10 abr. 2025

Cifras de propaganda

El cartismo vio en Santiago Peña una figura tecnócrata, cuya imagen podría utilizar para legitimar viejas y nuevas prácticas del coloradismo para seguir aferrado al poder y cubrir intereses particulares con dinero estatal, bajo el manto de la corrupción y la impunidad.

La falacia de la tecnocracia como solución a todos los problemas sociales, políticos y económicos de un país está comprobada. Si bien las decisiones para gobernar deben tener una base técnica y científica, son producto de una discusión y voluntad política, de negociaciones en los espacios de poder.

Como político, el presidente demostró ser un simple títere, imposibilitado de aplicar sus propias ideas o proyectos, si es que los tiene. En este camino también falló como técnico, habiendo ejercido antes el cargo de ministro de Hacienda y miembro del Directorio del Banco Central del Paraguay.

A Peña no le importó manipular números oficiales para hacer propaganda de su gobierno, el mismo que difunde imágenes de niños en situación de vulnerabilidad para mostrar como un éxito la implementación de sus programas “sociales”, violando de paso leyes y tratados internacionales.

Nombró al Instituto Nacional de Estadística (INE) para decir que hay 270.000 menos pobres en Paraguay. Todo quedó registrado en un video que compartió a través de las redes sociales y que ni el propio INE se animó a replicar. Y es que, según la medición de pobreza monetaria, solo fueron 117.000 las personas que salieron de la pobreza.

En realidad lo que hizo fue mostrar números acumulados del 2023 y 2024, siendo que los resultados del 2023 se dieron en marzo de ese año, antes de las elecciones que lo dieron como ganador.

Inflar estos datos no solo pone en duda una vez más su credibilidad como máxima autoridad del país, sino que también daña la imagen del INE, que se supone que trabaja de manera estrictamente científica, sin interferencia partidaria.

Al hablar de pobreza monetaria, la institución se refiere a los ingresos económicos de las familias, es por eso que incluye las pensiones de adulto mayor y Tekoporã. Pero en esta ocasión además contempla el cuestionado programa Hambre Cero, que lejos de una transferencia monetaria, consiste en la distribución de almuerzo escolar en las escuelas.

Esto también generó ciertas dudas en los expertos en economía, teniendo en cuenta que el programa tuvo críticas desde un principio, especialmente porque la asistencia en realidad no llega a toda la familia, donde hay hermanos y padres aún sin la alimentación cubierta, es decir, no comen tres veces al día.

La asistencia alimentaria tampoco alcanza a todos los estudiantes de educación media.

Esto significa que su aporte a la disminución de la pobreza monetaria es poco convincente. El programa es incluso cuestionado por profesionales de la salud para quienes está muy lejos la erradicación del hambre con un plan que distribuye comida una vez al día y solo en las escuelas.

De acuerdo con los indicadores del INE, están en la línea de pobreza quienes tienen un ingreso por debajo de G. 897.168 mensuales, mientras que la extrema pobreza incluye a quienes no alcanzan los G. 391.894 al mes, en el área urbana.

Estos montos son impensables para la subsistencia, teniendo en cuenta que en simultáneo crecen los precios de los productos de la canasta básica. La mayoría de la población que vive en alquiler gasta entre G. 500.000 y G. 2 millones solo en vivienda, en tanto que el menú diario en las mesas se va empobreciendo por el alto costo de los alimentos.

Así que en vez de celebrar e inflar números de propaganda, Santiago Peña debería profundizar su análisis y trabajar en verdaderas políticas públicas que combatan la pobreza, no solo la monetaria, sino la multidimensional que incluye la privación de derechos básicos analizando las dimensiones de salud, empleo, vivienda y educación.

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