Una de las fuentes de las que se abreva la ley, es de ellas. Las que de tanto repetir se convierten en verdades a pesar de la irracionalidad de las mismas. El abigeato es un delito penal tipificado con nombre y blasón aunque no sea otra cosa que un robo pero que la “oligarquía vacuna” quería que por orgullo fuera incluida en el código penal con denominación de origen. El profesor Schone, murió sin entender esto y otras muchas formas culturales que definen nuestro “teko Paraguay” (la forma de ser de nosotros).
En ese capítulo también podría inscribirse la irracional discusión en torno a las vacunas si el rechazarlas pone o no en entredicho nuestras libertades sacrosantas donde el absolutismo de sus militantes se transforma en dogma para condenar toda posición en contrario, incluida: La ciencia y sus resultados. Algunos devenidos en exégetas de la Constitución afirman que vulnera el concepto de la igualdad entre todos los paraguayos como si esta idea –incluso en la propia Carta Magna– no tuviera excepciones duras e injustas que solo pueden cambiarse por la reforma.
Si todos los paraguayos somos iguales ante la ley, ¿por qué en mi caso particular de propietario de un medio de comunicación no puedo ser candidato a ningún cargo público? Soy para la Constitución de la que soy uno de sus redactores: Un paria. Me está vedado al igual que a los militares o policías en actividad eso y para estos, incluso para votar. Es solo uno de los ejemplos. Se vé que no somos todos iguales como algunos interpretan. En las carreteras donde puedo desplazarme libremente como me permite la CN hay lugares donde se me impide transitar a más de 50 kilómetros y en las ciudades me detienen en los semáforos en rojo. Ninguna libertad es absoluta o sino cómo es posible que me procesen por calumnia, difamación e injuria por ejercer mi libertad de expresión. Ahí saldrá alguno que dirá que mis libertades se acaban donde empiezan las de otros que también puede aplicarse para el caso de los no vacunados que quieran participar de eventos masivos o ingreso a ciertos sitios.
Los abstencionistas de las inoculaciones que recibieron seis vacunas a pocos meses de nacer y los pinchan contra la fiebre amarilla para veranear en Brasil sin embargo se oponen a que acabemos con el Covid sobre sofismas tan fáciles de debatir que la “originalidad” de sus argumentos solo puede recibir la atención de algún siquiatra de ocasión.
Con todo el debate sirve para medir el nivel de confianza que se tiene hacia el Estado administrador de nuestros recursos y organizador de nuestro sistema de salud. La resistencia a seguir sus recomendaciones es directamente proporcional a la desconfianza que sus acciones rebelan ante el mandante. Este que ve y siente todos los días como le roban, le mienten, le engañan, le prometen, lo desprecian y lo empobrecen tiene poco margen para seguir las recomendaciones de alguien que representa en su imaginación y realidad todo lo peor. El Estado paraguayo es el “pora” moderno y nadie en su buen juicio sigue los dictados de un alma negra y en pena que incluso los dibujantes desprecian describirla. El debate sobre el pase sanitario tiene que ver más con sus repercusiones en forma de transa, coima e incapacidad de aplicar la ley que por la norma misma. El proponente tampoco ayuda mucho.
Debemos poner entre nuestras costumbres reformar el Estado para que se nos parezca en nuestras virtudes y que no sea reflejo de las miserias y debilidades que cargamos. Lo peor de todo esto es que parece que nos acostumbramos a vivir en esta situación que cualquiera que ose cambiar las reglas a favor de la gente pasa a ser inmediatamente calificado de fascista o cavernario cuando en realidad con muchas de sus actitudes sus promotores les están haciendo la cama a estos retrógrados y reaccionarios. Es una fea costumbre pero... existe y es reiterativa.