El mundo es un supermercado donde los inversionistas internacionales analizan pragmáticamente cada país y deciden cuáles ventajas les conviene de cada uno. En la actualidad, los cuatro aspectos que los inversionistas extranjeros consideran son: 1) donde están los capitalistas que generan los recursos disponibles para invertir; 2) donde se gastan esos recursos construyendo empresas y contratando empleados; 3) donde se fija la residencia fiscal del ente accionista que maneja los fondos de inversión y debe tributar sobre las utilidades de las empresas creadas; y, 4) donde el accionista quiere realmente vivir, tener una casa y disfrutar con su familia con la máxima calidad de vida.
En Paraguay nos manejamos con la idea de que estos cuatro aspectos ocurren simultáneamente en el mismo lugar, dentro de nuestro país. Por eso nos resulta inusual considerar dividir nuestra vida cotidiana de esa forma. Pero no es más así para los ciudadanos del mundo que están habituados a cruzar fronteras para invertir selectivamente. El traslado aéreo se tornó tan barato que en realidad el costo del hotel influye más que el costo del tique aéreo, la movilidad de capitales tan fácil para hacer una transferencia electrónica desde una app en el smartphone, existen tantas entidades que califican y describen el clima de negocios de un país con mayor profundidad y detalles de lo que hace un catálogo de destinos de vacaciones encontrado en una agencia de viajes. Las fortalezas de un país se analizan puntualmente para tomar ventaja de alguno de esos aspectos. Así funciona la racionalidad del capital internacional. Aquí no hay amor y nacionalismo, hay conveniencia en cuanto y en tanto las reglas se cumplan y mantengan. Este tema tenemos que cuidar bien en Paraguay, porque al pequeño solo le queda ser más responsable, más puntual, más prolijo que al grande.
El hecho de que en la reciente reforma tributaria se mantuvo la regla del concepto de renta paraguaya en el IRP, es un aspecto superatractivo para que el inversionista fije su residencia fiscal en Paraguay. Actualmente la mayoría de los países imponen a sus residentes la tributación como renta global. Esto significa que la rentabilidad de los activos situados en cualquier país del mundo debe pagar impuestos como si estuvieran ubicados en el país de residencia fiscal. Es esencialmente injusto, porque el país donde el accionista reside no tiene méritos para recaudar sobre el fruto del trabajo realizado en otro lugar. Este aspecto hace altamente atractivo a Paraguay en cautivar acaudalados accionistas y altos ejecutivos.
En un mundo cada vez más competitivo, la rentabilidad de las inversiones va en disminución. Entonces, la porción que se paga en impuestos ya representa un monto importante y una consideración estratégica. La desmedida voracidad tributaria de países técnicamente quebrados, como nuestros vecinos, es tal que el inversionista ciudadano del mundo ya lo ve como ¡confiscatorio! Se escucha la frase: Una forma de evitar el enriquecimiento del inversionista es tener que pagar altos impuestos por una contraprestación que no existe.
En Paraguay, mismo después de que se apruebe esta reforma tributaria, continuaremos siendo un país de bajos impuestos y de enorme atractivo fiscal. Algunos extranjeros que invierten en Paraguay podrán hacerse de los ofendidos diciendo que el “triple 10” (10% de impuesto de renta empresarial, 10% de IVA, y 10% de impuesto de renta personal) no es verdad para quien remite utilidades al extranjero. Pero la verdad es que no existe otro país emergente con la alta rentabilidad de Paraguay y la estabilidad monetaria, que cobre tan bajos impuestos. Ninguno de estos inversionistas se va a ir, tal vez solo se van a enriquecer un poquitito más lentamente. Así el espectáculo es únicamente de boca para afuera.