Su creador es el escultor Diego Céspedes, quien retribuyó al barrio que lo vio crecer y consolidarse como artista autodidacta, donando sus creaciones. La plaza, sobre las calles Benito Juárez y Claudio Arrúa, luce 13 esculturas y la idea –comentó– es seguir donando más obras.
Representación de animales, de un niño haciendo volar la pandorga, personajes de novelas clásicas como El Principito, el robot de la película Wall-E y un astronauta con tereré en mano forman parte de las esculturas diseñadas principalmente para captar el interés de los niños.
“La mayoría está pensada para los niños. Para despertar la curiosidad, que puedan interesarse, por ejemplo, en la figura de El Principito y de ahí que puedan leer el libro. Ahora quiero instalar el Conejo con el reloj de Alicia en el País de las Maravillas, para que también los niños que llegan pregunten a sus padres de qué se trata el cuento. Luego, pienso poner un hada que cumple los deseos, como una forma de cuidar y conservar esa inocencia, de creer en la magia”, detalló.
La intención de aportar para la plaza se dio en el 2020 –recordó– tras el hermoseamiento del lugar. “Lo que pedí fue permiso a la Municipalidad para colocar las esculturas en los árboles y en el suelo. No hizo falta recursos municipales, lo hice con la ayuda de algunos amigos”, relató. Lamentó que actualmente el lugar público no reciba el continuo mantenimiento por parte de la Comuna de Luque. Como en el caso de la fuente de agua, vegetación y limpieza.
Conciencia. En el área también hay figuras que llaman a tomar conciencia, como la representación de un hombre corpulento que abraza un árbol, como señal de utilizar la fuerza para cuidar la naturaleza, según Céspedes. La escultura de importante dimensión –recordó– le llevó ocho horas terminar de montar en el lugar.
“Muchos me decían para qué iba a hacer estas esculturas en la plaza , que se iba a robar, pero logramos que se conserve. Entonces es tratar de buscar cosas buenas a las que podemos aferrarnos, que pueda crearse el sentido de pertenencia en el barrio, en el país”, manifestó.
Contenido. La persistencia humana, el valor del tiempo y de la vida, la importancia de cuidar la naturaleza, el símbolo de fe, la idiosincrasia de una nación. Todos estos aspectos que invitan a la reflexión, el artista los plasma en las distintas esculturas de metal que realiza desde hace dos décadas. “La escultura es como una palabra silenciosa que está esperando que alguien quiera escucharle. Trato de que la obra hable sola, que transmita un sentimiento”, refirió.
Entre sus piezas más significativas, además de las esculturas donadas a la comunidad, menciona la figura de la Virgen María Auxiliadora, de 15 metros de altura con 4.000 kg de hierro y que trasladó hasta Minga Guazú para colocar sobre una base de nueve metros de altura. El trabajo de montaje implicó 20 días, recordó. La representación del niño en el vientre materno instalado en cinco ciudades también cita como otra creación importante.
En su taller, entre las chispas de soldaduras, pinturas y las materias primas, como hierro y acero inoxidable, listos para ser transformados en arte, Diego prepara otras obras próximamente a montarse en la plaza pública, además de creaciones particulares.
Su meta es generar sobre todo esculturas de grandes dimensiones que puedan tener impacto y guarden siempre un mensaje. Su ayuda clave es su madre, Myrian Centurión, quien se encarga de dar color a las piezas.