Antonio V. Pecci
Periodista y escritor
Fue un hecho casual la creación del nuevo ritmo, como afirman algunos? ¿Surgió en el joven músico José Asunción la idea de crear algo nuevo después de experimentar con la polca Ma’erápa reikuaase, en 1924? También se ha dicho que quien le dio el nombre de guarania fue el poeta Manuel Ortiz Guerrero, aconsejando al músico. Y, aún más, que el nuevo género musical tiene influencia de música indígena.
Pero, ¿hasta qué punto tienen asidero éstas versiones que todavía hoy circulan? Como la de algunos quienes fantasean aún con la idea de que la guarania nace hacia 1928, cuando Flores se conoce con el vate guaireño Ortiz Guerrero. Cabe decir que hay documentación suficiente para afirmar que la ópera prima en éste campo surge en enero de 1925, hace 96 años, en un sitio público, como lo era el Hotel Cosmos, actual Asunción Palace Hotel, en Colón y Estrella.
Un dato irrefutable lo constituye el libro de la principal biógrafa del Maestro, la docente Sara Chaves de Talía, quien conoció en persona al gran músico y durante varios años tomó notas sobre la creación del nuevo ritmo de boca del mismo. El segundo hecho lo constituye el hallazgo de un fragmento de la partitura de Jejui, gracias a la búsqueda de Mauricio Cardozo Ocampo. Y el tercero, el testimonio de músicos coetáneos del joven e inseguro compositor, como Leonardo Alarcón, quienes participaron de ese hecho y dieron testimonio. A más de los aportes contemporáneos de estudiosos como Luis Szarán, Diego Sánchez Haase y Juan Carlos Dos Santos.
EL CLIMA DE LA ÉPOCA
El ambiente cultural en la década del ’20 está atravesado de discusiones en torno a la recuperación de las señas de identidad como lo eran el guaraní, idioma despreciado por la élite gobernante, y la cultura bilingüe y el componente indígena.
A la par, surge la revalorización del pasado histórico y de figuras como el doctor Francia, don Carlos Antonio López, el Mariscal Francisco Solano López y la defensa del país ante la guerra contra la Triple Alianza. En gran parte, la fijación de éstas líneas para el debate se debe a los intelectuales de la generación del 900, quienes asumen ‘la impetuosidad reconstructora, dispuesta a levantar sobre la dolorosa experiencia de una generación truncada por la tragedia, los modestos, aunque ciertos pedestales de la patria nueva, como se la denominaba con caudalosa esperanza, renacida de no lejanas y trágicas cenizas’ al decir del investigador Raúl Amaral.
¿José Asunción crea un género musical, porque sí? Estando ya como miembro de la Banda de Policía, desde 1917 aproximadamente, toma los primeros cursos musicales en dicha entidad. Luego es incorporado como bombardino del ensamble, ya con salario y participando del programa de ensayos y retretas públicas. Es la mejor banda que existe en el país, entre otras varias. Pero José Asunción comienza a preguntarse por qué la Banda no interpreta música paraguaya, dando inicio a una serie de investigaciones y debates. La agrupación solo interpretaba óperas y música clásica. Junto con Víctor Montórfano, poeta y periodista, comienza la búsqueda de materiales sobre música paraguaya.
Encuentra escasos materiales, como el ‘Álbum de aires nacionales’ de Aristóbulo Domínguez, pero halla que tiene una escritura defectuosa en los ritmos como la polca y la galopa. Concluye que la música nativa está estancada, no interesa a nadie. Y se propone la escrituración correcta, ‘con mis pocos conocimientos’ dice.
Escribe la polca instrumental ‘Manuel Gondra’, en 1923, homenaje a su padrino, en cuya casa trabajara como lavandera su madre, Magdalena Flores. Luego, sigue investigando y halla que los ritmos tradicionales no reflejaban el espíritu de la gente. Son años de intensa bohemia por los arrabales de Asunción, observando la cultura popular y hasta los rituales de Semana Santa. Apunta en unos textos inéditos aún, que ‘El paraguayo es de pocas palabras, cabizbajo, pensativo, melancólico, (especialmente después de la Guerra del 70) desconfiado, es decir, trasunta en él el carácter indígena, legado de nuestros padres guaraníes.’ Llega a la conclusión que el pueblo paraguayo necesitaba una música más lenta que la polca, concordante con su carácter, y para expresar sus sentimientos de añoranza, tristeza, sus amores, sus rebeldías, su historia, se necesita un nuevo ritmo.
PIEZAS EXPERIMENTALES
Continuando con su búsqueda toma una conocida polca de Rogelio Recalde, ‘Ma’erápa reikuaase’, para reescribirla en un ritmo más lento, de 6 por 8, y luego de afanosas pruebas con un grupo de la Banda, logra que el director, el maestro italiano Nicolino Pellegrini, lo autorice a dirigir el ensayo de dicha pieza, en 1924.
