Los científicos estudiaron los casos de 12 adultos: seis a quienes se les extirpó un hemisferio durante la infancia (hemisferectomía) para evitar ataques de epilepsia y seis sanos. Todos ellos fueron examinados con un escáner para obtener imágenes por resonancia magnética (MRI, en inglés) para ver la actividad cerebral durante el reposo.
La hemisferectomía es un procedimiento quirúrgico que consiste en la extracción o inhabilitación de una de las mitades del cerebro.
“Las personas con hemisferectomía que estudiamos tenían un funcionamiento notablemente alto”, explicó Dorit Kliemann, del Instituto Tecnológico de California.
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“Tienen destrezas de lenguaje intactas, y cuando los puse en el escáner mantuvimos una charla, tal como ocurre con los cientos de otros pacientes que he escaneado”, dijo Kliemann.
“Una casi puede olvidarse de su condición cuando los conoce por primera vez -añadió-. Cuando me siento frente al ordenador y observo las imágenes de MRI que muestran solo la mitad de un cerebro, todavía me maravillo de que procedan del mismo ser humano a quien acabo de ver hablando y caminando”.
A los participantes en el experimento se les pidió que se sometieran a una MRI, se relajaran e intentaran no dormirse mientras los científicos observaban la actividad cerebral cuando el cuerpo descansa.
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Los expertos se centraron en las redes de las regiones del cerebro que controlan funciones como la visión, el movimiento, las emociones y la cognición; y compararon los información de dos bases de datos.
Al comienzo del estudio los científicos esperaban hallar conexiones más débiles dentro de algunas redes en las personas que tenían solo un hemisferio, dado que tales redes habitualmente incluyen ambas mitades del cerebro, pero se sorprendieron al encontrar una conectividad global normal, e incluso en algunos casos más firme que en individuos normales.
Los seis participantes en el estudio que habían sufrido una hemisferectomía eran veinteañeros o treintañeros durante el estudio, y tenían entre 3 meses y 11 años cuando se les practicó la intervención.
La amplia gama de edades en las que los individuos fueron sometidos a la cirugía permitió que los científicos observaran cómo el cerebro se reorganiza después de esa mutilación.
Kliemann subrayó que “si bien es notable que haya individuos que puedan vivir con medio cerebro, a veces basta una lesión cerebral pequeña como la de un infarto o una lesión traumática del cerebro en un accidente de bicicleta o por un tumor para que haya efectos devastadores”.