07 abr. 2025

Cuando la indignación es transversal a la fe

Lida Duarte – @lidaduarte

La Justicia paraguaya no imaginó que la indignación por la absolución del sacerdote Silvestre Olmedo trascendería de la lucha feminista, demostrando que la sociedad, en constante transformación, entiende la gravedad de tomar el cuerpo de la mujer como propiedad y que este delito contra Alexa no puede verse como una “piedrita”, como calificó la Iglesia.

Pero esta conciencia ciudadana no es casual ni repentina, es el resultado de una larga batalla de las mujeres por ejercer sus derechos; en este caso, el de autonomía de nuestros cuerpos. Alexa decidió hacer frente al acoso, aunque eso implicara que su comunidad religiosa se alejara en los últimos cuatro años, pero sumó a su vida leales abogadas y un apoyo ciudadano que a esta altura es imposible cuantificar.

El abrazo sororo hizo que Alexa mantuviera su fortaleza mientras esperaba conseguir justicia, teniendo a su lado a Sonia Von Lepel y a Michi Moragas, que como voluntarias la acompañan en el proceso judicial. Ellas pertenecen al Consultorio Jurídico Feminista, que desde el 2017 orienta gratuitamente a las mujeres que son víctimas de violencia con un abordaje interdisciplinario que incluye a profesionales del Derecho, de la Sociología, Sicología, entre otros.

Otra organización que apoyó fuertemente a este grupo es la Plataforma de Universitarias Feministas, que ya había hecho una serie de intervenciones durante la investigación de acoso contra el docente Cristian Kriskovich, quien también tenía el respaldo institucional de la Iglesia. Ellas ya vivieron la impunidad, pues la denuncia fue minimizada al punto de calificar el hecho como un “galanteo”, pero lo más grave fue que la víctima tuvo que desarraigarse y refugiarse en Uruguay, porque el denunciado, con tantas influencias que no le caben en el maletín, la querelló.

Estas mujeres que dedican gran parte de su tiempo a la militancia enfrentando los prejuicios hacia el feminismo formaron el cimiento para que hoy mujeres y hombres, de distintos estratos sociales y diversas creencias entiendan qué es el acoso y por qué está prohibido.

De por sí, ya es un hecho histórico que un caso de acoso sexual vaya a juicio oral y público, más aún cuando involucra a un cura. Si bien era de esperarse que el Tribunal fallara en contra de la víctima, había esperanzas. Pero los jueces Hugo Segovia y Dina Marchuk no solo decepcionaron con su decisión, pues sus argumentos terminaron causando asco hasta a quienes antes no conocían la causa.

Se confirmó que el sacerdote le manoseó los senos a la joven que entonces tenía 20 años, pero para los magistrados tuvo haber ocurrido de manera reiterada para tomarse como acoso, en tanto que las caricias en la espalda fueron comparadas con una palmada de aliento. La indignación se volcó más hacia Marchuk, de quien se esperaba un poco de empatía con una congénere y, sin embargo, fue al extremo de argumentar que Olmedo no tenía un poder jerárquico sobre Alexa, cuando en realidad estamos hablando de un cura que estaba al frente de una parroquia y una coordinadora de la Pastoral Juvenil de la misma institución.

Este comportamiento terminó por encender la furia en varios ámbitos de la sociedad, entre ex fiscales, autoridades del Gobierno, a los que no somos creyentes y a miembros de la Iglesia como la Comunidad de Vida Cristiana y Movimiento Peregrino, que defienden su fe, pero entendiendo que la justicia debe basarse en un Estado laico y proteger a la mujer de la violencia, aunque esto implique condenar a un hombre con sotana.

Ahora el fiscal Luis Chamorro, quien logró que se eleve a juicio oral el caso, presentará una apelación a la sentencia y la Justicia tendrá una segunda oportunidad para revertir la vergüenza que generó la conducta del Tribunal.

Queda todavía un trayecto rocoso que seguirá Alexa, pero un camino que parecerá estrecho con tanta compañía, porque ella, nosotras y también ellos decimos ¡basta!