18 oct. 2024

Crisis de la confianza social

La confianza está en la base de la sociabilidad, de la capacidad y posibilidad de generar sociedad y, al mismo tiempo, es pilar fundamental, tan fundamental, que sin confianza se derrumba la sociedad.

Sin confianza no hay matrimonio. (Pérdida la confianza, el matrimonio queda reducido a simple emparejamiento similar al de otros mamíferos).

Sin confianza no hay amistad, es imposible crear empresas, no puede funcionar la economía, mucho menos la política, el gobierno y el Estado.

Ante estas evidentes constataciones es fácil comprender que una crisis de la confianza social es un grave inicio de desintegración social, que reclama urgente terapia y curación.

Entre nosotros hay indicadores elocuentes de la crisis de confianza social, cuyas causas y efectos vienen creciendo en nuestro país desde hace algunos años. En concreto han crecido y siguen creciendo destructores de la confianza y la sociedad tan graves como la delincuencia y la criminalidad, los asaltos en la calle y a domicilio, las violaciones sexuales a mujeres y los feminicidios, a las niñas y niños de los que ya suman once mil denuncias y no sabemos cuántos son los no denunciados. Crecen las violaciones de adolescentes de los dos sexos, inclusive dentro de las instituciones educativas, Se vienen descubriendo más casos de pornografía infantil. Crece el narcotráfico, su poder y violencia y la drogadicción. Crece la corrupción en las municipalidades y en la administración de los tres poderes del Estado... y no faltan las cuotas de terrorismo y secuestros.

Este dramático listado es un resumen acelerado de una lectura atenta y crítica de la información cotidiana en los diarios locales, que cada día dan más espacio en sus páginas a noticias policiales, no desmentidas.

Son muchas las causas de la creciente crisis de confianza social y sus desastrosos efectos sociales e individuales, más o menos conscientes en todos los ciudadanos.

En el fondo de todas las causas subyace la debilidad o ausencia de la vigencia de la ética y la moral en la conciencia de no pocos ciudadanos. En una familia, en una sociedad y en una nación donde se margine la ética y la moral, no puede subsistir la confianza y derivadamente ni la misma sociedad.

La confianza requiere y se mantiene con la ética y la moral, nace y crece desde bebé, cada uno de acuerdo a su experiencia de ser amado, alimentado, protegido y ayudado generosamente por su madre y su padre.

La confianza no es ingenua, está asociada a la esperanza porque la persona que confía espera que la persona en quien confía tiene la capacidad y voluntad de responder positivamente.

La confianza es una experiencia sicológicamente integral, compromete a toda la persona; se inicia en el ámbito cognitivo, se enriquece en el ámbito afectivo nutriéndose de energía transpersonal y motivación cálida, que le conducen al ámbito operativo, donde decide favorablemente y pasa a la acción eficaz de confiar. Todo el proceso de gestación de la confianza pasa por la conciencia que la valora como un bien. Efectivamente, la confianza es bienhechora para el que confía y para el beneficiario de esa confianza es un vínculo interpersonal que fortalece y gratifica a los dos.

Creo que está claro, para sacar de su crisis y recuperar la confianza social es necesaria la cooperación de todos los ciudadanos y especialmente de quienes han recibido del pueblo la conducción de los poderes del Estado para desarrollar y administrar el bien común. La confianza social es un bien matriz vital para la convivencia, la paz y la supervivencia.

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