Karina Godoy
@KariGoody
El tiempo inestable, cielo nublado y viento fuerte ponen en alerta a don Eliseo Benítez (63). Comienza a guardar las mercaderías exhibidas en su quiosco, sobre la calle Oliva y 15 de Agosto, de la ciudad de Asunción, esquina donde recientemente cumplió 50 años de trabajo. Las canas totalmente apoderadas del cabello y el paso lento, con lesiones en los pies, reflejan un largo transitar.
En las cinco décadas de estadía en el centro de la capital ha sido testigo de miles de acontecimientos; de las jornadas ajetreadas de transeúntes, de las manifestaciones, de los años de esplendor de la ciudad, de la decadencia.
El viento fuerte, de momento, calmó. Entonces don Eliseo hace pausa a la tarea y decide tomar asiento. Con cuidado, coloca la silla de plástico en un extremo de la vereda para dejar espacio a los peatones. Una vez acomodado, la avalancha de recuerdos, de una larga trayectoria, invade su mente. Una persona aparece en la mayoría de las escenas de las que hace memoria: su madre.
“A los 4 años vine de Horqueta con mi mamá y mis hermanos. Vivíamos en una pieza alquilada, todos encimados. Pero qué vamos a hacer. Así nomás luego se comienza. Salimos comerciantes, gracias a mi madre. Ella era muy guapa, traía limón y otros productos desde Concepción hasta el puerto de acá, luego compraba hasta aceite y volvía en barco para vender. Iba hasta Ponta Porã”.
Por instrucción de su madre, menciona, tenía como misión estudiar y trabajar para salir adelante. Fue así que a los 13 años llega con una pequeña caja de golosinas en la esquina que se convertiría en su histórico paraje.
En la actualidad, hay una casilla de metal donde se cuelgan zapatillas, cintos, medias, despliegue de golosinas y cigarrillos. Hay marcas proveedoras, comenta, con las que trabaja hace más de cuarenta años. “Vendo hasta hilo con aguja”, agrega.
La clientela con la que cuenta es variada. “Autoridades que ascendieron y descendieron, todos son mis clientes. Pero nunca les pedí un cargo. No me gusta y nunca me afilié a ningún partido. Trabajo de manera honesta y me gusta tener limpio mi lugar”.
Conquistas
Don Eliseo llegó hasta la universidad. Se recibió de profesor de Guaraní, afirma, pero no ejerció porque ganaba mejor como vendedor en un transitado lugar. Cursó hasta el segundo año de la carrera de Economía en la UNA, luego desertó porque no le daba el tiempo para el trabajo de comerciante. También estudió computación, hasta hace poco, y ama la lectura, sobre todo lo que tenga que ver con historia.
En sus años de mocedad logró comprar una vivienda y dar una vida digna a su progenitora, quien falleció hace 23 años, pero a quien la recuerda todos los días. “En cada cumpleaños suyo contrataba una orquesta. Cuando me compré un auto la llevaba por todos lados”.
Se ha dado el gusto de viajar tanto por el interior como por países de la región, una aventura que, confiesa, le apasiona. “Miércoles Santo solía cerrar y ya me iba de viaje en los colectivos que arman excursiones”.
Resistencia
En los largos años de trabajo a don Eliseo le ha tocado de cerca ver injusticias.
En las movilizaciones de civiles, por ejemplo, o la demolición de patrimonios históricos, que, al rememorar, le genera frustración. “Parte de que Asunción esté así de deteriorada es culpa de la corrupción que hay”.
En los 50 años debió capear adversidades, como los robos constantes o la contaminación de humo negro de vehículos que, en una ocasión, lo tuvo internado por el daño generado en los pulmones. Próximamente debe someterse a otra cirugía por las várices. La llegada de la pandemia también fue un momento duro. Además de verse obligado a no asistir a su puesto perdió a amigos de años.
Entre el lapso de recuerdos, don Eliseo de pronto mira el reloj de mano. Son casi las 17:00. Es hora de ir a descansar para al día siguiente retornar al lugar que, considera, es su segundo hogar. “¡Todavía seguís trabajando aquí!”, le retumba en la mente otro recuerdo; la expresión de un turista mexicano asombrado tras volver luego de 30 años al país.
Sonríe con orgullo al rememorarlo mientras se prepara para cerrar el puesto.
A pesar de los tiempos difíciles aún se muestra resistente en la esquina conquistada: su espacio de trinchera