12 abr. 2025

Cuello de botella cíclico

En estos días se instala de nuevo el biorritmo más enfatizado de traslado masivo de quienes deberán cumplir con sus compromisos escolares o bien laborales. Las obsoletas arterias de la capital estarán otra vez abarrotadas de vehículos particulares, transporte escolar y público. El caos reinará en las calles.

La razón principal por la que ocurre este fenómeno que genera solo dolor de cabeza al conductor o al transeúnte en el horario pico –en que todos quieren ingresar al microcentro asunceno– con un horario casi unificado para estas actividades, es la ineptitud de las autoridades, quienes no prevén de antemano un sistema distinto al conocido, y que bien podría traducirse en el horario escalonado para el arranque de las actividades.

Con lo último, se podría evitar el cuello de botella y el efecto embudo en que naturalmente desembocará el traslado hacia los centros educativos, entidades bancarias, ministerios y empresas varias que están asentados en los puntos neurálgicos de la actividad.

La llamada hora pico es el sumun de la desprolijidad, falta de previsión y poca profundidad de campo de quienes deben organizar el movimiento de masas que todos los días, ya sea a tempranas horas de la mañana o al culminar la actividad normal de la jornada, se presenta ante la retina de miles de connacionales, derivando en discusiones, griterío e intento de imposición tribal, apelando a la prepotencia innata de muchos.

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Hace un tiempo, el analista Amílcar Ferreira había propuesto un proyecto de Ley para establecer ese horario escalonado, de manera a permitir una mejor fluidez en el tránsito y que no se generen los embotellamientos propios de un fenómeno que hace perder tiempo precioso a los que desean desarrollar su actividad cotidiana. No fue escuchado y la intención no pasó a mayores.

Así, se evidencia que lo prioritario con el fin de solucionar un drama anual y plenamente comprobado, no forma parte de la agenda a ser atendida con más celo; y que los dirigentes de los sectores ocupados de esta problemática hacen la vista gorda, vuelcan sus neuronas en temas intrascendentes o viven más pendientes de las autoasignaciones y reajustes en sus salarios.

El estado, en general, de las arterias capitalinas es calamitoso, sumado a que en estos días dos avenidas de las más concurridas también están con trabajos de mantenimiento, ralentizando el paso de rodados en todo momento. Se necesita, no lo dudamos, una adecuación en la performance de las principales arterias y vías alternativas, pero por falta de presupuesto en tiempo y forma, el inicio de las obras arranca cuando hay plata, así sea cuando justo comenzarán de nuevo las clases y miles de trabajadores retornen de sus vacaciones.

Otro factor fácilmente observable que contribuye al caos y a la improvisación es el deterioro vergonzoso de décadas en el transporte público, lo que obligó a mucha gente a buscar opciones para su traslado, acrecentándose raudamente el parque de vehículos particulares y las motocicletas, que agregan gases tóxicos al denso smog diario, y no generan fluidez en el movimiento de masas; cuando en otras ciudades más serias son los ómnibus con servicio de calidad los que solucionan el drama.

Tampoco se fomenta mucho el uso de bicisendas: Los pocos intentos chocaron con la negativa de muchos inconscientes, a quienes “les molesta” el paso de las bicicletas. La Municipalidad capitalina cede ante las presiones y deja sus proyectos a medio hacer.

De esta forma, Asunción continúa cíclicamente sumida en la improvisación, no aspira a ser una ciudad verde aminorando los gases de efecto invernadero, desincentiva el uso de medios alternativos no contaminantes y contribuye a que las mafias del transporte público sigan cobrando subsidios por servicio de calidad que no prestan.

En estos días veríamos replicado el mismo drama anual, sin visos de solución.

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