“Los virus son esas cosas diminutas que ni siquiera puedes ver, pero, debido a que están presentes en unos número tan enormes, sí que importan de verdad”, dijo el autor de la investigación Matthew Sullivan, microbiólogo de la Universidad Estatal de Ohio (EEUU).
Explicó que su equipo ha elaborado un mapa de la distribución de esos virus que puede servir para ver cómo manipulan el ecosistema: “Hay muchas cosas que nos sorprendieron de nuestros hallazgos”, apuntó.
Una de ellas fue el descubrimiento de la existencia de casi 200.000 especies marinas de virus que, de acuerdo al análisis practicado, se organizan en cinco zonas ecológicas en todo el océano, algo inesperado para los científicos debido a la naturaleza fluida del mar y la complejidad de sus regiones.
A pesar del paradigma aplicable a organismos mayores de que la diversidad de las especies es mayor cerca del ecuador y menor en las proximidades de los polos, los investigadores recopilaron una gran cifra de muestras en el Ártico en comparación con estudios previos y encontraron un foco de biodiversidad en ese océano.
Esas muestras fueron recogidas entre 2009 y 2013 dentro del proyecto de exploración de los océanos Tara, que tiene como objetivo anticipar el impacto del cambio climático.
Tras esta recopilación, las muestras fueron seleccionadas y enviadas a una decena de laboratorios.
Los expertos no solo se centraron en los virus, sino también en otros tipos de microbios y de criaturas.
“Seleccionamos las muestras para analizar los organismos clasificándolos por tamaño, desde virus hasta huevas de pescado”, detalló Sullivan.
La investigación tiene implicaciones significativas para el entendimiento del impacto de los microorganismos oceánicos en la atmósfera: “En los últimos 20 años más o menos, hemos aprendido que la mitad del oxígeno que respiramos viene de organismo marinos”, detalló el microbiólogo.
Al mismo tiempo, agregó, “los océanos absorben la mitad del dióxido de carbono de la atmósfera”.
El científico señaló que, debido a procesos químicos complejos, el aumento de los niveles del dióxido de carbono en la superficie acidifica los océanos.
“Sin embargo, si el dióxido de carbono se convierte en carbono orgánico y biomasa, entonces puede transformarse en partícula y hundirse en los océanos profundos –subrayó–. Ese es un buen resultado para ayudar a mitigar el cambio climático inducido por el ser humano y estamos aprendiendo que los virus pueden contribuir a que se hunda”.