En una entrevista que le hicieron en Telefuturo, advirtió que si alguno de ellos llega a un hospital y pide privilegios, no los van a recibir. A ellos, la doctora les advirtió que eventualmente van a ser “puteados… si se acercan a querer cruzar la fila o querer romper esa disposición de ordenamiento para entrar a un hospital”.
Porque así es como se maneja todo en el Paraguay: el senador correligionario te podía conseguir una cama en terapia intensiva, un nombramiento en la función pública, medicamentos, féretros, un puestito en la aduana de Ciudad del Este o un escritorio en una embajada.
La mala noticia del día es que aunque vayan los políticos a un hospital, llevando una recomendación de Horacio Cartes o del papa Francisco no van a conseguir nada, porque no hay nada. Hoy estamos cosechando lo que por décadas sembraron los políticos colorados: ninguneando inversión en la salud pública, nos convirtieron en este remedo de país, que ya ni siquiera califica como tercer mundo.
La doctora pidió expresamente a los políticos que dejen de joder en los hospitales. Yo haría una corrección y pediría, respetuosamente, que dejen de joder en general. Y después, que se pongan a trabajar, a ver cómo resuelven el despelote que ellos mismos construyeron.
Ya sobrepasamos los 4.000 muertos y ni se enteran, porque solo piensan que en las próximas elecciones municipales el Partido Colorado puede caer. Bueno, los ciudadanos que pagamos impuestos, y sostenemos el pesado aparato del Estado también fantaseamos con esa posibilidad.
SOLIDARIDAD. Se destacan en estos días los gestos solidarios que se multiplican, para tratar de tapar los agujeros en esta crisis que vivimos. Y es que lo único que nos sostiene actualmente es la solidaridad.
La generosidad de toda la gente que se organiza para llevar comida a los parientes de los enfermos y a los trabajadores de salud; gente que dona sillas y sillones para aquellos que ya no tienen una cama en los hospitales. Desde el Buen Pastor envían chipa para quienes aguardan en los albergues, y desde Tacumbú enviaron sillas para los hospitales.
Mientras la sociedad paraguaya le pone el pecho a las balas, el presidente Mario Abdo Benítez sigue escondido. Tranquilo descansa en su casa, ahora que Cartes lo salvó del juicio político; y el cuento chino de las vacunas le sirvió para desmovilizar la ola de protestas.
Las redes sociales están inundadas de pedidos desesperados, rifas, hamburgueseadas, polladas y pizzeadas para juntar plata y comprar medicamentos.
Hay gente vendiendo lo que tiene, la heladera, una cadenita de oro, la casa o el auto. Y a veces cuesta seguir leyendo los posteos, porque se parecen demasiado a la sección exequias de los diarios, con tantas personas llorando a sus muertos.
Para los pobres, esta es una realidad de siempre. Nunca tuvimos nada, y pedir ayuda siempre fue la única forma de conseguir remedios o plata para internar a la abuela. En el Paraguay, una enfermedad catastrófica puede llevar a la ruina a una familia.
Hace unos años, por un momento nos dejaron soñar con la salud universal y gratuita, pero a ese presidente le hicieron un juicio político exprés. La muerte de aquellos campesinos en Marina Cué no les importaba a los que están detrás del poder, solo les sirvió como excusa.
Hoy somos víctimas de este sistema perverso y asesino, sostenido por políticos cobardes, como el presidente, y el que manda desde la avenida España. Mientras, no llegan las vacunas y se nos viene la noche, y a cada rato nos preguntamos: ¿cuánto falta para tocar fondo?