Incomprendida a lo largo de la historia, antiguamente se creía que las personas con epilepsia estaban poseídas por el demonio o se las tildaba de locas. El término epilepsia proviene del griego epilambanein que significa apoderarse o ser atacado por sorpresa. Son varias las denominaciones que le dieron a este trastorno, como por ejemplo gota coral, enfermedad sagrada, enfermedad que te derrumba o enfermedad de la asamblea, enfermedad de la luna, entre otras tantas. No en vano la conocen también como la enfermedad de los 1.000 nombres.
No fue hasta el siglo XIX que la afección fue desmitificándose poco a poco y se entendió el verdadero origen y lo que es realmente. “Se trata de una disfunción en el funcionamiento neuronal. Se produce una alteración en la comunicación de las células cerebrales, que ocasionan descargas desorganizadas. Esta liberación anormal de energía se extiende a otras áreas del cerebro y termina generando una convulsión, que es una de las manifestaciones clínicas de la epilepsia”, explica el neurocirujano Ramiro Ferreira.
Manifestaciones y tipos
Si bien la mayoría de las personas asocian a la epilepsia con la convulsión, en la cual se producen contracciones porque se activa una gran cantidad de fibras musculares y sacudidas desorganizadas, existen otras formas previas en las que se presenta.
“Hay niños con crisis de ausencia, en las que se desconectan, dejan de interactuar y mantienen la mirada fija, perdida, y repentinamente continúan su actividad. Esto, en varios casos, va acompañado de un bajo rendimiento escolar y no saben explicar por qué. Otras veces, las personas sufren caídas súbitas, luego se levantan y siguen caminando. Antes del desmayo, el paciente puede tener síntomas visuales (luces centelleantes) o huele un olor desagradable, siente malestar y después cae. La primera sospecha debe surgir ya en el médico clínico, quien tiene que investigar e indagar”, señala el especialista.
El trastorno se divide en dos grupos, según Ferreira. El primario, en el que no existe una causa orgánica evidente, si no más bien genética o está relacionada con una enfermedad subyacente. Mientras, el secundario, en el cual si se realizan los estudios correspondientes se encuentran causas patológicas como un tumor, hematoma, infección en el sistema nervioso o un coágulo cerebral por hipertensión. Al tratar este segundo tipo, con una operación por ejemplo, es probable que las convulsiones se espacien o hasta inclusive desaparezcan, pero esto no es 100% seguro, porque ya el cerebro puede tener una cicatriz en donde esta el foco desencadenante.
Detonantes y cuidados
Cuando se presenta una crisis de epilepsia, es fundamental realizar una resonancia magnética, un electroencefalograma, una tomografía y un análisis completo de sangre y orina. Si no se encuentra nada, no se trata, sino que se controla al paciente. “Pero si vuelve a tener otra crisis, sí es necesario tratarla, en caso de que sea primaria, y la duración del tratamiento varía, aunque como mínimo es de un año. Hay quienes necesitan los medicamentos de por vida y en otros la enfermedad retrocede”, indica el médico.
Los cuidados que debe tener quien padece epilepsia son puntuales, porque las células cerebrales se activan muy fácilmente. Las situaciones que pueden propiciar una crisis son la falta de sueño, la exposición a luces intermitentes o, un caso común de acuerdo a Ferreira, cuando una persona va manejando y la luz del sol de la tarde se filtra a través de una hilera de troncos de árboles, lo que crea una intermitencia y la persona convulsiona.
Entonces, “es recomendable dormir entre siete u ocho horas diarias, evitar ver la televisión con la luz apagada o muy cerca de la pantalla; cuanto más grande sea esta, más alejado se debe estar. Si va al cine, por ejemplo, la persona tiene que sentarse lo más lejos posible de la pantalla. Ahora bien, mucha gente con epilepsia convulsiona porque abandona su medicación, esto se da sobre todo en adolescentes a quienes le cuesta entender la importancia de estar medicado. También es necesario recordar que por más que la persona tome su medicación correctamente, esta debe evitar someterse a situaciones que la pongan en riesgo de convulsionar”, subraya el experto.
Tratamiento y ayuda
El principal objetivo del tratamiento es que se pueda llevar una vida lo más normal posible. Ahora bien, quienes nunca se trataron tienen una pobre calidad de vida, porque evitan salir de sus casas por temor a los ataques y se vuelven introvertidos. Pero una vez que reciben tratamiento, van mejorando.
Es primordial identificar a tiempo la enfermedad, porque “en cada convulsión mueren miles de células nerviosas, casi como una borrachera aguda. Si el paciente no es bien tratado, a la larga puede presentar un cuadro degenerativo por la pérdida de neuronas o bien un paro cardíaco”, advierte el profesional.
Lo que el doctor recalca es que “resulta en vano sujetar a la persona y pretender que no se mueva durante la crisis. Aparte, meter el dedo en la boca para sacarle la lengua durante el ataque es muy peligroso: primero porque es imposible abrirle la boca, y si se mete el dedo este puede ser arrancado debido a que la fuerza de la mordida es increíble. Ahora, cuando pasa la convulsión, hay que poner a la persona de costado, y si se puede tomar su lengua y traerla para delante, mejor, para que ingrese aire”, aconseja.
Se estima que en el mundo existen 50 millones de personas que sufren epilepsia, según la Organización Mundial de la Salud, y en muchos casos los afectados son estigmatizados. Temer o rechazar lo que no se entiende es común, pero un epiléptico es capaz de llevar una vida normal como cualquier persona.
Texto: Natalia Ferreira Barbosa
Foto: Fernando Franceschelli.