Sea cual fuere el género en que incurra, una película de Fernando Pino Solanas es siempre una garantía de calidad…y de compromiso social. Su última realización cumple a cabalidad ambas cualidades. Puede verse este lunes y martes en el Festival de Cine de Asunción (Cinemark). Se trata de un documental que abarca, desde un amplio espectro, el tema de la soberanía alimentaria y el gran cambio en nuestra alimentación y salud que ha significado en nuestras vidas la aparición de la agricultura mecanizada.
Solanas recorre, cámara en mano, el amplio territorio argentino para mostrar los estragos que ha causado en todos los niveles la fumigación de las grandes plantaciones de soja. Para eso recurre a especialistas en el tema, quienes con datos demuestran cómo el cáncer y malformaciones en recién nacidos fue en aumento desde que se dio este cambio en la agricultura y, por ende, en los alimentos que consumimos. Desde la provincia de Buenos Aires, pasamos por Rosario, Córdoba, Salta, Mar del Plata y otros lugares del gran país vecino, para enterarnos de lo que médicos, bioquímicos, ingenieros y productores de todo tipo afirman al respecto.
En muchos momentos las imágenes y datos dan mucho que pensar acerca de lo que comemos, así como del contubernio sobre el poder político y las grandes corporaciones como Monsanto. Sin embargo, nada hay más fuerte cuando el director se mete sin tapujos a la miseria de los más dañados: los indígenas. Como en todas partes, son los marginados entre los marginados, indocumentados, hambreados, sin hogar, han visto cómo sus bosques fueron invadidos por ese mar verde que no permite que nada más crezca porque son fumigados por venenos potentísimos.
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Claro que lo que muestra Solanas en esta película vale para toda Latinoamérica. Perfectamente, la realidad que vemos a través de su inquisidora cámara puede transpolarse al caso paraguayo. Es esta una de las razones por las cuales es altamente recomendable ir a verla, amén de participar de otra de las producciones de este inquieto director, quien, una vez más, mete el dedo en la llaga y levanta su voz hacia un problema que atañe a todos, pues todos nos alimentamos con lo que el campo produce.
Lo bueno es que no se queda con mostrar el problema, sino también se dedica a mostrar las alternativas de producción donde los agrotóxicos no existen. Sin duda uno de los grandes títulos que el evento ofrece, prueba de la calidad cinematográfica de Pino Solanas, quien este año se llevó, con justicia, el tradicional premio Panambi de esta edición 27 del Festival que sigue hasta el jueves.