En varias ciudades del país se han cancelado espectáculos, fuegos artificiales y todo tipo de actos masivos, pero además se ha aconsejado a la gente que evite las reuniones familiares numerosas y se limite a pasar las festividades con sus parientes más cercanos, según comprobó este domingo Efe.
Además de la Nochevieja, los chinos suelen aprovechar los cinco primeros días del año para visitar o salir a comer con tíos, primos y abuelos, algo que este año la mayoría no harán por temor al virus, que ha dejado ya 26 muertos y 887 contagiados.
En Pekín estará cerrada a partir de mañana la Ciudad Prohibida, uno de los íconos del país, visitada diariamente por miles de turistas, al igual que lo estará el Templo del Lama y el Parque de la Tierra, populares lugares de celebración del Año Nuevo de los pequineses.
También cerrarán el Museo Nacional, la Biblioteca Nacional, el Museo de Arte y la Mansión del Príncipe Kung, mientras que en otras grandes ciudades como Shanghái se clausurará el popular Parque Disney, al igual que todos aquellos centros que conlleven una congregación numerosa de personas.
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En todo el país sucederá otro tanto, aunque los cines no cerrarán pero no exhibirán las populares películas tradicionales del Año Nuevo sino filmes sin apenas interés para que la gente, en la práctica, no acuda a las salas.
Un año triste
“Es un año especial, un poco triste para mí, no vamos a ver a la familia y el ambiente está intranquilo, con toda la gente con máscaras por la calle”, comentó a Efe Zhang Ping, una mujer de 35 años, que reconoce que no tiene “el sentimiento habitual del Año Nuevo chino”.
Como muchos otros compatriotas, esta profesora de instituto recibió a través de internet anuncios del gobierno con recomendaciones que pedían evitar las reuniones familiares numerosas y quedarse mejor en casa viendo la televisión.
Unos consejos que llevaron a Zhang a cancelar los encuentros con sus tíos o primos y a suspender también la tradicional comida en un restaurante que celebra todos los años con sus cuatro mejores amigas.
“Todas somos madres y no queremos que pueda siquiera haber la posibilidad de contagiar el virus a nuestros hijos, de entre cuatro y nueve años”, explica.
Una de sus amigas canceló además el viaje que tenía previsto a otra provincia para visitar a sus familiares, al igual que han hecho miles de chinos, especialmente desde que ayer las autoridades anunciasen que no habría gastos de cancelación para quien quisiera devolver su billetes de tren.
Efectos en los negocios y la economía
Algunos no parecen estar tan preocupados por el virus como por los efectos que está teniendo en las celebraciones o los que podría tener en la economía del país.
“De verdad es un fin de año triste, nunca había vivido uno así. Todo el mundo se quedará metido en su casa lo que tendrá efectos en los negocios y en la economía”, opina Ying Chingsei, un joven abogado de 30 años que pasará las fiestas en Pekín, donde viven su padre y su hermana.
Ying asegura haber leído en las redes sociales chinas que en Wuhan ha habido muchas críticas contra el Gobierno local, que afirman que escondió casos en los primeros días del virus y no gestionó bien la infección.
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“En los hospitales faltaban mascarillas, no había espacio y mandaron a alguna gente que no estaba tan grave a casa”, afirma.
Al tratarse de una enfermedad contagiosa, los afectados necesitan una habitación especial para ellos solos y es por eso que el Gobierno de Pekín ha decidido construir con barracones en Wuhan un nuevo hospital especialmente dedicado al virus, que se prevé terminar en un tiempo récord de seis días.
Tradición es también recibir el Año Nuevo sin dormir toda la noche, conversando, jugando al mahjong (popular juego de mesa chino) o viendo la televisión.
Esta noche muchos harán votos además porque el Año de la Rata, animal zodiacal que augura nuevos comienzos, acabe con el virus y traiga de nuevo la tranquilidad.