No creo que exista un solo paraguayo que no sepa que alguien con quien vive, interactúa, trabaja o convive cotidianamente no sepa que es corrupto. No requiere que lo señalen desde afuera porque sabe perfectamente cómo construyó la casa que tiene, los vehículos que exhibe, las amantes y parientes a las que alimenta o los caballos árabes de los que se ufana. Pero nadie medianamente cuerdo pudo haber pasado por alto las señales de vida que fue dejando el significativamente corrupto señalado por los EEUU: Hugo Velázquez. Es como muchos en la política criolla: un crook, un malandro, un sinvergüenza o como decían en el Far West: un bandido.
Lo fue siempre. Desde sus inicios de presidente de seccional en Lambaré, pasando por fiscal adjunto en Ciudad del Este, donde su fama y fortuna se multiplicaron. Era el guardián de todos los negocios ilícitos y nunca su perseguidor.
Ahí se dio cuenta de que los fiscales y jueces son sirvientes de los políticos y pasó a hacer carrera en la legislatura como diputado. Fue altamente eficiente en comprobar cuál era el talón de Aquiles de sus colegas y lo extraordinariamente dóciles que eran sus colegas ante el dinero. Formó una sociedad de hierro con Horacio Cartes durante su presidencia y a quien le fue funcional y eficiente para domesticar y dar de comer a la Cámara Baja siempre tan rastrera como necesitada, pero tan poderosa para los juicios políticos.
Hugo Velázquez ha sido siempre el modelo exitoso del político proveedor de necesidades a la familia a la que conchabó por decenas a costa nuestra en el Estado a un costo cercano al medio millón de dólares en salarios anuales. En temas de tráfico de influencias, eso debe multiplicarse por cinco como mínimo. Era especialista en armar y desarmar alianzas. Fue el intermediario con Cartes para evitar su juicio político y el de Mario Abdo evitando el “caiga quien caiga” de campaña. Para Abdo, pudo ser una capitulación; sin embargo, para Velázquez era bussines as usual (negocios como siempre). Él se sabía todos los costos de cada uno de los que se le ponían enfrente, convirtiéndose en un poderoso operador de comerciantes, traficantes, contrabandistas y corruptos de distintos pelajes. Puso a su mujer como fiscala adjunta desde donde controló la acusación de muchos y no la dejó ir ni cuando entró en campaña, luego de anunciar mentirosamente que se acogía a la jubilación. Ahora ella y los hijos de Velázquez tienen también prohibido el ingreso a los EEUU. Es el fin de un modelo de político admirado y emulado por muchos. Movilizó a varios jóvenes de las facultades, fundamentalmente la de Derecho UNA, donde manejó el centro de estudiantes y promovió figuras que se les parecieran.
Un duro revés para el oficialismo colorado con un bitongo presidente que debe sustituirlo para perder. Cualquiera sea el ungido no alcanzará para seguir con el poder en el 2023. Ni Brunetti ni Pettengill dan la talla y el tiempo se agota. Velázquez se une al selecto grupo de los significativamente corruptos demostrando más inteligencia que Cartes y Peña, quienes han decidido enfrentar a los EEUU y su señalamiento. Velázquez renuncia a su candidatura inmediatamente y se abre de una vicepresidencia a la que llegó luego de viajar a los EEUU y recibir el mandato de no dar curso favorable al pedido de enmienda reeleccionaria impulsada por Cartes. Él más que nadie sabe de estos acuerdos y del tono de conversación con los americanos. Sabe también porque lo han señalado. Ha cruzado un límite sensible en un tema de seguridad nacional. La coima del millón de dólares ofrecida por su señalado socio Juan Carlos Duarte tiene datos y fotos. Cuando lo descubrieron e intentó evitar las pruebas ya era muy tarde.
La historia más de un pillo (crook) de la política criolla llega a su fin y con él varios que le fueron fieles a su modelo exitoso de hacer política. Algunos fingirán que no lo sabían cuando en realidad lo admiraban profunda y públicamente. Ahora están todos marcados y sin poder ir a presumir a Disneyland.
Lo otro, juzgarlo, no lo haremos porque es uno de los nuestros. Así nomás.