A Caacupé llegan cada diciembre los paraguayos para cumplir promesas o buscar consuelo. El Novenario a la Virgen es la ocasión en la que la Iglesia se convierte en la voz del pueblo, a través de las homilías. Este año hubo duros reproches por la “vida principesca” de legisladores, mientras el pueblo sufre; hubo críticas por la falta de eficiencia y el sistema obsoleto del IPS. Hubo palabras para los pobladores de Paso Yobái, por el uso desmedido de mercurio para extraer oro y para las comunidades indígenas del Chaco que siguen reclamando agua potable.
En la apertura del Novenario, monseñor Gabriel Escobar, obispo del Vicariato Apostólico del Chaco, lanzó desde su homilía críticas a la clase política. “Hay ciertos signos que nos hablan de que algo no está funcionando bien. Cuando yo veo que hay una clase política que lleva una vida principesca y donde son jueces y parte, evidentemente algo no está bien”. Reclamó los altos salarios, grandes viáticos para viajes, millonarios cupos de combustible, asignaciones especiales, el seguro vip y también mencionó a los nepobabies. Dijo el religioso que todo esto sucede mientras el pueblo hace polladas y tallarinadas para ayudar a los familiares enfermos sin un seguro médico.
En otra jornada, el padre Miguel Flitz, administrador apostólico del Vicariato del Pilcomayo habló por las comunidades indígenas y recordó los incendios que afectaron al Chaco, donde se consumieron más de 200.000 hectáreas. “¿Alguien ha pensado, con esta calamidad del incendio, qué habrá pasado a nuestros hermanos indígenas ayoreos que aguantan todavía en aislamiento voluntario, justo en esa región de Chovoreca?”,dijo.
El vicario criticó que los servicios que deberían ser destinados a la población indígena se dirigen a las estancias, las máquinas que deberían mejorar los caminos de acceso a las comunidades, o la electrificación, y cuestionó que los indígenas son excluidos de los servicios por no afiliarse “a cierto partido”, haciendo alusión al Partido Colorado.
En el Novenario se cuestionó que cientos de paraguayos necesitan de un transporte público para movilizarse mencionando las reguladas frecuentes que repercuten en la calidad de vida de la gente y por las cuales los trabajadores duermen menos y pasan menos horas con su familia. Se puso mucho acento en el reclamo de proyectos de leyes que ayuden a una mejor calidad de vida de la población y a proteger ciertos servicios básicos como el acceso a la salud y educación gratuitas y el acceso a la tierra.
Los obispos reflexionaron asimismo sobre la violencia que afecta a las comunidades, el maltrato doméstico y los casos de desapariciones de niñas, niños y adolescentes, recordando también a las víctimas de explotación y abuso de poder, afirmando que estas situaciones “exigen justicia y reparación”. La condena a la corrupción estuvo presente en las homilías, y se señaló la exclusión a los más pobres, y la indiferencia hacia comunidades que viven en condiciones de extrema pobreza.
El cardenal Adalberto Martínez Flores, arzobispo metropolitano de Asunción, condenó en su homilía la corrupción pública y privada como inadmisible, afirmando que es un grave pecado personal y social. “No se puede decir ‘Señor, Señor’ y robar los recursos públicos, que condena a cientos de miles a una vida desmejorada e indigna de su condición humana”, señaló.
Martínez habló sobre la necesidad de recuperar los valores morales “que siempre han caracterizado a nuestro pueblo y el sentido de la ética en nuestro comportamiento ciudadano”. Y, finalmente, sostuvo que los paraguayos necesitamos organizar la esperanza para superar las situaciones de profunda inequidad social, ello requiere perseverancia, pues, se trata de rehacer el tejido social y moral de la nación.