El año pasado se pidió a esta maestra que diera secretamente clases, vía el servicio de mensajería, a estos niños detenidos en el campo sirio de Al-Hol, y custodiados por las fuerzas kurdas.
“Algunos de estos niños no sabían lo que era un edificio, lo que era una casa, porque siempre estuvieron en una tienda de campaña (...) Hay tantas cosas que tenían que aprender”, relata la finlandesa a la AFP.
El campo de Al-Hol, superpoblado, carente de higiene y escenario de violencias, alberga a más de 60.000 desplazados, un tercio de los cuales son niños de madres extranjeras que llegaron a Siria para casarse con combatientes yihadistas del EI.
“Es un lugar miserable, fuera de control”, explica Jussi Tanner, enviado especial de Finlandia y encargado de garantizar los derechos fundamentales de los niños finlandeses en Al-Hol, en especial, el acceso a la educación.
La propaganda extremista “circula ahí libremente, sin que haya un mensaje alternativo”, asegura.
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Tanner tuvo así la idea de proponer clases de finlandés por teléfono a los niños finlandeses de Al-Hol, en momentos en que la enseñanza a distancia se generaliza con la pandemia del Covid-19.
Con la ayuda de una fundación de su país contrató a Taimela, especializada en la enseñanza a los niños finlandeses en el extranjero, y a otro maestro, que elaboró el programa, y luego transmitió los detalles a las madres.
Aunque los teléfonos están prohibidos en el campo —las clases se dan de forma secreta— “el mismo día tuvimos a ocho niños”, relata Taimela.
Rápidamente, 23 nombres —sobre un total de unos 30 niños finlandeses en el campo— acaban inscribiéndose.
El proyecto, muy sensible en Finlandia, fue ocultado durante meses a la opinión pública.
Centenares de mensajes
"¡Buenos días! Hoy es jueves 7 de mayo. ¡Primer día de escuela a distancia!”, escribió en la época Ilona Taimela, en un mensaje acompañado de una selfi.
Rápidamente, los maestros intercambiaron cada día centenares de mensajes escritos y vocales con los niños, que recibían uno o dos cursos diarios en función de los niveles.
“Los más pequeños siempre tenían finlandés, y los mayores geografía o historia, y algunos querían aprender inglés”, explica Taimela.
Ella y su colega, quien ha requerido el anonimato, estaban “constantemente preocupados por el bienestar " de los niños, “sobre todo cuando sabíamos que estaban enfermos, o que había una tormenta”.
Algunas familias “huyeron del campo y participaban en la escuela, mientras estaban fugadas en el noroeste de Siria, una zona activa de conflicto”, relata Tanner.
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“Otras han sido repatriadas y han abandonado definitivamente el grupo”, cuando Finlandia decidió traerlas de vuelta, lo que generó un intenso debate en el país.
Momento ‘Eureka’
Tras varios meses de curso, la madre de una niña de seis años reveló a la profesora que su hija ya sabía leer.
“Fue un momento eureka”, dice Taimela.
Para esta profesora, que asegura sentir más tristeza que cólera ante estas madres, muchas de ellas eran vulnerables y “su religión les prometía una especie de paraíso”.
Aunque Ilona Taimela se había hecho a la idea de que jamás tendría noticias de los niños repatriados, en julio del 2020, fue llamada a un centro de acogida en Finlandia.
Ahí encontró a algunos de sus alumnos por primera vez. “Fueron algunas horas repletas de emociones”, recuerda.
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El ministerio finlandés de Exteriores ha repatriado hasta ahora a 23 menores y siete adultos. Según Tanner, solo quedan unas 15 personas —entre ellas, diez niños—, difícilmente localizables en los campos de Siria.
A mediados del 2021, esta enseñanza a distancia terminó por falta de alumnos, y el proyecto se hizo público.
Ilona Taimela busca ahora saber cómo puede utilizar este modelo en otras regiones en crisis. Ya ha recibido demandas de Grecia, Birmania y Colombia.
“La maestra de Al-Hol, esa es la etiqueta que voy a llevar a partir de ahora”, dice con una sonrisa. “Pero estoy orgullosa de lo que hemos hecho”.