Cuando leí la noticia publicada en los medios, la primera idea que emergió fue: hay gente que no debería tener ni una insinuación de poder... son capaces de cualquier disparate con tal de ejercerlo. Y ese es el caso de Bernardino Martínez, defensor municipal de la capital, quien dio entrada ayer a un pedido oficial de cambiar de nombre al epónimo y emblemático Cerro Lambaré por el de Cerro Asunción.
Amparado en un supuesto pedido de vecinos, el funcionario alega que la denominación debe ser modificada porque la elevación orográfica ahora está en municipio asunceno y debe cuidarse el interés territorial de los capitalinos.
En realidad el asunto de la protección del patrimonio no pasa por la denominación, sino porque efectivamente haya políticas públicas de mantenimiento y protección. El lugar está abandonado y derruido. La escasa infraestructura que ostenta está asolada por rapiñadores ocasionales y las comodidades para el disfrute de la población (otro de los argumentos para el pedido) son cosa inexistente.
No obstante, al parecer el defensor vecinal necesita no solo saber mejor su obligación, sino además mejor lectura o conocimiento de la historia. Y por supuesto, entender que un cambio de denominación, como es este caso, no es una simpleza; constituye una modificación sustancial de una serie de detalles que hacen a la historia, al área de influencia y al patrimonio tangible e intangible, como tal.
Martínez considera que el Cerro Lambaré debe adoptar el nombre del municipio donde se encuentra. Si hubiera pasado a estar en Luque, debiera llamarse Cerro Luque, y así... Esta lógica plana es similar a innumerables decisiones y elucubraciones que muchos funcionarios públicos con poder de decisión ostentan; y muchas autoridades electas, que es peor, tanto en los poderes del Estado como en los municipios y departamentos. Aquella frase: tavy nañande jukái, pero ñande guereko asy, es una máxima vigente. Los actos de los agentes públicos producen a veces más daños que beneficios. Este es uno de esos casos.
Lambaré es el nombre asignado al cerro en homenaje al cacique que lideraba en la zona una de las agrupaciones y comunidades indígenas más referenciales y resistentes ante los embates de la invasión española a la región; hay quienes dicen que incluso la zona era conocida como ãmbare, la de los habitantes de las sombras. La ciudad fue fundada en el siglo 18 y recibió el nombre como derivación. En el siglo 19 toda el área pasó a formar parte de Asunción hasta su separación como municipio en 1962. A lo largo de los tiempos el cerro fue objeto de disputa entre ambas ciudades, llegando incluso al Legislativo con leyes sancionadas y vetadas. En todo ese tiempo, el nombre de la elevación jamás fue puesto en discusión, porque es parte del patrimonio que representa.
Por esta y muchas otras razones que hacen a la necesaria búsqueda del trabajo eficiente y eficaz de los empleados del Estado, municipal en este caso, es que el planteamiento del defensor vecinal constituye un acto de desprecio hacia la historia, la gestión pública y la población. Lo que se espera de él son actos y decisiones que puedan beneficiar a todos, tanto en servicios como en bienestar en la ciudad que habita, con respeto a sus derechos y cumplimiento de sus obligaciones.