alto Paraguay está en Chaco Boreal, limita con el norte boliviano, zona donde también fue la Guerra del Chaco. Los indígenas yshir ayudaron a soldados paraguayos durante su enfrentamiento con Bolivia.
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Comitiva de expertos
El equipo técnico que realizó la misión a las comunidades por el proyecto Pantanal, como Patrimonio de la Humanidad, estuvo conformado por los siguientes representantes: Édgar García Duarte, de Senatur; Claudelino Balbuena (yshir), de la SNC; Ramón Chilavert y Francisco Giménez, de SEAM; Delia Ramírez, de Unesco; Denis Chiquenoi, de la Gobernación de Alto Paraguay; Jean Baptiste Jacquel y Renaud Gache, de STP; Camilo Benítez, Rodrigo Zárate y Tatiana Gallupi, de Guyra Paraguay. También acompañó Carlos Franco, del INDI.
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Sitio Ramsar
La convención de Ramsar es una cooperación internacional que garantiza la conservación y el uso racional de los humedales mediante acciones locales y nacionales. El humedal de Río Negro, que se encuentra en el Pantanal paraguayo, fue declarado sitio Ramsar en 1995. Este lugar se caracteriza por sus formaciones de lagunas y diversidad biogeográfica.
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Cómo llegar
De momento, para llegar hasta el Pantanal se debe hacer un viaje al distrito de Bahía Negra. Guyra Paraguay, en su página web, indica tres vías. Terrestre, en un vehículo 4x4, por una ruta no pavimentada (la cual no es posible transitar actualmente), o en bus, con la empresa Stel Turismo. Otra forma es por barco, en el Aquidabán, que llega una vez por semana desde Concepción. El viaje dura cuatro días. Y por avión, con el Servicio de Transporte Aéreo Militar (Setam). Todos los detalles están disponibles en www.guyra.org.py