“Como podemos observar en muchos lugares, el invierno ya no es tan frío o el verano es cada vez más extremo, y esto empuja a la industria a adaptarse, tanto en el diseño como en la producción”, explica a EFE Clara Tomé, embajadora del Pacto Europeo por el Clima, activista y experta en derecho medioambiental.
El verano del hemisferio norte de 2024 se convertía, según la red de monitorización por satélite Servicio de Cambio Climático de Copernicus (C3S), en el más caluroso a nivel mundial desde que se realizan registros, una de las aristas del cambio climático que modificará, además del estilo de vida, la forma de producir y de consumir moda en el futuro.
Temperaturas cada vez más elevadas desdibujan así las temporadas tradicionales de primavera-verano y otoño-invierno, con periodos de entretiempo cada vez más cortos que dan paso, únicamente, a meses de frío y otros de calor extremo.
Con temperaturas más elevadas, también se incrementará la demanda de algunas materias primas, modificando los costes. “La crisis climática también puede afectar a la producción de materias primas como el algodón, altamente vulnerable a las sequías y temperaturas extremas, afectando a su coste y disponibilidad”, desgrana la experta.
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“En cuanto al diseño, con cambios climáticos abruptos, es probable que las prendas ligeras y sobre todo versátiles se vuelvan más solicitadas, y las prendas para climas fríos podrían tener menos demanda en algunos lugares”, explica Tomé sobre la parte vinculada a la estética de la moda.
Moda funcional
El resultado a nivel estético podría dar paso “a una moda más funcional y atemporal”, añade Tomé, para quien el consumo de prendas estará más centrado “en la durabilidad y en adaptarse a la variedad de condiciones”.
Desde el lado de las empresas, “cambiar el envoltorio por uno biodegradable o de papel ya no es suficiente, ni tampoco hacer una colección de 15 prendas de poliéster reciclado; esa sostenibilidad superficial de hoy en día no basta”, indica sobre la necesidad “de un cambio sistémico y estructural”, añade.
Un cambio planteado desde los sistemas de producción, que empieza “desde la elección de materiales, puesto que la mayoría de nuestra ropa proviene de los combustibles fósiles en forma del famoso poliéster, hasta las últimas fases del reciclado, ya que actualmente solo se recicla el 1% de toda la ropa que se produce”, desgrana.
Riesgo de la moda rápida
Evitar comprar en cadenas de moda rápida es uno de los consejos que sugiere. “Aunque no toda, como consumidores tenemos una gran responsabilidad, porque de alguna manera cada vez que compramos estamos emitiendo un voto hacia las prácticas y valores de las empresas”, explica la experta.
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Tomé también pone el foco en ser conscientes en el proceso de compra y apunta soluciones como “comprar de segunda mano, normalizar repetir ropa y rebuscar en el armario de amigos, padres o abuelos”, una práctica que fomenta además “una creatividad y personalidad que se ha perdido al seguir microtendencias a ciegas”.
Fuente: EFE.