La película aborda tres temáticas, según Collar: el mito, la búsqueda y la locura.
“Es eso latente”, explica, “que está en la memoria popular y que puede despertar en cualquier momento. Que a su vez es atemporal y donde pueden intervenir el paisaje, los factores internos o la tecnología, y que de por sí tiene un inscrescendo natural propio de los mitos más antiguos”.
El tema principal, el del tesoro escondido de la Guerra del Paraguay (1870-75), fue construido en respuesta a las inclinaciones de su director en sus pinturas: “Toda mi pintura paraguaya (1989-2003) está fundada entre el mito y la realidad. Y mi cine se incorpora a posteriori a este desarrollo visual”. Con “Novena”, por ejemplo, asegura haber explorado las posibilidades realistas de entender y registrar este universo particular.
“En cambio”, dice Collar, “con Costa Dulce decidí elevar esta experiencia al nivel del mito. Y el Plata yvyguy es un mito que había pintado en un tríptico que sintetizaba toda mi investigación de campo en tres pinturas: la locura, la visión y la excavación (1993)”.
El director confiesa que “Costa Dulce” fue como un ejercicio donde buscaba integrar aspectos vivenciales y culturales a los que dedicó muchos años como pintor, “cerrando así un ciclo con ese imaginario en lo visual y audiovisual”. Para dirigirla, se planteó priorizar lo estético: el poder semiótico de las imágenes, la contemplación. “Por lo tanto, fui quitando lo más que pude de aquello “ilustrativo del texto” que tanto piden los productores de la industria”, explica.
Poster de la película “Costa Dulce”, de Enrique Collar. Foto: costadulcefilm.com.
El mensaje de la película es “algo que está allí latente, más allá de lo consciente” y que posibilita al espectador abrirse a otras posibilidades narrativas y despertar su imaginación. Collar admite que el camino a la dirección de esta película se dio como resultado de una transición natural. “Soy un pintor que hace cine”, dice, “y en el arte, el proceso entre obra y obra es muy importante”.
Esta nueva producción llega luego de un recorrido audiovisual del director: en “Miramenometokéi” no tenía “nada detrás y había que inventarlo todo”. Fue por eso que introdujo ideas posmodernas que como pintor ya entendía. “Armar así", dice, “un rompecabezas propio y lograr una construcción con mirada personal sobre el Paraguay urbano y suburbano”. Más tarde, en “Novena”, se encontró con un relato “más cimentado” en su pintura paraguaya y sus imágenes estáticas en las cuales venía trabajando por más de una década. “Costa Dulce se ensambla finalmente en este proceso como la pieza más pictórica de las tres películas”, asegura.
La cinta pone a prueba “cuestiones extremas de la narrativa audiovisual” para quedarse con la esencia de la imagen y el sonido. “Es un cine más en estado puro”, dice.
“El cine es una experiencia sensorial”
En una entrevista vía correo electrónico, Collar reconoce que nunca le interesó el cine de entretenimiento y que siempre que va a una sala de cine busca poder llevarse a casa esas sensaciones inexplicables que perduran en la memoria.
“Siempre que fui al cine fue para vivir una experiencia distinta (...) Para que esto suceda no necesito de los trucos conocidos, las fórmulas de los guionistas masificadores”, dice. “Al contrario, busco que me cuenten historias de manera diferente”.
“Yo vi 40 veces ‘La chica de la fábrica de fósforos’ (Aki Kaurismaki) en el siglo pasado, y nadie la conocía. Pero para mi fue revelador: cine en estado puro, una obra maestra que ni siquiera fue premiada. Y la película me ha dejado sensaciones inexplicables para toda la vida”, recuerda. Y eso es lo que desea transmitir en sus obras: una experiencia sensorial. Es por esta razón que busca despojarse de todos los artilugios que emocionan al público: “Me fui quedando con lo esencial del lenguaje, como una forma de sincerarme y ser honesto conmigo y con mis ideas”.
