Ubicado a 30 kilómetros de Asunción, en el sitio conviven los zorros, el mykurê, el teju guasu, las serpientes. Y hasta hace unos pocos años incluso hubo vecinos que dijeron haber observado a un venado. En un lugar con tanta vegetación e historia, los secretos son de esperarse. “Se suele ver a muchas especies con el cambio de estación”, asegura Celso Brizuela (30), guardaparques del cerro, oriundo de Caazapá. “Pero cuando hay gente que nos visita, los animales escuchan el ruido y buscan a dónde ir”.
Declarada como monumento nacional en 1993, y como reserva protegida al año entrante, esta maravilla ubicada a 200 metros sobre el mar recibe una media de 1.000 a 2.000 personas al mes. “Esta es la temporada alta. Y también cuando terminan las clases en los colegios, en las vacaciones”, comenta Brizuela, sentado en el escritorio de su oficina, concentrado en los trípticos que se ofrecen a los visitantes al comienzo de los paseos.
Al cerro acuden personas de diferentes países del mundo: Alemania, Francia, Estados Unidos. “Normalmente, cuando vienen por primera vez, se les da una charla de introducción. Toda la información básica del área”, cuenta el guardaparques antes de referirse a las paradas, cada una de ellas numeradas y con nombres como Habitantes del cerro, Kurupa’y Renda, Plata Yvyguy, Kava Itá, Amba’y Kua y De cantera a Monumento. También existe una historia del lugar resumida hasta el momento de su descubrimiento, titulada como el sendero Ita Pucu.
La dificultad del sendero es media, de acuerdo con el guardaparques. Solo hay un sector que exige mayor esfuerzo por parte del visitante, unos 20 o 30 metros de escalada para la que se recomienda usar zapatos cómodos y resistentes. En total son 1.200 metros de recorrido. “El acceso a los visitantes se permite de forma limitada por cuestiones de seguridad”, explicó Brizuela, “porque el resto del lugar se deja para los animales, y también porque hay partes de los cerros en donde las rocas se van cayendo”.
En la década de los noventa, el cerro era usado como cantera. Una buena parte de las rutas de Areguá están compuestas con las rocas que pertenecían al cerro. “También por esa razón se restringe el acceso cuando llueve, porque las rocas son areniscas, livianas, sedimentarias, y se desprenden fácilmente”. Aunque la entrada se permite a todos los interesados, existe una serie de reglas a seguir.
INDICACIONES. No se permite el ciclismo, tampoco hacer campamentos, ingresar bebidas alcohólicas o usar parlantes que emitan música. “También se recomienda siempre andar por las partes señalizadas”, indica Brizuela mientras apunta a uno de los carteles instalados en medio del sendero del cerro. “Hay partes medio rocosas, entonces se necesitan vestimenta y zapatos adecuados, con los que se puedan evitar problemas de torcedura de tobillo y demás”.
El monumento es visto por los expertos como una peculiaridad geológica, pues tiene rocas únicas que adquirieron su forma debido a un fenómeno ígneo registrado hace millones de años. “Las rocas son únicas, areniscas columnares. Tienen la particularidad de tener varios lados, son pentagonales, hexagonales. Solamente existen en tres países: Canadá, Sudáfrica y Paraguay. Eso hace que el cerro sea único en Sudamérica”.
Quienes desean descubrir el cerro deben realizar una solicitud a la Dirección de Áreas Silvestres Protegidas del Ministerio del Ambiente y Desarrollo Sostenible (Mades). El horario va desde las 08:00 hasta las 16:00, de lunes a viernes. El recorrido dura aproximadamente 50 minutos.
MÁS DATOS
Formaciones exóticas
Solo tres países en el mundo registran la existencia de las raras formaciones que pueden hallarse en el Cerro Kõi: Canadá, Sudáfrica y Paraguay.
Monumentos naturales
El Cerro Kõi comparte espacio con el Cerro Chorõrî, que tiene 5 hectáreas. Ambas son consideradas como monumento natural desde 1993.
Maravilla turística
Más de 10.000 personas, entre científicos, estudiantes y turistas de todo el mundo visitan el cerro durante todos los meses del año.
De elevado potencial económico y turístico
La visita al Cerro Kõi no solo revela un ecosistema amplio y variado, sino también una serie de necesidades que los responsables de su cuidado deben atender.
Aunque ya no se registran asaltos ni situaciones peligrosas, el sitio carece de señalizaciones apropiadas y no cuenta con baños sexados. La experiencia, de acuerdo a quienes conocen el cerro, además podría aprovecharse mucho más de contar con mayor financiación.
“Hay muchos lugares en el mundo en los que existe un comité de recepción que ofrece a los visitantes un baile, cantos y otras cosas más dentro de los patrimonios”, cuenta el geólogo Diego López de la Facultad de Ciencias Exactas de la Universidad Nacional de Asunción.
Atendiendo a la gran cantidad de visitas que recibe un sitio como el Cerro Kõi, el profesional señala que las instituciones encargadas podrían aprovecharlo para impulsar económicamente a los pobladores. “La gente está sin trabajo, el artesano quiere vender, el gastronómico también, pero todo se concentra en el casco urbano”, reflexiona.
La particularidad del cerro, relacionada a su composición, es un atractivo muy poco frecuente de acuerdo al experto.
“Tiene que ver con que a finales del Cretácico, principios del Paleógeno, ya entrando en el Cenozoico, los últimos impulsos térmicos que desarrollaron algunos lugares permitieron el ingreso de un material ígneo incandescente que afectó todo el lugar. Entonces, esa contracción que produjo la alta temperatura fue desarrollando de forma perpendicular esas columnas. Esta estructura es vertical y afectó toda esta parte de forma perpendicular. Pero no hay un cartel que diga nada de esto en el cerro”.
En tal sentido se manifiesta Blas González, director de la oficina departamental de la Secretaría Nacional de Turismo (Senatur), quien apunta a la construcción de las rutas turísticas como medio para la promoción y la puesta en valor de los monumentos. “El Cerro Kõi es una figura emblemática, no solamente para Areguá sino para Central y también para el país y el mundo”, destaca. “Así que tenemos que hacer un inventario de todo lo que tiene y promocionarlo”.
González también apoya la inclusión de los ciudadanos alrededor de los monumentos. “La población se tiene que beneficiar sí o sí”, opina. “Y esto se puede lograr a través de una ruta turística geológica en donde uno pueda ver el cerro y también conocer, por ejemplo, la artesanía de Areguá, la gastronomía, etcétera”.
El objetivo, insiste, es darle una personalidad a los monumentos considerados como patrimonios naturales, “que el visitante disfrute y les dé verdadera importancia”.
El primer paso, no obstante, debe ser atender a las necesidades más urgentes. “Para la cantidad que recibimos al año, los baños a veces no dan abasto”, resalta por su parte Celso Brizuela, el guardaparques del cerro. “A veces tienen que hacer fila”, recalca.
A partir de su experiencia en el Cerro Corá, en donde también trabajó como guardaparques durante dos años, Brizuela concuerda en que debe existir una renovación de las señalizaciones y los materiales facilitados al público. “Faltaría una pequeña inversión para estas cosas. Y también para la parte de seguridad”, añade, “porque nosotros vigilamos en los alrededores, pero suele haber gente que quiere entrar sin permiso”.