“Estoy inquieta, todos lo estamos”, contó Galina Turcanu, de 46 años, que regenta una pequeña empresa familiar que opera a ambos lados de la frontera. Al igual que muchas personas, Galina afirmó que por el momento no va a huir. “Tenemos a nuestros padres y a toda nuestra familia aquí”, explicó. “Nos vamos a quedar y a ver de qué lado sopla el viento”, expresó.
Para Victoria, una auxiliar médica de 36 años que está embarazada, la situación es preocupante. “No sé qué hacer, nunca he vivido una situación como esta”, señaló.
Por el momento va a quedarse y si las cosas cambian, van a huir, afirmó bajo la mirada atenta de su hija de 12 años. “Tenemos miedo de la guerra”, dijo Alex, un hombre de 50 años que prefirió no revelar su apellido.

El lunes el Ministerio del Interior de la región separatista prorrusa informó que un edificio gubernamental de la capital Tiráspol fue atacado con un lanzagranadas. Durante la semana se registró un ataque con explosivos que golpeó a una torre de radio cerca de la frontera con Ucrania y se reportaron disparos cerca de un depósito de municiones rusos.
Rusia se declaró alarmada por la escalada de tensión en esta región y condenó los incidentes tildándolos de actos de terrorismo.
MALOS RECUERDOS. Esta república autoproclamada y apoyada por Moscú se separó de Moldavia tras una breve guerra en 1992 durante la agitación que sucedió la desintegración de la Unión Soviética. Desde entonces, hay desplegados en esta región 1.500 soldados rusos para garantizar la seguridad de este territorio, que no está reconocido por la comunidad internacional.
Durante el conflicto, numerosos residentes tuvieron que huir. “Fue duro, no queremos que eso se repita”, confesó Turcanu, desde la fila de coches que buscan entrar en Transnistria. “Son malos recuerdos”, agregó.
En los últimos días, el tiempo de espera en este punto de control ha aumentado, relató un policía moldavo que prefirió permanecer en el anonimato. Las autoridades locales de la república separatista realizan “controles más estrictos” después de las explosiones.
Del lado moldavo, en cambio, las fuerzas de seguridad se contentan con un saludo a los conductores.
La presidenta de Moldavia, la política proeuropea Maia Sandu, anunció medidas para reforzar la seguridad del país, pero la presencia de efectivos policiales o del ejército es discreta en la capital Chisináu o en el camino hacia Transnistria. Desde la invasión de las tropas rusas contra Kiev, Moldavia, un pequeño país ubicado entre Rumania y Ucrania, teme ser el próximo blanco del presidente ruso, Vladimir Putin.
Moldavia, una antigua república soviética de 2,6 millones de habitantes, es una de las regiones más pobres y despobladas de Europa, que tras el inicio de la guerra ha recibido a 401.893 ucranianos que huían del conflicto.