De numerosas sinopsis, ideas y argumentos, eligió tres y se las paso a Juan Marín, un guionista argentino con quien venía trabajando desde hace tiempo. Marín eligió el adecuado y -vía mail- comenzaron a construir el primer tratamiento del guion. “Luego vinieron las reescrituras”, dice.
“Terminó siendo un guión literario muy sintético, de unas 35 páginas y eso fue todo. Mi cine no necesita mucho más, escribo para mí y necesito libertad de decisiones e ir descubriendo la película a medida que la voy filmando”, reconoce.
El rodaje de Costa Dulce duró unas 15 jornadas exactamente. Fue grabado con un equipo reducido en Itauguá y en las compañías de Itauguá Guazú y Potrero, etc. “No necesitábamos más gente en el rodaje para llevar adelante un proyecto de estas características”, asegura el director, quien admite que le cuesta “un horror” conseguir financiación para sus películas. “Pero aprendí a convivir con ello, intentando convertirlo en algo positivo”, dice.
“A tal punto que”, recuerda, “decidí escribir “la docena” (doce reglas o decisiones para un cine construido de adentro hacia fuera) como un modo de estructurar mis limitaciones y en respuesta a las preguntas que normalmente el público del mundo me hacía al ver mi cine”.
Christian Riveros, protagonista de “Costa Dulce”. Foto: costadulcefilm.com.
¿Cuáles fueron sus primeros pasos en el cine?
No sabría con exactitud el momento o primer impulso de desear hacer cine. Si recuerdo que cuando tendía nueve o diez años fascinaba con un proyector infantil que se llamaba Cine Graf y que con unos amigos nos pasábamos tardes enteras viendo las mismas peliculitas: unos dibujos tipo historietas sobre una cinta de papel traslúcido que se proyectaba a través de una lámpara de 25W. Pero nunca imaginé hacer cine hasta que la pintura me fue empujando al lenguaje, allá por 1996.
Un período me tocó en Buenos Aires, donde iba mucho a la sala Leopoldo Lugones del Teatro San Martin, donde pude ver desde “Sacrificio”, de Tarkowsky, a “The match factory girl”, de Aki Kaurimaki. Esta última tuve el placer de verla junto a Elvio Romero, a quien también le gustaba mucho el cine. Y después de un largo silencio, y conmovido, me dijo: Qué maravilla, qué simple. ¿Por qué no se pueden hacer películas así en Paraguay?
¿Cómo ve al audiovisual paraguayo en 10 años?
Yo hablaría de 15 años. Lo veo como en estado de ebullición. Imaginate que cuando regresé de una beca de USA a Asunción, en 1999, introduje entre los perros una de las primeras camcorder MiniDV que salieron al mercado y con la cual hicimos algunos cortos. Es decir, el mundo digital vino a despertar al cine paraguayo de su larga siesta. Y rápidamente la gente se fue equipando y atreviéndose a hacer audiovisual.
Para el 2006 “Hamaca Paraguaya” llegó a Cannes, luego en el 2010 nos encontramos con Renate Costa en el Festival de 3 Continentes con “Cuchillo de Palo” y “Novena": dos largometrajes paraguayos en la misma competencia oficial entre nueve películas. Y hoy ya arrasamos en taquilla a “Titanic” con “7 cajas”, que aún no vi. Es decir: pocas películas en comparación con la productividad de otros países, pero casi todas con buena repercusión en el mundo del cine contemporáneo. Esto habla que estamos haciendo bien las cosas.
Ficha Técnica:
Título original: Costa Dulce. Duración: 98 min (aprox). Director: Enrique Collar. Guion: Enrique Collar /Juan Marin. Producción: AreachikaCine (Paraguay). Co-producción: ASFilm (Holanda). Editor: André Schreuders. Director de fotografía: Christian Núñez. Asistente: Christian Acosta.
Protagonistas: Christian Riveros (David), Eladia Vázquez (Anabel) y Juan de Dios Collar (Gervasio), gente sin experiencia escogida en Itauguá, a excepción de Juan de Dios, quien fue protagonista de Novena.
La película se estrenó mundialmente el 17 de noviembre de 2013 durante el 28 Festival Internacional de Cine de Mar del Plata.