Que el mundo ha entrado en una encrucijada crítica cuya salida es incierta es, tal vez, la constatación principal después de los múltiples debates que han reunido esta semana, en Davos, a centenares de líderes políticos, empresariales y del ámbito académico, participantes en la cumbre anual del Foro Económico Mundial (WEF).
No se trata solo, aunque ha sido indudablemente el acontecimiento político de la semana, del regreso a la Casa Blanca del republicano Donald Trump.
Su asertivo programa, en lo económico e incluso en ambición territorial, coincide con el cuestionamiento, por parte de China, Rusia y países del llamado “Sur Global”, de las reglas e instituciones surgidas durante la posguerra y que han regido con incuestionable éxito las relaciones internacionales durante siete décadas.
Ese sistema ha entrado definitivamente en crisis.
A esta inestabilidad se suma la carrera global por el desarrollo y el control de las aplicaciones de inteligencia artificial (IA), una tecnología que despierta increíbles esperanzas, como se ha puesto de manifiesto aquí en ámbitos sociales tan prometedores como la medicina personalizada, por citar solo uno, pero que todavía esconde importantes riesgos.
“Es una realidad que estamos en medio de dos órdenes”, advirtió a los medios antes de esta cumbre en Davos el presidente y consejero delegado del WEF, el noruego Børge Brende.
“Tuvimos un orden llamado ‘de posguerra’ y ahora estamos en un tiempo de agitación, porque no sabemos exactamente cuál será el nuevo orden, pero sí sabemos que será más multipolar que en el pasado”, explicó.
Sus palabras encontraron confirmación a lo largo de los debates, en las intervenciones contrapuestas de los representantes de Estados Unidos, China, Europa, Latinoamérica, países del Golfo, África, India, etc., con un único gran ausente: Rusia.
Cuántos polos efectivos tendrá ese nuevo orden es una de las incógnitas que deberá despejarse. Está claro por lo que respecta al protagonismo de Estados Unidos y China. Pero, en cuanto a la Unión Europea, que acaba de renovar sus instituciones y aspira a seguir siendo relevante en ese nuevo mundo multipolar, da preocupantes muestras de división y fragilidad.
En Davos, el presidente de Ucrania, Volodímir Zelenski, puso a los europeos frente a sus responsabilidades, y les advirtió de que Europa se convertirá en irrelevante si no es capaz de reaccionar con vigor, dinero y soldados, ante el mayor desafío para la paz y la seguridad en el continente desde el final de la Segunda Guerra Mundial.
Zelenski declaró a los medios en Davos que quiere a toda costa el ingreso de su país en la OTAN, porque esa sería la definitiva garantía de seguridad frente a una Rusia agresiva, pero reconoció que Trump, de quien depende en última instancia la decisión, dijo, no está por la labor.
El presidente estadounidense, efectivamente, no quiere más compromisos con nuevos aliados, mientras los europeos no aumenten sustancialmente sus presupuestos de defensa.
Por ello, según Zelenski, Europa debe ser consciente de que, si la opción de la adhesión no es viable por ahora, sería necesario “como mínimo” el despliegue de 200.000 soldados europeos en Ucrania para garantizar una auténtica disuasión frente a Rusia, en caso de un acuerdo que condujera al fin de las hostilidades en el este y el sur del país.
Por otro lado, un orden multipolar no significa un orden multilateral.
El WEF se ha caracterizado, y ha sido criticado a menudo por ello, por su defensa de los beneficios de la globalización, si bien aclara que ha de entenderse como un proceso en el que participen no solo gobiernos y multimillonarios, sino también la sociedad civil, bajo reglas comunes, de manera que beneficie a todos.
“Necesitamos reglas y regulaciones”, insistió Brende. Pero, admitió, “podrían ser diferentes a las del pasado”.
Fuente: EFE.