El propósito del experimento fue decodificar cómo los cerebros de los mamíferos perciben los olores y los distinguen.
El estudio fue publicado este jueves en la revista Science.
Edmund Chong, estudiante de doctorado de la Escuela de Medicina Grossman de la NYU y principal autor de la investigación, dijo que los científicos aún desconocen muchas cosas sobre el sentido del olfato.
“En el reconocimiento facial, por ejemplo, el cerebro puede distinguir entre las diferentes personas basándose en señales visuales, incluso sin ver la nariz y los oídos de alguien”, dijo.
“Pero estas características distintivas aún no se han encontrado para los olores”.
Para intentar responder a esa interrogante, los investigadores idearon experimentos con ratones diseñados genéticamente para que sus células cerebrales pudieran activarse al iluminarlos con una fibra óptica, una técnica llamada optogenética.
Los experimentos se centraron en el bulbo olfativo, una estructura que se encuentra detrás de la nariz en animales y humanos.
Las moléculas ligadas a los olores activan los receptores celulares en la nariz, que luego transmiten una señal eléctrica a los paquetes que terminan en los nervios en el bulbo llamados glomérulos.
Estas señales finalmente son enviadas a las neuronas en el cerebro.
El equipo entrenó a los ratones para reconocer una señal olfativa sintética que crearon usando la luz para activar seis haces nerviosos en un orden particular.
Los animales fueron recompensados con agua cada vez que empujaban una palanca al percibir el “olor”. Si empujaban la palanca después de activar un conjunto diferente de haces nerviosos, no recibían agua.
Valiéndose de este diseño experimental, los científicos pudieron cambiar sutilmente el tiempo y la combinación de haces nerviosos activados para descubrir cuáles eran los más importantes; en otras palabras, qué aspectos de un olor lo definen más y lo diferencian de otros.