Un estudio de la Universidad de Columbia (EEUU) y de Lieja (Bélgica) que publica The Crysophere, señala que durante el verano pasado, en Groenlandia hubo unas condiciones atmosféricas “sin precedentes” y sugiere que los modelos climáticos pueden subestimar el ritmo de la desaparición del hielo.
Los autores identificaron unos excepcionales patrones de circulación atmosférica, con cielos despejados que dejaron pasar más luz solar y que contribuyeron, “en gran medida”, a la rápida pérdida de masa de la capa de hielo.
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Los actuales modelos climáticos usados para proyectar la pérdida de la capa de hielo en Groenlandia no tienen en cuenta esos patrones atmosféricos y “pueden estar subestimando en la mitad el futuro de derretimiento”, según el autor principal del estudio, Marco Tedesco de la Universidad de Columbia.
Para analizar los cambios en la capa de hielo, los investigadores utilizaron datos de satélites, mediciones terrestres y modelos climáticos, según un comunicado de la universidad.
El verano pasado se produjo no solo una pérdida de capa de hielo a gran velocidad, sino que se produjeron las mayores caídas en el equilibrio de la masa de la superficie desde que comenzaron los registros, en 1948.
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El balance de masa de la superficie tiene en cuenta las ganancias de dicha masa, por ejemplo con las nevadas, y las pérdidas por la escorrentía de agua de fusión en la superficie.
Tedesco explicó que el balance de la masa puede compararse con una cuenta bancaria. “En algunos periodos se gasta más y en otros se gana más. Si gastas demasiado, entras en números rojos y eso es lo que le pasó a Groenlandia recientemente”.
En total, se estima que la capa de hielo perdió unos 600.000 millones de toneladas en 2019, lo que representa un aumento del nivel del mar de aproximadamente 1,5 milímetros.
Los investigadores descubrieron que la pérdida estaba relacionada con las condiciones de altas presiones −condiciones anticiclónicas− que prevalecieron durante “periodos de tiempo inusualmente largos” en 2019, lo que dificultó la formación de nubes en la zona meridional de Groenlandia.
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El resultado fueron cielos despejados que dejaron pasar más luz solar, la cual derritió la superficie de la capa de hielo y, además, con menos nubes se redujo la cantidad de nieve caída, unas 50.000 toneladas menos.
La falta de nieve dejó al descubierto, en algunas zonas, hielo de color más oscuro, que no refleja tanta luz solar como la nieve fresca, por lo que absorbió más calor y favoreció el derretimiento.
El cambio climático, advirtieron los autores, puede hacer que las condiciones atmosféricas de altas presiones sean cada vez más frecuentes en Groenlandia.