El profundo analista del sistema opresivo de su país durante el totalitarismo comunista, el Nobel de Literatura Alexander Solzhenitsyn (1918-2008), dijo alguna vez que “el orden social es extremadamente importante, pero el orden moral lo es todavía más”.
Le llevó un proceso personal doloroso, que pasó por su detención injusta y cruel en los gulags soviéticos, entender los errores de fondo, no solo de la revolución socialista, sino también de esas “fuerzas oscuras” que oculta el capitalismo.
Quienes hoy aducen que lo ocurrido en Cuba desde el 59 con la pérdida de las libertades esenciales de conciencia, expresión, prensa, enseñanza, nucleación y actividad política, de culto, emprendedurismo, y de producción intelectual independiente es “casi lo mismo” de lo que hacen los otros gobiernos mediocres o corruptos de nuestro mundo, deberían tal vez recurrir a la experiencia y al autoanálisis crítico del autor de Archipiélago gulag.
Solzhenitsyn no solo fue perseguido, apresado y luego desterrado de su país, como también lo fueron tantos y tantos cubanos disidentes del suyo durante este periodo que parece –y esperemos así sea– estar llegando a su fin, además, nunca quiso permitir que lo redujeran a un iconito político de derechas o izquierdas, ni siquiera sus colegas intelectuales. Tal el motivo por el que no se entrevistó con Sartre cuando este visitó Rusia y quiso politizar su encuentro.
No tenía reparos en decir que “El apoyo generalizado a la dictadura comunista a partir de los años treinta entre los pensadores occidentales” era “una señal y una consecuencia” del declive del “humanismo laico” iniciado en la Revolución francesa.
Ese tipo de comentarios dan qué pensar cuando movimientos políticos como el autodenominado antirracista Black Lives Matter (BLM) que tienen en sus filas a ciertos simpatizantes intelectuales que dicen querer liberar a Occidente de sus opresiones, justifican al gobierno cubano en su deleznable, sanguinario y represivo actuar contra el pueblo cubano que se ha volcado a las calles en estos días pidiendo libertad.
Ni merecen más comentario los trasnochados impresentables del Frente Guasu que justifican políticamente el régimen criminal de Cuba y el de Venezuela.
Yendo de nuevo a lo serio, podemos afirmar que es verdad que la Revolución cubana tuvo en sus orígenes simpatizantes democráticos que veían en ella la expresión de un grito de deseo genuino de justicia social. El problema es que los mentirosos y manipuladores tomaron hábilmente la voz y el poder del movimiento, tal como los bolcheviques en Rusia, aunque al inicio tuvo en sus filas a jóvenes como los de la democracia cristiana que terminaron traicionados por Fidel y sus secuaces.
Vale la pena preguntarse: ¿Valió la pena esta terrible lección histórica que parece estar llegando a su término? ¿Es realmente su alternativa el sistema capitalista, sin más? ¿Habrá que conformarse entonces con los gobiernos mediocres, antipatriotas y corruptos que tenemos fuera de esas experiencias políticas extremistas fracasadas?
Solzhenitsyn llegó a afirmar que mirando la historia en general, si no hubiera sido la Revolución Rusa, de todos modos otra revolución habría agitado al mundo, desde que la Revolución Francesa del siglo XVIII abrió las puertas a este humanismo laico, porque se ha perdido el sentido de limitación y de moderación autoimpuesta, por culpa de la avaricia de los ricos y poderosos (no solo personas, también Estados), y por el desgaste de la bondad y benevolencia humana. ¡Es fuerte esto!
Yo me uno al pueblo cubano en su justo reclamo para finalizar este fracaso político llamado revolución cubana socialista. Pero, también quisiera que algo aprendiéramos de esa traición a los deseos del corazón de los ingenuos que creyeron en ellos, y de todo ese dolor que han causado. Por favor, aprendamos algo de esta triste historia.