La noticia, que tuvo más repercusión en los medios argentinos que en los nuestros, fue acompañada por el consabido video “en modo humilde” en el que el ex arquero abraza a ancianos y niños en un mercado.
No competirá en la interna colorada –renunció a la ANR hace unos meses– ni en la Concertación opositora. Sin referentes conocidos que lo acompañen, se lanza solo, utilizando al Partido de la Juventud, un membrete comodín que desde hace años se alquila a quien lo requiera. Lo de “solo” hay que tomarlo con pinzas, pues se trata del paraguayo más famoso del mundo. Ese dato, por sí solo, nos obliga a estudiar su presencia en el escenario electoral.
La primera dificultad surge al intentar definir su pensamiento político. El Chila es problemático, pues ha apoyado a una multitud de figuras políticas. En 1996 dio su respaldo al candidato a intendente liberal Martín Burt, con quien anunció un proyecto destinado a crear canchitas barriales para estimular el fútbol infantil, lo que resultó ser puro humo. En 2007 apoyó a Luis Alberto Castiglioni en las internas de la ANR, pero un año después apareció en sonrientes fotos con Fernando Lugo. Tras el juicio político del 2012, se alió al nuevo presidente, Federico Franco. Finalmente, en los comicios del 2013, se mostró a favor de Horacio Cartes. Dos años después, con el eslogan “Los número 1 nos entendemos”, su figura fue utilizada por la campaña del colorado Arnaldo Samaniego a la intendencia de Asunción.
Resulta complicado definir a quien, en 2014, declaró que quería ser “un dictador democrático”, una paradoja solo explicable en la niebla mental del que mezcla verborragia con poca lectura. Al fin y al cabo, hablamos de alguien que asegura meterse a la política para “hacerles frente al socialismo y a la izquierda”, pero no resistió la tentación de visitar a Evo Morales y Pepe Mujica para una oportuna fotografía.
Chilavert es un facho poco ilustrado. Últimamente fue arropado por Javier Milei, diputado ultraliberal argentino, con quien dice identificarse: “Él tiene un pensamiento libertario, yo soy más liberal”, “Más o menos sigo las ideas de Mauricio Macri y Javier Milei”. Ya lo escucharemos denigrar a “la casta política”, pese a los referidos abrazos del pasado. Por ahora arremete, con tosco arsenal de argumentos, contra el populismo, subsidios y la “agenda 2030”.
Entre los dos partidos tradicionales y algunos del tercer espacio, el espectro político paraguayo tiene los lotes de la derecha bastante poblados. Eso podría ser un problema si la ideología importara algo aquí. Igual, Chilavert irrumpiría por la extrema derecha con un discurso al que llaman libertario que, entre lo bizarro y lo exaltado, ataca las regulaciones estatales y los derechos colectivos y aboga por la libertad económica.
Chilavert es vocinglero, pendenciero y de pocas ideas. Pero a la cancha a la que se tira le sobran protagonistas con esas mismas características. Y con más veteranía. Habría que ver si la envergadura de su carisma y su fama alcanzan la talla exigida por la política. Juan Carlos Galaverna, al ser consultado sobre dicha candidatura, respondió: “Si José Luis Chilavert junta mil votos me hago monje benedictino y travesti”. Se trata, obviamente de una frase desatinada, pues Chilavert obtendrá muchos votos más y el senador colorado está demasiado viejo como para ejercer cualquiera de esas dos opciones.
En realidad, hay que ser precavido con estas predicciones, pues la historia latinoamericana está repleta de sorpresas electorales protagonizadas por personajes con mucha popularidad. Sobre todo en sociedades donde el hartazgo contra la política tradicional es muy alto. Pero la atención que le ha prestado nuestra prensa hasta ahora es poco prometedora.
Cuántos votos sacará Chilavert y, sobre todo, a quién, son dudas que empezaremos a dilucidar en las próximas semanas. Pero que todo esto ocurra con tan poco entusiasmo y emoción es una calamidad de mal augurio para alguien tan histriónico.