Lo que resulta en un doble éxito: Ha logrado escriturar correctamente la música y, a la vez, ha logrado experimentar una pieza más lenta, cadenciosa. ‘Aquella mañana fue cuando por primera vez se escuchó la música nativa dentro de una nueva forma de armonización que luego debía ser la guarania, en su amanecer incipiente’ señalará a Sara Talía.
Comienza febrilmente a borronear partituras y a ensayar con pianistas como Susana Elizeche, Francisco Marín Noguera, Jaime Segalés, en la nueva forma de escritura musical, que se plasmará en una pieza escrita para trío: Violín, piano y violonchelo en los últimos meses de 1924. Esa obra, a la que denomina ‘Jejuí’, la entrega a un trío de músicos alemanes, porque, dirá, le interesaba saber si los artistas extranjeros podían interpretar correctamente la obra. Y en enero de 1925 se da el estreno, de la mano de Alfredo Kamprad, violinista destacado, Alfredo Brand, piano y Erik Piezunka, violonchelo.
La interpretación resultó excelente esa noche y provocó comentarios elogiosos del público. Y, en especial, del entonces Pdte. de la República Eligio Ayala, quien se hallaba en una de las mesas, en la terraza del hotel, compartiendo con amigos. Ayala pregunta: ‘¿Quién compuso eso?’ a lo que responde Brand que es obra de un joven músico de la Banda de Policía. Pide bis y luego dice a sus amigos: ‘Acaba de nacer la verdadera música paraguaya. Ese soldadito tiene gusto y poderosa mentalidad. Saldrá del anonimato. Se hará famoso por el arte insuperable con que maneja la cadencia’. Palabras proféticas sin duda, que hablan de un hombre poseedor de cultura.
PRIMERAS GUARANIAS
Durante todo ese año del 25 sigue su trabajo como intérprete en la agrupación policial, pero a la vez, trabajando intensamente para dar forma a nuevas creaciones, tarea que no le es fácil, ya que, afirma, sus conocimientos musicales son limitados y, acicateado por el hallazgo, debe experimentar una y otra vez. Recién al año siguiente aparece con dos obras nuevas, escritas en simultáneo: Arribeño resay (Lágrimas de un arribeño) que llevará letras del poeta sampedrano Rigoberto Fontao Meza; y Ñasaindýpe (A la luz de la luna), con versos de Félix Fernández, compañero suyo en la Banda.
Las mismas son estrenadas en el Teatro Municipal y concitan el interés y el aplauso de públicos de capas populares de Asunción y otros provenientes del interior, que acuden para conocer la gran novedad musical que acaba de surgir. Es decir, se torna masiva y es cantada en serenatas y bares en distintos lugares del país. Pero suscita de parte de la élite intelectual y del periodismo, una serie de ataques contra el nuevo ritmo y su creador. Afirman que el joven músico de la Banda no tiene la capacidad suficiente para una creación de ése tipo. Víctor Montórfano, Herib Campos Cervera, Facundo Recalde, defienden con ardor el nuevo ritmo desde distintos espacios en la prensa.
En cuanto al nombre de guarania, el Maestro relata que habiendo conocido los versos de Guillermo Molinas Rolón, ‘En la fiesta de la raza’, consultó con su maestro de castellano Delfín Chamorro, si sería acertado ponerle ése nombre. A lo que el docente responde que le parece adecuado.
El vocablo guarania había sido creado por el sabio suizo afincado en el país, Guillermo Tell Bertoni, quien desde 1911 se hallaba dando una serie de conferencias en colegios sobre la cultura guaraní. Los versos decían: ‘Y fue también guarania la región prometida / como tierra de ensueño, de ilusión y de vida; / tierra donde crecieron las flores suntuarias / de robustas pasiones y gentes fabularias’. Esto sucede en 1925. De modo que no pudo aconsejarlo Ortiz Guerrero, ya que el músico conoce al poeta recién en 1928, cuando el nuevo género tenía su primera etapa cumplida.
Con el vate guaireño, inicia una amistad que significará una segunda e importante etapa por la gran calidad de los textos poéticos, como el caso de ‘India’, que se impone a nivel nacional e internacional y acalla las críticas de la élite intelectual europeizada. Una nueva forma de expresión popular genuinamente paraguaya ha nacido para deleite y orgullo de su pueblo y satisfacción de su creador.
Un ritmo elaborado a partir de la sensibilidad y elementos de música contemporánea, que no tiene influencia europea ni indígena, según afirma años después el gran creador de ‘Mburikao’. Es una canción con características propias, remarcará a sus amigos. Que, estimamos, le llevó por lo menos dos años de trabajo continuado y sistemático.