13 sept. 2024

China, Rusia, Irán y Corea del Norte ¿Nuevo “Eje de Mal” o alianzas por conveniencia temporal?

Las crecientes interacciones entre los cuatro regímenes autocráticos y su connotación para la política exterior de Estados Unidos y sus aliados occidentales.

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Jorge Daniel Codas Thompson
Analista de política internacional

En años recientes, sobre todo a partir de la invasión rusa a Ucrania en febrero de 2022, un número creciente de analistas de asuntos internacionales, funcionarios de política exterior y altos mandos militares estadounidenses, evocando la famosa frase del presidente George W. Bush sobre el “Eje del Mal”, conformado por Irán, Irak y Corea del Norte han argumentado que China, Rusia, Irán, y Corea del Norte se encuentran cada vez más alineados en su conducta internacional. Independientemente de los términos para su descripción, los expertos y altos funcionarios han tendido a visualizar la interacción entre estos regímenes como una amenaza geoestratégica monolítica para los Estados Unidos.

Sin embargo, un análisis de la dinámica de las relaciones entre los citados países exhibe un panorama distinto. Si bien los mismos están interactuando más intensamente que en épocas pasadas, sus alianzas destacan más como un conjunto de acuerdos pragmáticos, en gran medida bilaterales y, en muchos aspectos, solo temporales, bajo la premisa de que la política exterior estadounidense los afecta negativamente en cuanto a sus intereses nacionales.

Por ende, agrupar a estos cuatro rivales de Estados Unidos como si actuaran como un “eje malvado” impide analizar las ambiciones geopolíticas de cada régimen y los intereses nacionales que los motivan. En lugar de verlos como un bloque, visualizar su cooperación como una serie de acuerdos bilaterales superpuestos, pero distintos permite entender mejor la relación, y eventualmente diseñar una respuesta más eficaz por parte de Estados Unidos y sus aliados.

Desde el inicio de su invasión a Ucrania, Rusia se ha visto aislada de los mercados internacionales por las sanciones de Estados Unidos y la Unión Europea y ha sido la que más ha buscado asistencia económica, militar y diplomática de sus aliados. China se ha erigido en su mayor apoyo económico, convirtiéndose Moscú en la mayor fuente de petróleo crudo de China, dándole acceso a significativos ingresos económicos de importancia vital para el gigante ruso. Al estar Rusia sancionada por Occidente, China adquiere el petróleo ruso con significativos descuentos. El comercio bilateral se ha incrementado de forma exponencial hasta una cifra récord de 240.000 millones de dólares en 2023, ya que los bienes chinos inundaron el mercado doméstico de Rusia. Aún más vital para Rusia, China ha proporcionado tecnologías de doble uso civil/militar. Ambas fuerzas armadas han realizado recientemente ejercicios militares conjuntos.

Si bien la cooperación entre Rusia y China es la más sustancial y preocupante para Estados Unidos y sus aliados, presenta evidentes limitaciones. Aunque Moscú y Pekín han hecho mucho para superar su desconfianza mutua, sus intereses no están perfectamente alineados. Un ejemplo destacado lo constituye la visita de Putin a China en mayo pasado. Más allá de la propaganda desplegada por ambos regímenes, el presidente ruso no obtuvo ningún acuerdo significativo. En particular, no se logró un acuerdo para el gasoducto Power of Siberia 2, destinado a redirigir el gas natural ruso desde Europa a China, que ya lleva años sin avances.

Básicamente, la relación entre ambos regímenes se basa en la conveniencia a corto plazo. Rusia necesita que China sea su proveedora de financiamiento, una situación de potencial dependencia conveniente a los intereses de Beijing. El régimen chino presiona por condiciones preferenciales en los contratos de petróleo y gas, pero deja pasar la oportunidad de garantizar el suministro a largo plazo de gas ruso a bajos precios, que requeriría una significativa inversión. El presidente chino, Xi Jinping, parece ver a Rusia como un simple medio de proyectar el poder chino en la arena global, y es posible que renuncie a su asociación con Putin si percibiera que esta alianza dejara de serle útil.

Con relación a Corea del Norte e Irán, Rusia también ha estrechado la cooperación, pero la misma se centra en las necesidades militares de Moscú. En el caso norcoreano, se estima que el mismo ha transferido más de un millón de rondas de municiones a Rusia desde el inicio de la guerra en Ucrania. A cambio, Pynonyang ha obtenido el apoyo de Moscú en el Consejo de Seguridad de la ONU y un acceso significativo al petróleo ruso. Además, ambos países firmaron un acuerdo de defensa mutua en caso de guerra con otras potencias, aunque los vagos términos del mismo no permiten visualizar su alcance.

La alianza entre Rusia e Irán también se centra en lo militar a corto plazo, pues Moscú ha estado recibiendo armamentos para la guerra en Ucrania, en particular misiles balísticos y drones. Moscú, por su parte, ha ofrecido proveer de armamento a los rebeldes hutíes en Yemen, aliados de Teherán, contribuyendo así a los ataques de dicho grupo a los buques cargueros en el Mar Rojo. Sin embargo, esto no se ha materializado aún, poniendo en duda la intención rusa de profundizar en las relaciones con Irán.

