Y así fue su reinado de 12 años en el trono espiritual más influyente del planeta, que finalizó el lunes de Pascua 21 de abril pasado.
Tras su muerte, se engrandece la figura de Francisco, “el Papa del fin del mundo” que ha sabido mover las piezas de un complejo ajedrez en una institución milenaria, dogmática, profundamente conservadora para empujar algunas reformas resistidas, que sin ser revolucionarias tuvieron mucho impacto porque abrió las puertas de una Iglesia inclusiva.
Todo Papa tiene su impronta histórica. Francisco, a quien angustiaba la “III Guerra Mundial por partes”, hizo esfuerzos ingentes por la paz dialogando con líderes mundiales. Murió preocupado por las guerras de Ucrania y Rusia, (ayer Trump y Zelensky aprovecharon su estadía en el Vaticano para reunirse buscando salidas), las tensiones de Medio Oriente y la guerra entre Israel y Palestina. Hasta el día de su muerte llamaba todos los días a la Parroquia de Gaza. “¿Qué han comido, tienen medicinas”?
Francisco enfrentó los graves problemas de su tiempo con determinación. Habló con valentía y compromiso sobre la ecología, la concentración de la riqueza y la migración. Este último tema lo enfrentó especialmente con el presidente norteamericano Donald Trump, con quien mantenía fuertes diferencias por el maltrato a los inmigrantes y lo criticó especialmente cuando anunció la construcción de un muro con México. Y sin dobleces, representó la resistencia al ascenso de la extrema derecha, lo que generó focos de rebelión de cardenales ultraconservadores que lo veían algo así con el representante del “maligno en la tierra”, como lo había calificado el argentino Javier Milei, quien finalmente hizo las paces con él.
Pero probablemente, el quiebre más fuerte que generó con la tradición católica fue su posición con las diversidades sexuales. En el 2023, el Vaticano autorizó a los sacerdotes bendecir las relaciones de parejas del mismo sexo, aunque se mantiene la prohibición del matrimonio homosexual. ¿“Quién soy yo para juzgarlos”?, dijo sobre los homosexuales, frase que queda como legado sobre su aceptación de la diversidad buscando una Iglesia como puente.
También abordó la problemática de la pedofilia en la Iglesia Católica, y, aunque muy moderadamente, sin grandes reformas, dio espacios a la mujer en la administración del Vaticano. Es una sonora deuda pendiente.
En este balance imperfecto, el papa Francisco será recordado como el pastor con olor a oveja, austero, inspirador, terrenal, cercano, humilde y sencillo que puso en primera persona a los pobres y marginados, mientras pulseaba a los poderosos.
ISRAEL, EL NUEVO VATICANO CARTISTA. Ayer, en un funeral grandioso, conmovedor, simbólico, histórico que reunió a los principales líderes del mundo político y religioso, y centenas de miles de creyentes estuvo ausente el presidente paraguayo, Santiago Peña. Una ausencia llamativa e insultante teniendo en cuenta que Francisco fue el Papa que más amó al Paraguay, el país más católico de la región. No solo honró con su visita en el 2015 y nombró al primer cardenal paraguayo; también elevó a la categoría de Basílica Menor el santuario de Caacupé.
Lo peor fue la pueril razón de la ausencia. Un viaje de diez días a EEUU para reunirse con banqueros y recibir un reconocimiento de la comunidad judía. Nada que no pueda posponer por un día, como lo demostró el diputado Raúl Latorre, quien estuvo en el Vaticano y también estará a Nueva York.
La agenda, que hasta el momento suena más privada que oficial, parece responder al derrotero marcado por su padrino político, que ha convertido en asunto de Estado el levantamiento de la sanción política y económica del Norte que la administración Trump sigue sin revocar. La gira busca fortalecer el eje EEUU/Israel en pos de ese objetivo.
Su desaire ha generado malestar general y en la cúpula eclesial. Tanto que fue criticado por el ala más conservadora de la CEP, aliada de su gobierno. El arzobispo emérito de Asunción, Edmundo Valenzuela, a quien dejó “en visto” cuando le reclamó la razón de su ausencia vía mensaje telefónico, calificó de lamentable su decisión.
EL FUTURO DE LA IGLESIA. Desde el 5 de mayo se reúne el cónclave, uno de los rituales más herméticos y simbólicos del mundo, para elegir al nuevo Pontífice. Los 133 cardenales (de los cuales 23 son latinoamericanos) se encargarán de definir el rumbo de la Iglesia Católica en un mundo convulsionado.
Si decidieron seguir la línea progresista de Francisco o ponerle freno de mano se sabrá cuando salga el humo blanco de la pequeña chimenea instalada en el techo de la Capilla Sixtina y el cardenal Dominique Mamberti pronuncie al mundo la frase “Habemus Papam” y diga el nombre del nuevo Pontífice.