Los dos hablaron durante horas; fue amor a primera vista. “Realmente bastante cursi”, recuerda Claudia. Eso fue hace dos años, y desde entonces están juntos. Cuando se casaron, él tomó el apellido de ella: “Claudia es mi hogar”, asevera Alex.
Hace cinco años, Angela Merkel pronunció frente a cientos de miles de refugiados quizás la frase más importante de su periodo como canciller de Alemania: “Lo lograremos”. Muchas cosas han pasado desde entonces, Alemania ha cambiado, el tono se ha vuelto más áspero. Hay historias hermosas, otras muy tristes. La de Alex y Claudia Lohny es una de las buenas y lleva a un apartamento en Berlín con un jardín de invierno y un gato llamado Ramón.
Los matrimonios germano-sirios como el de los Lohnys son bastante raros, pero van en aumento.
Según los registros de la Oficina Federal de Estadísticas de Alemania, en 2011 hubo 136 mujeres que se casaron con un sirio, en 2018 ya eran 429. Muy pocos hombres alemanes se han casado con una mujer siria: en 2011 fueron 85, en 2018 se registraron 154 matrimonios de este tipo.
Sería interesante volver a examinar estas cifras dentro de unos años, también con respecto a otras naciones y a matrimonios del mismo sexo. Las familias en Alemania probablemente se volverán más diversas e internacionales. Entre los voluntarios y los refugiados, las parejas binacionales no son raras.
Actividades conjuntas y clases de alemán hacen las veces de bolsas de contacto. La asociación berlinesa Moabit hilft, iniciativa de apoyo a los refugiados, lo confirma: “En nuestros encuentros esto ocurre regularmente”, señala uno de sus miembros y añade que en las reuniones nadie pregunta por la nacionalidad. Hace tres años, nació el primer bebé “Moabit hilft”.
Su llegada a Berlín
Alex Lohny llegó a Alemania en octubre de 2014, antes del éxodo masivo de sus compatriotas sirios, y son muchos los malos momentos por los que ha pasado. Mientras el gato deambula por el jardín de invierno de su apartamento, Alex cuenta sobre su vida antes de llegar a Berlín. Nacido en el seno de una familia siria de políticos, conoce el horror y la represión; fue prisionero en Libia y naufragó con el barco que le llevaba a Italia. Finalmente llegó a Alemania.
En Berlín, en la estación de trenes, una mujer extraña le ayudó a encontrar alojamiento, comió con él su primera salchicha y le dio 50 euros. Al día siguiente, dos chicas estudiantes vinieron a buscarlo al hotel. Habían oído que había llegado un refugiado y querían ayudarlo. Estos encuentros han quedado marcados en la memoria de Alex Lohny.
“Poco a poco fui conociendo más gente”, explica. Quería devolver algo a Alemania, y por eso compró ingredientes con su dinero y comenzó a cocinar para personas sin hogar. Una revista berlinesa le dedicó un artículo. Una conocida publicó incluso una foto de su iniciativa en internet. A Alex le comenzaron a llegar correos electrónicos a raudales. “Estaba totalmente sorprendido”, exclama riendo.
Fue honrado por su compromiso por el Gobierno regional de Berlín e incluso recibió una invitación del presidente alemán, Frank-Walter Steinmeier. Un canal de televisión lo entrevistó en una fiesta que tuvo lugar el año pasado en el Palacio Bellevue, la residencia oficial del presidente.
Un tatuaje de amor
Frente a la cámara, los Lohny posaron tomados de la mano. “Siempre lo hacemos”, dice Claudia Lohny. “Lo-ve” se puede leer cuando juntan sus brazos. Claudia añade que incluso se hicieron un tatuaje de amor: “Mi hija estaba realmente horrorizada: ¡¡¡Mamá!!!” Amigos y familiares acudieron encantados a la ceremonia de la boda en la que la hija de Claudia, de 27 años, fue testigo.
Ambos encuentran correcta la frase de Merkel: “Lo lograremos”. Alex Lohny solicitará este año la nacionalidad alemana. “No he tenido malas experiencias con Alemania”. Pero ha vivido circunstancias de antisemitismo y ha sido víctima de agresiones por parte de algunos árabes. Alex es cristiano y tiene raíces judías, incluso lleva un tatuaje con la estrella de David.
Cuando los Lohny cuentan su historia, el pasaporte del otro no importa. No hay rastros de conflictos culturales o religiosos como puede haber entre otras parejas binacionales. ¿Qué lo diferencia de un hombre alemán? Después de pensarlo y con un poco de ayuda, Claudia Lohny contesta: "Él cocina mejor”.
La pandemia de coronavirus les ha impuesto una pausa, pero esperan continuar lo más pronto posible con las verduras y la cocina comunitaria para los sin techo de Berlín. En el pasado solían ser platos sirios. Hoy el menú tiene un toque alemán: sopa de lentejas.