Más allá de las relaciones bilaterales centradas en Rusia, la cooperación dentro del grupo es significativamente más limitada, lo que debilita las afirmaciones de que los países están actuando como un bloque para desafiar los intereses de Estados Unidos. A pesar de su alianza formal y vínculos históricos, las relaciones de China con Corea del Norte no parecen estar en su mejor momento. Los líderes chinos se muestran preocupados por el discurso agresivo del régimen norcoreano y su activo programa de desarrollo militar nuclear, lo cual podría acarrear un aumento de la ya significativa presencia militar de Estados Unidos en la península coreana y otros aliados asiáticos, sobre todo Japón. Posiblemente por el mismo motivo, China se ha mostrado renuente a formalizar una alianza militar con Moscú y Pynonyang respecto a Estados Unidos.

La relación entre China e Irán se centra principalmente en el intercambio económico. Aproximadamente el 85% de las exportaciones petroleras de Irán las absorbe China, con un descuento de aproximadamente 20% en los precios de cada barril de petróleo. Beijing ha mediado asimismo para la normalización de las relaciones entre Irán y Arabia Saudita, y ha proveído un apoyo limitado a Irán respecto a su interacción con la Agencia Internacional de Energía Atómica, con el objetivo de reactivar las negociaciones entre Teherán y Occidente respecto al programa nuclear iraní. Sin embargo, China no ha dado señales de un apoyo irrestricto a Irán si este decide proseguir con su programa nuclear sin voluntad de diálogo con Estados Unidos y la Unión Europea.

El análisis de las crecientes relaciones entre China, Rusia, Irán y Corea del Norte deberían indicar que los tomadores de decisiones en Washington tendrían razones valederas para alarmarse, y en efecto es así al analizar la interacción estratégica entre los cuatro regímenes. Sin embargo, como se ha podido apreciar, las interacciones son en su mayor parte bilaterales, y no exhiben un perfil de alianza global o siquiera regional. Ciertamente, la colaboración entre China y Rusia en el Consejo de Seguridad de la ONU ha logrado bloquear las iniciativas diplomáticas lideradas por Estados Unidos respecto a Corea del Norte. Los ejercicios militares conjuntos entre China y Rusia permiten la coordinación de ambas fuerzas armadas para un eventual conflicto con Estados Unidos. Por su parte, las importaciones de petróleo iraní por parte de China le dan a Teherán acceso a ingresos económicos vitales para superar, al menos parcialmente, las sanciones de Estados Unidos y la Unión Europea.

Sin embargo, como se ha visto, un análisis más detallado de las interacciones entre las cuatro potencias antioccidentales no indican relaciones profundas de largo plazo. Se ha mencionado ya la reticencia de Beijing de solidificar las relaciones con Moscú por medio de la construcción de un gasoducto de potencial estratégico. Si bien sería incluso irresponsable minimizar la cooperación militar de Rusia con Irán y Corea del Norte, esta parece estar vinculadas estrechamente con la guerra en Ucrania.

Por tales motivos, el análisis que diferencia una alianza profunda y monolítica entre China, Rusia, Irán y Corea del Norte de un conjunto de relaciones más bien bilaterales y potencialmente temporales es de importancia estratégica para la respuesta que Estados Unidos y Occidente deberían diseñar. En lugar de tratar a estas cuatro potencias como un bloque unificado, los tomadores de decisión occidentales deberían adoptar estrategias diferenciadas que aborden los desafíos particulares que plantea cada país adversario y se centren en los intercambios bilaterales que resultan potencialmente más peligrosos. En concreto, en lugar de centrarse en sanciones económicas y financieras amplias, los gobiernos occidentales deberían implementar un sistema de incentivos orientados a exacerbar las diferencias de intereses nacionales de los cuatro países. China, en particular, a cambio de ser aceptada como actor válido en foros multilaterales dominados por los países occidentales, podría limitar la venta de tecnología de uso dual civil-militar a Rusia. De manera similar, un paquete de negociación con Irán que vuelva a poner en vigencia un acuerdo que limite el desarrollo nuclear iraní al uso civil a cambio de una relajación de restricciones a la inversión en su industria petrolera y la comercialización de petróleo en los mercados globales, podría lograr la suspensión de ventas de armamentos y tecnología militar a Rusia.

En síntesis, si bien los cuatro países que hoy se oponen a Occidente preferirían un orden mundial que no tuviera a Estados Unidos como líder global, la evidencia empírica no apunta a un bloque geopolítico de unidad granítica. Una acertada política exterior de Occidente tendiente a evitar exacerbar los conflictos con China, Rusia, Irán y China, con una adecuada combinación de incentivos positivos, podría de hecho lograr evitar que un eventual “Eje del Mal” llegara a consolidarse en el futuro.

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