Ninguna firma paraguaya fabricará un solo pupitre. Los muebles serán proveídos por una empresa china, con una filial en Ciudad del Este, que se dedica a producir colchones, edredones y otros artículos textiles. Sería cómico, si no fuera por el nauseabundo tufo a corrupción que exhala.
Haré una cronología de la infamia. A mediados del año pasado hubo una primera convocatoria que, un mes después, fue abruptamente suspendida para hacer “ajustes en las especificaciones técnicas”. El 29 de noviembre de 2024 se reinició el proceso con la publicación en la página web del llamado a licitación.
Una semana antes, el 21 de noviembre, la industria china ya había adquirido 16.560 estructuras metálicas y accesorios para muebles escolares. La cifra es exactamente igual al número de pupitres que correspondía a la primera parte de la entrega. ¿Cómo pudo saberlo el empresario chino, si la licitación recién se publicó una semana después?

Al ser preguntado sobre esta burda evidencia de información privilegiada, José Rodríguez Tornaco, el encargado de Comunicación Social de la entidad convocante, tenaz defensor de la entrega del negocio a la China Popular, dijo que “no podía opinar sobre las políticas comerciales de empresas privadas”. ¿Se da cuenta por qué me pongo nervioso? Después, se llenan la boca de un altisonante nacionalismo. Nos toman por tontos irredimibles.
La razón por la que el inversor chino se arriesgó tanto es porque los “ajustes” del pliego de bases y condiciones incluían detalladas exigencias en las estructuras metálicas, imposibles de cumplir para las empresas locales. Y que, por supuesto, eran idénticas a los que tenían los pupitres ya comprados, antes de que las modificaciones fueran publicadas.
La firma que producía frazadas, había sido, se dedicaba también al rubro de muebles escolares. Y, para demostrarlo, presentó tres facturas de supuestas ventas previas muy sospechosas. Tenían la misma fecha del 29 de noviembre –el día de la llamada a la licitación–, todas eran por el mismo importe –808 millones– y la dirección de los supuestos clientes era inubicable. La habilitación para comercializar muebles la obtendrían recién en diciembre.
Como si no bastara la ventaja de competir en condiciones privilegiadas, Kamamya, ese es el nombre de la compañía china, informó a la Aduana paraguaya que cada pupitre costaba 15 dólares, aunque la Itaipú, comandada por Justo Zacarías Irún, pagará un promedio de 100 dólares por unidad. Casi 700% de diferencia. ¡Menudo negocio!
Ni siquiera el nombre del propietario del ganador de la licitación es indubitable. El diario ABC color publicó que tiene dos cédulas de identidad que difieren en el nombre, la edad, la fecha y el lugar de nacimiento. Lo que está claro es que tiene potentes vínculos con políticos del actual gobierno.
El descaro llega a ser sorprendente, incluso para los usos y costumbres de las licitaciones públicas nativas. La respuesta de los gremios industriales paraguayos es, hasta ahora, tímida. Encima, escuchan impasibles que la diputada Rocío Abed, esposa de Zacarías Irún, le enrostre que son “unos resentidos, unos pájaros de mal agüero, por negarse a celebrar los logros del Gobierno”. Yo, sin embargo, termino tan furioso como comencé. Estamos ante un insostenible acto de antipatriotismo.