Lo que usted siente, se refleja en su cuerpo. Es obvio, cuando está feliz, eso se manifiesta en una sonrisa y un rostro radiante, mientras que cuando está triste, esto se evidencia en sus ojos y en su voz. Los sentimientos se evidencian en sus gestos y expresiones, y también lo hacen en su bienestar o malestar corporal. Ahora, disociar el estado de la mente con el del cuerpo es imposible; existe una relación directa y esto resulta innegable, debido a la existencia de las enfermedades psicosomáticas.
“Son afecciones cuyas causas principales no son orgánicas ni tampoco demostrables en forma objetiva. El estrés, por ejemplo, puede manifestar varias sintomatologías, reales para quien las padece, pero que no tienen origen orgánico, como dolor de cabeza u opresión en el pecho. En personas mayores, esta última se presenta como un problema cardiovascular. No obstante, cuando se trata de una enfermedad psicosomática, la opresión no tiene un componente patológico sino somático”, explica Andrés Szwako, especialista en medicina familiar.
Un mal común
En la experiencia cotidiana, según el médico, las afecciones psicosomáticas son relativamente frecuentes, debido al exceso de trabajo, la disminución del sueño y el aumento de presiones sociales. Quienes sufren de este tipo de trastorno son adultos jóvenes de entre 25 y 45 años, y en menor proporción los adultos mayores.
Para entender mejor esta afección, es necesario entender el significado de la palabra somatizar, que se refiere a transformar problemas psíquicos en síntomas orgánicos de manera involuntaria. “Estos síntomas están relacionados con algún conflicto interno o situaciones cotidianas que predisponen al individuo a somatizar. Por ejemplo, el estrés, la baja autoestima, un divorcio, el bullying o el desempleo. También es frecuente en personas con depresión y ansiedad. En ocasiones, las situaciones límite también desencadenan algún trastorno psicosomático. Sin dudas, cuando la boca calla, el cuerpo habla, y cuando la boca habla, el cuerpo se cura”, indica la psicóloga Yerutí Montaner Klein.
Para la terapeuta, la veracidad de esta última frase es innegable, porque los pensamientos contribuyen a que una conducta se manifieste o no. O bien, se debe tener en cuenta que los pensamientos fantasiosos son los que colaboran para que el comportamiento de un sujeto no sea el más adecuado.
El tiempo que tarda un conflicto interno en somatizar es variable, pues depende de la capacidad de la persona para enfrentar situaciones negativas. Pero lo cierto es que las molestias que se presentan al somatizar son reales y no inventadas. No se debe confundir el trastorno psicosomático, que es involuntario, con la hipocondría, en la cual la persona está convencida de estar enferma.
Presentaciones
Las somatizaciones más comunes son dolor de cabeza, de espalda o muscular, opresión del pecho, mareos, dificultad para respirar, contracturas, malestar gastrointestinal, náuseas y diarrea.
A estas molestias se agregan amnesia, afonía, irregularidad en el ciclo menstrual, dificultad para tragar, visión borrosa y zumbido.
“Cuando el paciente acude por un malestar, lo primero que se hace es descartar las posibles causas orgánicas. Hecho esto, se pregunta a la persona si está con algún problema en el trabajo o en la casa; en la mayoría de los casos afirman que sí y reconocen que ese es el verdadero problema. Para tratar esto, existen medicamentos que aumentan la capacidad de reacción ante el estrés, y generalmente son derivados de vitaminas”, resalta Szwako.
En tanto, a nivel psicológico, según la terapeuta, están disponibles varias técnicas psicoterapéuticas que ayudan a subsanar el trastorno. No es broma, lo que piense y cómo se sienta se materializa en su cuerpo, y si este no le pasa hoy la factura, lo hará en el futuro. Así que, adelántese y tome el control de la situación antes de que su cuerpo empiece a gritar.
Texto: Natalia Ferreira Barbosa
Foto: Fernando Franceschelli.