En Paraguay la mayoría de sus habitantes profesa la religión Católica. Datos de la Dirección de Estadificas y Censos señalan que cerca del 90% de las personas mayores de 15 años se declaran adeptos al catolicismo.
Durante las festividades de la Virgen de Caacupé, la Iglesia Católica resalta la festividad mariana, pero a su vez, aprovecha para sentar posturas sobre temas fundamentales que hacen a la realidad del país.
El obispo de Caacupé, monseñor Ricardo Valenzuela, encontró en sus cartas al pueblo una forma para decir aquello que la ciudadanía desea escuchar de sus líderes. Como laico, tanto él como él resto de los creyentes estamos obligados a involucrarnos en la construcción del país que queremos.
Las homilías del novenario en honor a la Virgen de Caacupé, nos recuerdan a los laicos que la palabra de Dios es la que debe guiar nuestras acciones. Pero ¿quiénes son los laicos? Para entender mejor, me remito a parte de lo expresado por el monseñor Claudio Giménez, en su homilía previa a la Solemnidad. “Por un lado están los diáconos, sacerdotes, obispos, el Papa, las religiosas y religiosos; mientras que por otro, están ustedes (los cristianos)”. El obispo emérito Claudio Giménez, expresaba que Dios les llama a los laicos a servir desde el lugar donde le toque estar, ya sea a través de la familia, el trabajo, en la política. “Que no les suceda que se vuelven políticos y se olvidan que son cristianos”, agregó.
Tomando en cuenta esas palabras, les puedo asegurar es que si tuviésemos verdaderos seguidores de Jesús entre nuestras autoridades, el Paraguay no sería mundialmente conocido por la corrupción. En medio de uno de los tantos escándalos de corrupción durante la gestión de Mario Abdo Benítez, este se definió como un asiduo seguidor de la Palabra de Dios. Esto no extraña ya que durante décadas, los políticos han buscado ganar la simpatía del pueblo hablando de Dios, gestionando audiencias con el Papa o marcando presencia en celebraciones religiosas. No obstante, sus conductas no van más allá de aquellos fariseos a los que se enfrentaba Jesús.
El tono de las homilías durante el novenario, parecía una antesala de lo que sería contenido de la carta al pueblo leída por Ricardo Valenzuela y Abdo Benítez, junto con sus asesores, lo supieron interpretar. Tan buena fue la interpretación que el mandatario decidió evitar Caacupé y viajar hasta San Pedro para interiorizarse sobre las investigaciones del secuestro del colono Peter Reimer, tres días después del plagio. Otro que decidió hacer el vacío en la misa central de Caacupé fue el presidente del Congreso, Óscar Salomón, quien aseguró que “tiene su forma de vivir su fe” y comentó que el viernes 3 de diciembre peregrinó desde Ypacaraí hasta Caacupé para llegar junto a la Virgen. Aunque las cabezas del Poder Ejecutivo y Legislativo no se animaron a dar la cara en la misa central de Caacupé, algunos sí habrían recibido el mensaje. Tras las críticas, la fiscal general del Estado, Sandra Quiñonez, sugirió una nueva mesa de diálogo en torno a la ley que criminaliza las invasiones, mientras que Salomón aseguró que ese es un tema que deberá formar parte de la agenda legislativa tras el receso.
En lo que respecta a los privilegios con los que cuentan los legisladores, el titular del Congreso pareciera que olvidó que no solo encabeza el Senado. El mismo reconoció las críticas de la Iglesia, pero se limitó a decir que no tiene injerencia en las decisiones de la Cámara de Diputados, donde aún se derrocha dinero del pueblo en cupos de combustible, seguros VIP y bonificaciones.
El mensaje de la Iglesia fue claro y contundente, pero cuando los cambios profundos significan dejar de lado las antiguas prácticas como el prebendarismo, el prevaricato y la corrupción, aflora el fariseísmo en las autoridades. Entonces vale la pena recordar aquella emblemática expresión del papa Francisco durante su paso por Paraguay: “¡Qué mentiroso sos!”