La convención consolidó el ascenso de la fórmula Harris – Walz. La parapetó de manera muy sólida para el no tan largo trecho hasta el cinco de noviembre. Con la convención se han asegurado el trabajo y el apoyo de la dirigencia y las bases del partido a lo largo y ancho del país. Las visitas puerta por puerta, las llamadas telefónicas, el encargo de convencer a amigos y familiares; todo ese proceso capilar y esencial se ha puesto en marcha. Las encuestas han mejorado y Harris le lleva una leve ventaja a Trump en la intención de voto nacional, pero tiene dificultades en sobrepasar a Trump en algunos Estados pendulares, sobre todo en Pensilvania, que es clave. Las batallas más fuertes serán en esos estados. La mística esta ahí, y el objetivo es sumar a los independientes y a los republicanos moderados no trumpistas, como algunos (no muchos) de los que votaron a favor de Nikky Haley en la interna republicana.
Sin embargo, la victoria no radica solo en la presidencia, sino que también se medirá en el voto por los congresistas y senadores. Para hacer realidad su agenda de cambio, el Partido Demócrata necesita mantener el Senado y recuperar la mayoría en la cámara de representantes. En el Senado, los demócratas la tienen más difícil que los republicanos por el simple hecho de que en esta oportunidad los mismos tienen más senadurías en disputa que los republicanos. Recordemos que los senadores son electos por seis años en momentos distintos, de manera que aproximadamente un tercio del Senado se renueva cada dos años. Treinta y cuatro senadurías están en disputa en esta ronda. Los demócratas deberían asegurarse victorias en Ohio, Montana, Nevada, Michigan, Arizona, Wisconsin y Pensilvania y, si posible, Florida y Texas, para mantenerse. Florida y Texas son los más improbables, pero en los otros las encuestas van por buen camino.
En el Congreso, en cambio, los 435 diputados deben poner a disposición sus bancas cada dos años y cada Estado tiene un número de congresistas proporcional a su población. En la actualidad, los republicanos tienen una leve mayoría de 220 contra 211 de los demócratas, con cuatro vacancias. El partido demócrata necesita recuperar, al menos 11 distritos para ser mayoría. Se estima que hay 21 distritos en disputa, no asegurados. Once de estos están en mano de republicanos y diez en manos de demócratas. El hecho de que un número importante de estos distritos indecisos están en Estados profundamente demócratas como Nueva York y California da aliento a la estrategia de recuperar la mayoría.
Finalmente, si bien se dice que las elecciones son el 5 de noviembre, en realidad, las elecciones empiezan antes. A partir del 10 de setiembre se abre la posibilidad de votar por correo. Quince estados permiten esta modalidad, con distintas reglas y sistemas de conteo. De manera que el entusiasmo demócrata ya podría estas cosechando votos a partir de esa fecha. Pero también es importante tomar en cuenta que en los EEUU no hay realmente una elección nacional, sino cincuenta elecciones estatales. El último escollo será el comportamiento de esas autoridades en caso de resultados muy cerrados. La victoria debe ser contundente para evitar que los “negadores” de resultados intenten entorpecer el proceso, Hay, por ejemplo, siete “negadores” que fungen como secretarios de Estado en los estados. Esos serán la pesadilla en caso de un proceso muy ajustado.