22 dic. 2024

Charly canta con Cobain

Hace unas horas fue lanzado el nuevo disco de Charly García, La lógica del Escorpión. Desde la musicalidad silábica de su título –que remite en sus acentos a otros como Parte de la religión (1987) o La hija de la lágrima (1994)– es un regreso a las tonalidades “positivas” de los años 80 y comienzos de los 90 de su música. La voz rota por el trasiego de los años, tuneada lo justo por momentos, se adecua bien a esa positividad, con hallazgos de certera y sabia ancianidad en varios pasajes. En una de las canciones, el blues “El club de los 27”, al tiempo de declarar que vuela “sobre este mundo traicionero y digital” en el que “hay algo que no me cierra”, Charly homenajea a sus tácitos “amigos” muertos a los 27 años. Entre otros, a Kurt Cobain, líder de la banda Nirvana, fallecido por manos propias en abril de 1994.

En varias ocasiones, el músico argentino declaró que Cobain fue su último “héroe” del rock y del pop. Ese heroísmo juvenil, finalmente, suicida tiene que ver con una actitud compositiva y también performativa ciertamente radical, crítica políticamente con un establishment corporativo y sonoro que Charly cultivó para sí mismo no sin contradicciones durante su carrera, al menos hasta sus crónicos problemas de salud que lo fueron alejando de los escenarios. Una actitud que ha desertado de la mayor parte del mainstream industrial y digital e incluso de sus periferias más conectadas e inquietas, asimilada en última instancia como producto inofensivo, condescendiente y muchas veces cursi.

En este sentido, resulta interesante comprobar en qué andan hoy mismo los otros dos integrantes de Nirvana, tres décadas después del fallecimiento de Cobain. Esta semana el otrora baterista Dave Grohl, líder de la banda Foo Fighters, sorprendió confesando una infidelidad a su esposa desde hace 21 años, Jordyn Blum, que terminó en el nacimiento de una niña extramatrimonial. “Quiero a mi mujer y a mis hijos y estoy haciendo todo lo que puedo para recuperar su confianza y ganarme su perdón”, escribió en sus perfiles de redes sociales, visiblemente necesitado de hacer público su pedido de perdón.

Instantáneamente, las swifties –multitudinarias admiradoras de la artista pop Taylor Swift, quien esta semana se politizó anunciando su apoyo a la candidata demócrata Kamala Harris contra Donald Trump– se cebaron del particular momento de Grohl a raíz de que este había criticado a Swift asegurando que no hace “música en vivo”. Como “karma” calificaron su situación las fans de quien también esta semana arrasó en los premios MTV, el de alguien que ataca a una artista femenina y “no respeta a las mujeres”. Envuelto en la trampa mediática del entretenimiento, en el “melodrama” de Grohl se expresa el tipo de moralismo que domina hoy el show businnes.

Por su parte, el bajista Kris Novoselic, alejado de la música profesional, se encuentra decididamente politizado. Es candidato a presidente de los Estados Unidos por el centroderechista Cascade Party of Washington. Aunque su intención no era ser candidato nacional –las leyes electorales de Washington lo obligan para competir localmente–, la plataforma ideológica de Novoselic es representativa de una nueva corriente nacional (y mundial) en los Estados Unidos: Un partido en el que todo, las asambleas y las votaciones, se decide de manera virtual. El partido persigue la “creación de riqueza y el éxito” individual, aunque busca “prevenir los abusos del capitalismo”; apoya la “agricultura familiar” en Washington; se define “medioambientalista” con “una transición hacia la energía renovable”; se opone a la censura electoral del bipartidismo; y defiende la “calificación crediticia” (credit score) en asuntos de “asistencia sanitaria”. En fin, un mejunje ideológico muy de esta época.

En vano nos preguntaremos qué pensaría de todo esto el más bien izquierdista y feminista Cobain. “Muchos pobres/ pocos ricos/ ellos no van a entrar”, cantaría con Charly tal vez en el blues crepuscular, mientras sus compañeros vivos llenan las páginas del periodismo rosa y político.

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