El bien común es “el conjunto de condiciones de la vida social que hacen posible a cada uno de sus miembros el logro más pleno y fácil de su propia perfección” (Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia, 164). Esto significa que nuestras acciones empresariales no deben estar guiadas exclusivamente por el lucro, sino por la búsqueda de una sociedad más justa, solidaria y equitativa.
Como empresarios, tenemos la oportunidad y el deber de influir positivamente en nuestro entorno, generando empleo digno, promoviendo la equidad y exigiendo un marco institucional sólido que garantice la transparencia y la justicia.
El desarrollo económico y social de un país depende, en gran medida, de la confianza que los ciudadanos y empresarios tienen en las instituciones públicas y poderes del Estado. Cuando el sector privado percibe que el Estado opera con reglas claras, justas y equitativas, se genera un ambiente propicio para la inversión y el crecimiento. Sin embargo, cuando existe desconfianza, se desalientan las inversiones lo cual afecta negativamente tanto a la economía como la estabilidad social, siendo que la corrupción, la impunidad, la burocracia ineficiente y la falta de transparencia generan incertidumbre y frenan el desarrollo.
Un empresario que actúa con integridad y exige lo mismo de las instituciones, contribuye a la construcción de una sociedad más justa y equitativa siendo agentes de cambio, promoviendo:
• Una cultura de transparencia y legalidad en nuestras operaciones y en las relaciones con el Estado,
• Políticas públicas que fortalezcan la institucionalidad,
• El compromiso con prácticas empresariales éticas, impidiendo actos de corrupción,
• Y exigiendo un sistema judicial independiente, libre de influencias políticas o económicas.
Como empresarios comprometidos con la fe y el bien común, podemos contribuir a mejorar la representación política mediante:
• El voto informado: Participar activamente en los procesos electorales, evaluando a los candidatos en función de su compromiso con la justicia, la ética y el desarrollo del país.
• El apoyo a líderes íntegros: Fomentar el liderazgo ético en la política y en el sector privado.
• La incidencia en políticas públicas: Aportar ideas y soluciones basadas en la experiencia empresarial para mejorar las condiciones de desarrollo económico y social.
La responsabilidad empresarial no es solo una opción ética, sino un compromiso cristiano. El papa Francisco nos recuerda: “No se puede servir bien a la comunidad si no se tienen raíces fuertes en la sociedad”. Seamos líderes empresariales íntegros, comprometidos con una sociedad más justa y humana, demostrando que es posible hacer negocios con valores, sin perder de vista el crecimiento económico y el progreso del país.