El suicidio a los 16 años de Katy Winter, el nombre artístico de una niña chilena que soñaba con ser cantante, golpeó a Chile en 2018 y puso sobre la agenda el acoso ejercido en internet: la menor sufrió ‘bullying’ en la escuela, pero también recibió insultos las 24 horas del día por distintas redes sociales.
Los padres de Katy, a través de una carta tras la muerte de su hija, denunciaron: “Durante su corta vida, en distintos lugares y ambientes, ella sufrió de comentarios, de distintas vías que, de alguna forma, la fueron consumiendo y no lo soportó".
El suicidio es la punta del iceberg del ciberacoso. Miles de niños y niñas sufren esa violencia cada año por parte de otros menores, una presión que transciende del espacio de las aulas y cuyas consecuencias físicas pueden alargarse para toda la vida.
Pese a su gravedad, las familias no siempre están preparadas para afrontar el ciberacoso con sus hijos: el 64 % de los padres no sabría qué hacer si sus hijos fueran víctimas del ‘bullying’ en internet y dos de cada tres desconoce que existen herramientas de control parental. Son datos de un estudio hecho este año por la cadena de tiendas Ripley.
Precisamente, Ripley lanzó este año una campaña para alertar del ciberacoso en Chile y Perú y ofrecer a escuelas y familias de esos países material didáctico para tratar el fenómeno con los menores.
“El ‘bullying’ afecta tremendamente a la familia de quien ejerce el acoso, a la familia de la víctima y al mismo niño afectado. Un niño no va a aprender bien si está pasándolo mal en la escuela. Por tanto, las consecuencias del acoso lo acompañarán toda su vida”, expresó Pilar Barriga, quien impulsó las campañas contra el acoso escolar en Ripley.
“Para, piensa, postea”
La campaña de Ripley se basó en el lema “Para, piensa, postea”, que plantea fomentar la educación emocional en las escuelas y que los menores, antes de postear impulsivamente un contenido en redes sociales, se paren a pensar qué consecuencias tiene ese mensaje y empatizar sobre las posibles víctimas.
La fundación Volando en V, especializada en ‘bullying’ y convivencia escolar, trabajó en los materiales de la campaña, que llegó a decenas de escuelas. Su jefa de proyectos, Teresita Costadoat, señaló que las familias deben tener un papel activo en saber qué hacen sus hijos en internet.
“Invitamos a las familias a formar en la empatía. Es simple, pero necesita mucho trabajo. Los papás tienen que conectar moralmente con sus hijos, transmitir las consecuencias de los actos en redes sociales, y con ello, ser tutores digitales para moderar el uso de las redes sociales, sin imponer nada”, detalló.
Mirar fuera de la escuela
Para el psicólogo Rodrigo Robert, experto en acoso escolar, los adolescentes, que son los que más ejercen y sufren el ciberbullying, pasan por una etapa vital de mucha impulsividad y aún no tienen desarrolladas las estructuras mentales que regulan las emociones más fuertes.
Por ello, Robert propone aprovechar las escuelas para educar a los niños en controlar sus acciones: “Si los menores de edad aprender a prestar atención al otro y a saber que ese ‘otro’ no es ajeno, sino que su propio bienestar pasa por el bienestar de las personas de su entorno, eso lleva a que se lo piensen dos veces antes de actuar”, explicó Robert.
Pese a que a veces se pone el foco en la escuela para tratar el ciberacoso, Robert remarcó que algunas de las causas del fenómeno están fuera de las aulas: “Muchas veces, los niños manifiestan en las escuelas lo que está ocurriendo en sus vidas íntimas y el ciberacoso es parte de eso”, expresó.
El sicólogo expresó que, en la sociedad actual, existen situaciones que tensan la vida de las familias, afectando sicológicamente a los menores: largos trayectos de sus padres para llegar al trabajo, falta de un sistema de salud de calidad, bajas pensiones de sus abuelos, fomento de la competencia en las escuelas, entre otros.
“Es raro que un niño sea agresivo si ha sido tratado con amor y ha tenido sus necesidades afectivas cubiertas -añadió Robert-. Los niños tienden a ser empáticos, pero eso es algo que pueden perder cuando crecen, aprendiendo a ser más agresivos con lo que beben de su entorno”.