05 feb. 2025

Compartir los espacios urbanos generosa y respetuosamente

El caso que tuvo gran difusión a través de los medios de comunicación y las redes sociales, que implicó el atropello intencional a dos ciclistas que circulaban sobre la avenida de la Costanera de Asunción, pone en el eje del debate público la utilización del espacio público, la necesidad de compartir estos espacios de manera más democrática y respetuosa, pero también nuestra la realidad del desorden y caos urbano, por un lado, y por el otro, la agresividad y la violencia que imperan actualmente en la sociedad.

La noticia fue impactante y lo fue más mediante el video que mostraba a dos ciclistas, quienes se encontraban entrenando sobre uno de los carriles de la avenida José Asunción Flores, en la Costanera de Asunción. Las cámaras registraron el momento en que fueron embestidos por un conductor que les había pedido que salieran de la ruta.

El hecho pudo haber tenido consecuencias trágicas, como posteriormente pudo relatar una de la víctimas: “Casi no había tránsito, la mitad de la calzada del carril estaba libre y también el carril izquierdo. En cuestión de segundos el conductor se coloca al lado nuestro y nos grita para salir del asfalto y nos embiste”. Señaló asimismo que todos los vehículos pasaban sin dificultades. “Después se ve que él ya nos aprieta hacia el cordón, se pone al costado y nos atropella”, denunció la ciclista. Tras del impacto ambos caen; uno de ellos recibió 36 puntos a causa de un corte en el rostro, y la otra persona tiene golpes en el codo y en la mano.

Si bien es cierto que la Ley de Tránsito plantea algunas contradicciones, como que, al circular por la vía pública, el conductor de bicicletas tendrá “derecho al pleno uso del carril de circulación de la derecha”, según el artículo 71; al mismo tiempo, el artículo 88 asegura que la actividad ciclística “debe ser previamente autorizada por la autoridad competente”, ya que esto se enmarca dentro del “uso de la vía pública para fines extraños al tránsito”. También se debe señalar que la violencia y la agresividad que se notan en las calles del país.

Ciertamente, el caos del tránsito pone a prueba los nervios de los conductores, pero este no puede ser nunca el justificativo para cometer atropellos contra peatones o ciclistas. No caben dudas de que hay una sensación de rabia social, aunque dicha insatisfacción debería ser contenida y mejor canalizada, pues en el futuro podrá ser la causa de alguna tragedia. Hay un nivel de prepotencia y autoritarismo que con frecuencia salen a relucir en ciertos casos. Quien tiene un vehículo de mayor tamaño considera lícito el acoso y el maltrato de otros de menor porte; y aquí es cuando se nota nuestra falta de cultura democrática y el déficit de respeto a los demás. Asimismo, hay un aspecto que se debe reconocer y es el escaso apego a los reglas de tránsito que muestra la población. Basta con observar la manera en la que se comportan tantos conductores de vehículos de cuatro ruedas, transporte público y motocicletas para comprobarlo. En este caso puntual, la responsabilidad es compartida tanto por la gente como por las autoridades que no ejercen un adecuado control.

Las situaciones mencionadas se ven exacerbadas a diario debido fundamentalmente a la intolerancia y la prepotencia. Aunque el caos cotidiano en el tránsito potencia todas las actitudes citadas. Es pues tarea de las autoridades del Gobierno central, de las autoridades municipales y departamentales lograr una mejor organización en el tránsito.

En el Paraguay la población es víctima de un sistema de transporte público abusivo, de mala calidad, ineficiente y de alto costo para el sector público y quienes buscan otras formas de movilizarse, que no sea el auto o la moto, no tienen opciones. Por eso, quienes buscan moverse a pie o en bicicleta enfrentan la furia del tránsito y los conductores prepotentes.

Nuestra principal aspiración como sociedad debería apuntar a ser capaces de discutir y consensuar una política de movilidad que ponga en el centro a las personas y que contribuya a reducir las desigualdades, mejore las condiciones de vida, minimice la presión del uso del automóvil y garantice una mayor sostenibilidad, favoreciendo modos de desplazamiento respetuosos con el medioambiente.

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