La máquina, de dimensiones humanas -aunque pesa 400 kilos-, está diseñada para trabajar en un laboratorio convencional y puede utilizar instrumentos “de forma muy parecida a como lo hace un investigador humano”, destacan sus creadores, que presentan esta nueva tecnología en el último número de la revista Nature.
A diferencia de un ser humano, “tiene infinita paciencia, puede pensar en 10 dimensiones y trabaja durante 21,5 horas cada día, con una pausa solo para recargar sus baterías”, enfatizan los diseñadores del robot.
Aseguran que esta nueva forma de investigar puede resolver problemas de una complejidad hasta ahora inabordable para un equipo de laboratorio.
“Por ejemplo, los robots autónomos podrían encontrar materiales para producir energía limpia o nuevas fórmulas de medicamentos buscando en espacios químicos vastos e inexplorados”, sugiere en un comunicado la Universidad de Liverpool.
Algunos robots ya se han utilizado anteriormente en investigaciones químicas, pero estaban diseñados para trabajar en un experimento en particular.
Este robot de 1,75 metros de altura “es móvil, puede moverse por el laboratorio y llevar a cabo un amplio rango de labores diferentes”, aseguran sus creadores.
La máquina no tiene un sistema de visión, sino que utiliza un escáner láser y un sistema de “retroalimentación táctil” para orientarse.
En el primer ejemplo de investigación llevada a cabo por el robot que se ha publicado, la máquina realizó 688 experimentos a lo largo de ocho días, en los que trabajó 172 horas, se desplazó en 319 ocasiones y manipuló objetos 6.500 veces.
Entre otras funciones, es capaz de pesar sólidos, dispensar líquidos, retirar el aire de un recipiente, iniciar una reacción catalítica y cuantificar los productos de una reacción.
Utiliza un algoritmo de búsqueda para “navegar en un espacio de diez dimensiones con más de 98 millones de potenciales experimentos” y decide “cuál es el mejor experimento que hay que hacer en base a los resultados de los anteriores”.
“Haciendo esto, ha descubierto de manera autónoma un catalizador” sin que haya recibido instrucciones adicionales por parte del equipo técnico, aseguran sus creadores.
“El mayor reto era lograr que el sistema fuera robusto. Para trabajar de manera autónoma durante varios días, haciendo miles de manipulaciones delicadas, el porcentaje de error en cada tarea debe ser muy bajo”, afirma Benjamin Burger, responsable de la construcción y la programación del robot.
El científico Andrew Cooper, por su parte, subrayó que el objetivo del equipo era “automatizar al investigador, en lugar de los instrumentos”.
“Esta flexibilidad cambiará tanto nuestro modo de trabajar como los problemas que somos capaces de abordar”, esgrimió Cooper.
“Esto no es solo una máquina más en el laboratorio, es un nuevo miembro del equipo con superpoderes. Libera tiempo para que los investigadores humanos puedan pensar creativamente”, agregó.